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Reportaje:

Los paraísos también ocultan infiernos

El asesino de dos italianas lapidadas en Cabo Verde -una de ellas enterrada viva- no aceptó el final de una aventura de verano

Enric González

Los paraísos ocultan infiernos. En Sal, la isla más bella del archipiélago de Cabo Verde, en África occidental, dos turistas italianas fueron asesinadas a pedradas por dos nativos. Una tercera turista sobrevivió porque fue dada por muerta. Sandro Santus Rosario, de 23 años, el presunto organizador del crimen, había mantenido una breve aventura sentimental con una de las víctimas, Dalia Saiani, que dio el asunto por terminado. Pero Sandro se obsesionó. Cuando Dalia, una surfista habitual de la isla, regresó el domingo pasado, el joven preparó un plan para matarla.

Dalia, de 33 años, propietaria de un hotel-balneario en Italia, compró recientemente una casita en Sal, junto a la playa. Giorgia Busato, de 28 años, socia de una agencia de viajes en Verona, también había comprado una casa, muy cercana a la de Dalia. Ambas eran apasionadas del surf y se hicieron muy amigas. Hace una semana viajaron a Cabo Verde con Agnese Paci, de 17 años, afiliada en Italia al mismo club de surf al que pertenecía Dalia. Su plan consistía, como siempre, en cabalgar olas, disfrutar del sol y divertirse.

Dalia tenía en la isla un problema pendiente. Sandro, el muchacho con el que había compartido el verano pasado, no se resignaba al fin de la relación. Trabajaba como guía y animador en un club de vacaciones local, hablaba inglés, italiano y portugués, ganaba un buen salario (unos 500 euros mensuales, el doble de la media en Cabo Verde) y contaba con muchas amigas, pero sólo pensaba en Dalia. Había pasado el invierno enviándole mensajes al móvil.

Dalia quería acabar con aquello y accedió a cenar con Sandro el jueves, a condición de que ambos fueran acompañados. Ella llevó al restaurante a Giorgia y a Agnese. Sandro acudió con un amigo caboverdiano, mecánico de automóviles. El testimonio de Agnese permite saber que la cena fue relajada y divertida, y que ninguna de las tres mujeres tuvo inconveniente en seguir la noche con los dos hombres. Tras la cena, Sandro propuso un desplazamiento a Espargos, la capital de la isla, para tomar una copa. Los cinco subieron al coche de Sandro y emprendieron viaje.

A medio camino, Sandro comentó que debía desviarse para dejar en casa a su amigo. El desvío, sin embargo, les llevó al oasis de Fontona, a esas horas totalmente desierto. Sandro detuvo el coche, se giró y cegó a las muchachas con un aerosol de pimienta. El joven y su amigo sacaron a Dalia y Giorgia y las arrastraron hacia las palmeras. Agnese permaneció en el coche, bajo amenazas. "Escuché gritos y lamentos, y la voz de Dalia que imploraba y ofrecía dinero a cambio de que la dejaran tranquila", explicó luego la menor. Los dos hombres golpearon con piedras a las dos mujeres hasta matarlas. Luego las sepultaron bajo la arena. Según los resultados de la autopsia, Dalia estaba quizá aún viva cuando quedó enterrada: había arena en sus pulmones.

Sandro y su amigo volvieron al coche, arrastraron fuera a Agnese y le golpearon dos veces la cabeza con una piedra de gran tamaño. Agnese se desvaneció y los dos hombres la abandonaron, creyéndola muerta. La joven recobró el sentido poco después, pasó la noche en la playa y por la mañana encontró un taxista que la llevó a su hotel, donde denunció los hechos. Sandro y su cómplice confesaron ayer. La policía seguía investigando la posible participación en los hechos de un tercer caboverdiano, que en cualquier caso no estaba presente en el lugar del crimen.

Agnese Paci llora mientras se recupera del ataque sufrido en la isla de Sal. En el recuadro, Giorgia Busato.
Agnese Paci llora mientras se recupera del ataque sufrido en la isla de Sal. En el recuadro, Giorgia Busato.EFE

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