Jean Clear revisa en Vigo las ideas sobre el arte contemporáneo
Quizá Jean Clear no es políticamente correcto. Quizá quienes viven del arte contemporáneo se sientan incómodos ante sus constantes dudas sobre el funcionamiento del mundo del arte actual. En realidad, Jean Clear niega ser un experto en arte, a pesar de haber dirigido 14 años el Museo Picasso de París, de haber sido comisario de muestras monográficas sobre Duchamp o Magrite o de haber dedicado su vida a estudiar el arte. "Todos los que dicen que son expertos en algo mienten", confiesa.
Es apasionado, pero de su credo han desaparecido muchas de las ingenuidades que aún creen quienes no conocen desde dentro el mundo del arte contemporáneo: "En España tienen el entusiasmo de un pueblo joven que les dio el retorno de la democracia, por eso los artistas españoles tienen una ventaja frente a los franceses. Francia es un país cansado, moroso, triste".
La melancolía es la última obsesión de Clair, que visitó Vigo la pasada semana para una conferencia en la Fundación Barrié de la Maza en la que dio un exhaustivo repaso al arte desde Zurbarán hasta la actualidad. Jean Clair no tiene claros los caminos que va a seguir el arte. Discute que el arte se haya separado de las masas en el siglo XXI: "Creo que es lo contrario, los grandes artistas de las décadas de los años diez y veinte eran conocidos por unas 15 personas, vivían mal, incluso Picasso, pero ahora hay museos de arte contemporáneo en todas las ciudades".
Invertir y no admirar
Tampoco acepta que la formación de los consumidores de arte sea deficiente ("No se puede formar a la gente en formas de arte que están simplemente naciendo"). "La gran diferencia entre el principio del siglo XX y el principio del XXI es que entonces los coleccionistas de los grandes pintores eran 40 personas, que reunían obras geniales. Actualmente, el coleccionismo lo llevan a cabo fundaciones, instituciones que las exhiben para miles de visitantes", explica. "Hoy se compra para invertir, no para admirar".
Clear piensa que se están creando almacenes de obras extravagantes, que generan "beneficios del 150% en uno o dos años" y que no tienen "nada que ver con el arte".
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