El búlgaro, la Mondragón o el bórico
La búsqueda de relaciones entre el 11-M y ETA ha estado jalonada de todo tipo de episodios, que van desde meras invenciones al retorcimiento de coincidencias, pasando por lo que se ha llegado a calificar de "elucubraciones sin fundamento". La piedra de toque de hasta dónde se estaba dispuesto a llegar fue una intervención del diputado del PP Jaime Ignacio del Burgo, quien interrogó a un compareciente en la Comisión de Investigación del Congreso sobre dos personas que supuestamente hablaban el búlgaro y que compraron algunos de los teléfonos del 11-M. "¿Seguro que hablaban búlgaro, no sería euskera?", preguntó, intentando arrimar a ETA.
Desde entonces se han llegado a publicar asuntos como que en la furgoneta Renault Kangoo hallada en Alcalá de Henares (Madrid) había una tarjeta de visita de un alto cargo del Grupo Mondragón, el gigante industrial vasco, que la policía "había ocultado" al juez Juan del Olmo. Lo que resultó ser cierto es que lo que había era una cinta de la Orquesta Mondragón y que, efectivamente, había una tarjeta de la empresa Gráficas Vizcaínas, perteneciente al dirigente de un partido ultraderechista, precisamente adscrito a las teorías de la conspiración. También se ha establecido una conexión por el hecho de que en casa de un islamista había un despertador Casio PQ-10, posiblemente uno de los más comunes del mercado, que ETA suele utilizar como temporizador en sus coches bomba.
La última ha sido el llamado caso del ácido bórico, un insecticida y antiséptico hallado en un piso de ETA, en el de un supuesto dirigente del Grupo Islámico Combatiente Marroquí y en el de un antisistema. Tres peritos aseguraron que el hallazgo en las tres casas de una sustancia tan común como la aspirina era la prueba de que etarras, islamistas y antiglobalización estaban relacionados entre ellos y con el 11-M. Los peritos habían dictaminado antes que el ácido bórico no es sustancia explosiva y decían ignorar para que se usaba. Hay un juicio pendiente por este asunto.
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