Jamenei amenaza con golpear en todo el mundo a Estados Unidos si ataca Irán
El Gobierno de Teherán asegura que ha identificado a 100 espías de Washington e Israel
El líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, hizo saber ayer a Estados Unidos que, si ataca su país, éste responderá contra sus intereses en todo el mundo. Aunque esta advertencia no es nueva, se produce en un contexto de creciente presión internacional contra la República Islámica Iraní por su desafío nuclear, y subrayada por unas maniobras militares que se desarrollan en el golfo Pérsico. La Administración del presidente George W. Bush se apresuró a responder que no tiene intención de iniciar una guerra contra Irán.
"Los enemigos saben bien que cualquier agresión provocará una reacción de la nación iraní contra los agresores y sus intereses en todos los puntos del globo", manifestó Jamenei, cuyas palabras fueron recogidas por la agencia oficial de noticias iraní, Irna. También el ex presidente Alí Akbar Rafsanyaní alertó del "alto precio" de una intervención militar. "En caso de un eventual ataque contra Irán, los problemas [de EE UU] en Irak se multiplicarían al menos por 10", señaló en la ciudad santa de Qom.
No es la primera vez que los dirigentes iraníes esgrimen la amenaza de una respuesta aplastante si son atacados. Los analistas ven estas declaraciones como un intento de ganar respaldo popular en un momento en que la comunidad internacional está incrementando la presión por su programa nuclear. Washington, que acusa a Teherán de intentar desarrollar una bomba atómica, nunca ha excluido la opción militar para impedirlo, aunque asegura que prefiere la vía diplomática y ayer subrayó que no tiene planes de guerra. "Yo lo he dicho, el secretario de Defensa lo ha dicho, el presidente lo ha dicho: no vamos a invadir Irán", dijo el portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, afirmó ante el Senado: "Lo que estamos haciendo es responder a ciertas políticas iraníes, tanto en Irak como en otras partes del mundo, que son bastante peligrosas para nuestra seguridad nacional".
Esa calculada ambigüedad ha adquirido una nueva dimensión en las últimas semanas. El pasado 23 de diciembre, EE UU logró que el Consejo de Seguridad impusiera sanciones a Irán por su negativa a interrumpir el enriquecimiento de uranio. Desde entonces, Bush ha desplegado un segundo portaaviones en el golfo Pérsico y ordenado a sus tropas que capturen a los iraníes sospechosos de ayudar a la insurgencia iraquí.
Teherán niega que esté malmetiendo en el vecino Irak y asegura que su programa nuclear sólo pretende producir energía. Aun así, mantiene lo que Occidente considera una actitud desafiante. Pese a las sanciones, Irán ha dicho que va a seguir enriqueciendo uranio -e ignorar el plazo de dos meses que el Consejo de Seguridad le dio para reconsiderar su decisión- porque como signatario del Tratado de No Proliferación, tiene derecho al desarrollo nuclear civil.
Además, ha aumentado su represión de la disidencia. Ayer se recibió con preocupación el anuncio de que se han identificado "en la frontera iraní a 100 espías por cuenta de EE UU e Israel". El ministro de los servicios secretos, Gholamhosein Mohseni-Ejei, informó de "la detención de personas que, con el pretexto de formarse profesionalmente, querían viajar al extranjero para seguir cursos de espionaje".
Aunque el ministro no identificó a los afectados, hace unos días el disidente Hashem Aghayarí fue interceptado en el aeropuerto de Teherán cuando se dirigía a EE UU para pronunciar una conferencia. Días antes, tres periodistas y activistas de los derechos de la mujer, vinculadas al grupo de la premio Nobel Shirín Ebadí, sufrieron la misma suerte de camino a un cursillo en India. El año pasado, el intelectual Ramin Jahanbegloo estuvo encarcelado durante cuatro meses por implicación en una supuesta revolución de terciopelo denunciada por el líder supremo.
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