El Kosovo posible
La antigua provincia serbia de Kosovo, poblada por un 95% de albaneses y apenas un 5% de serbios, bajo la protección de la ONU desde la guerra que acabó con la operación de limpieza étnica de Slobodan Milosevic, se encamina a la independencia. Con plazos inciertos pero final irremisible, precisamente por la lógica de aquella guerra final que acabó con la derrota de Milosevic a finales de la pasada década.
El mediador de la ONU, el finlandés Martti Ahtisaari, presentó la semana pasada su proyecto en Belgrado y Pristina y obtuvo respuestas previsibles: un no sin matices de la capital serbia y un sí discreto pero satisfecho desde Kosovo. El plan prevé una tutela internacional de último recurso pero consagra una independencia interior y exterior del territorio, y a medio plazo está claro que, aunque se consoliden y no emigren los serbios kosovares, Belgrado ha perdido toda opción incluso de cosoberanía sobre Kosovo.
Los plazos son dudosos y el texto tiene algo de flotante porque, primero, serbios y kosovares tienen que reunirse en Viena a partir del martes próximo para retocar el documento, y luego Belgrado, recién salido de una experiencia electoral, ni siquiera cuenta todavía con un nuevo Gobierno que asuma esa negociación. Serbia sabe que para comenzar un proceso serio de integración en la UE tiene que asumir la realidad a la que le llevó la guerra. Ahtisaari ha intentado crear un marco realista que a medio plazo sofoque y no incite a los nacionalismos de uno y otro lado.
El texto debe ir además al Consejo de Seguridad, que tiene la última palabra para hacer modificaciones y remitir la nueva constitución a la UE para que asuma el control, con un Representante Civil Internacional, procónsul en el último Estado en surgir de la implosión de Yugoslavia. Rusia, el único aliado que le queda a Serbia, tiene derecho de veto en el Consejo. Podría no impedir la decisión, pero demorándola. Moscú aconseja ya a Belgrado que no se atrinchere. Entiende que no puede haber una solución muy distinta de la actual. Como debería entenderlo Belgrado. Todo retraso es absurdo, doloroso y muy caro para todos. Serbia debe pasar página y pensar en reunificarse con Kosovo en una Europa unida. Y esto último es lo que debiera preocupar a todos, principalmente a los 27 socios actuales.
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