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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La lección del 'Prestige'

El accidente del buque Sierra Nava, encallado en la bahía de Algeciras hace una semana, ha vuelto a poner en evidencia la facilidad con la que un vertido de combustible es capaz de arruinar un ecosistema y las deficiencias en que navegan determinados barcos dedicados al transporte internacional. Hasta ayer, los técnicos y operarios que trabajan en la limpieza de la costa algecireña habían retirado 1.240 toneladas de mezcla de fuel, arena y agua y 66 toneladas de lodo. En los depósitos del Sierra Nava quedan todavía casi otras 300 de combustible.

Los primeros datos de la investigación apuntan que el temporal arrastró el buque frigorífico como consecuencia de que su anclaje era deficiente. La decisión del juez de decretar un embargo de 3,9 millones de euros sobre el buque incide en esta línea. En todo caso, las transcripciones de las comunicaciones registradas en la torre de control de Capitanía Marítima podrán esclarecer en los próximos días si el capitán avisó del arrastre por el temporal cuando la situación ya era irreversible o cuando todavía era posible el remolcamiento del navío. La rotura de al menos uno de los cuatro depósitos del barco ha dejado una preocupante mancha de fuel que se extiende por la bahía, y ha rescatado las imágenes nunca olvidadas del chapapote emponzoñando de nuevo las playas españolas y la vida marina circundante, como ocurrió en Galicia con la tragedia del Prestige, en 2002.

Este nuevo siniestro marítimo, apenas a 300 metros del parque natural del Estrecho, demuestra una vez más que no se puede bajar la guardia. Y menos en zonas como el estrecho de Gibraltar, uno de los puntos de mayor trasiego de barcos del mundo. Anualmente, unas 90.000 embarcaciones pasan por esta puerta. Entre las prácticas de mayor riesgo, los expertos destacan el ship to ship (aprovisionamiento de combustible de barco a barco), prohibido expresamente por el puerto de Algeciras, pero que Gibraltar permite. La colonia británica debe de una vez por todas poner fin a esta actividad, aun a costa de los boyantes beneficios que le reportan los 4,2 millones de toneladas que el Peñón distribuye anualmente. En la agenda de las autoridades está resolver la flagrante anomalía de que en apenas unos metros de distancia haya legislaciones antagónicas, la británica y la española. Es el momento de demostrar, más allá de la retórica, que la lección del Prestige está realmente aprendida.

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