Blair encoge

Puede que Tony Blair sea perfectamente ajeno al escándalo de la venta de títulos de lord a cambio de financiación ilegal para el Partido Laborista, el suyo, un asunto por el cual el primer ministro británico ya ha sido interrogado como testigo en dos ocasiones por la policía. Después de numerosas filtraciones, acusaciones y negaciones, la confusión sigue presidiendo un caso en el que se han producido dos detenciones de alto nivel: la de lord Levy, el recaudador del partido, arrestado de nuevo esta semana por supuesta conspiración para alterar la acción de la justicia, y la de Ruth Turner, una estrecha colaboradora de Blair, detenida antes por los mismos motivos y en libertad bajo fianza.

Sea cual fuere el desenlace de este duelo a muerte entre Downing Street y Scotland Yard, será malo para todos, especialmente para el primer ministro. Lejos de la bonanza que se vaticinaba para los últimos meses en el poder del líder laborista que ha cambiado para mejor el perfil de Gran Bretaña, la recta final de Blair comienza a parecerse más a una tragedia que a una amable despedida. El jefe del Gobierno que pareciera inobjetable es cada día más vulnerable a los ojos de sus conciudadanos, y su autoridad política está por los suelos a tres meses de unas elecciones locales y regionales. Importa poco en este escenario degradado que la oposición conservadora, ella misma con mucho que ocultar en su financiación, esté haciendo poca sangre de las dificultades de Blair. A estas alturas, el escándalo de la compraventa de dignidades es ya una historia sin vencedores, aunque con una moraleja envidiable: la absoluta libertad con que la policía británica realiza sus funciones, independientemente de lo alto que puedan estar sus sospechosos.