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Guerra abierta entre las milicias palestinas

17 combatientes y civiles mueren en Gaza en la jornada más sangrienta en el último año

La guerra abierta entre las milicias palestinas en Gaza adquiere bríos renovados en cada uno de sus fugaces episodios. Aunque anoche se anunciaba el enésimo alto el fuego, al menos 24 personas, entre ellos cinco civiles, han muerto desde el jueves por la noche en unos combates que han convertido la ciudad de Gaza en un desierto. Cada capítulo de la contienda gana en gravedad al precedente: los milicianos de Hamás y Al Fatah ya apuntan sus fusiles, lanzagranadas y morteros hacia los dirigentes de la facción rival, y destruyen universidades y cuarteles de los cuerpos policiales leales a cada bando.

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Durante la madrugada de ayer no dejaron de escucharse ráfagas de fusiles automáticos y el zumbido de proyectiles de mortero en Gaza, según relatan vecinos de esta ciudad de medio millón de habitantes. Por la mañana, los uniformados fieles a Al Fatah prendieron fuego a un edificio de la Universidad Islámica, bastión de Hamás, y poco después era atacada la Universidad Al Quds, regida por el partido rival.

Los choques armados se saldaron ayer con 17 muertos, el mayor número de víctimas mortales en una sola jornada que se ha producido en el último año. Al menos tres eran civiles. Otras 250 personas resultaron heridas. A diferencia de los virulentos choques del pasado fin de semana, esta vez la peor parte se la ha llevado Al Fatah. Trece de los muertos pertenecían a este partido, entre ellos el comandante de los servicios secretos en el norte de Gaza, Abu Awed Salim.

Los dirigentes islamistas también están en el punto de mira. La vivienda de Jalil Nofal, el encargado de las negociaciones para formar un Ejecutivo de unidad nacional, fue tiroteada. Como fueron atacados los vehículos de los portavoces de Hamás y de la rama militar de los islamistas.

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Miles de fieles musulmanes se abstuvieron de acudir ayer, viernes, día sagrado para los musulmanes, a las mezquitas. Por las calles de Gaza sólo circularon militantes de Hamás y Al Fatah, que también se parapetaban en los tejados de edificios en los barrios de Rimal y Tel al Hawa, donde se ubican la residencia del presidente, Mahmud Abbas, su oficina en la franja y la sede central de la Seguridad Preventiva, cuerpo policial leal al mandatario, donde se han desatado las escaramuzas más encarnizadas. Tampoco en las viviendas están a salvo los civiles. Una bala perdida mató a una mujer en su casa.

Quienes no pertenecen al núcleo duro de ninguno de los bandos no esconden su hartazgo. La vida es un tormento para el millón y medio de habitantes de la franja mediterránea. Cuando no es el Ejército israelí el que destroza infraestructuras o mata a militantes y civiles, son las milicias palestinas las que se encargan de sembrar el caos. Si Al Fatah ya sufría un severo desprestigio por la década de gobiernos corruptos que encabezó, los islamistas de Hamás también comienzan a padecer síntomas de rechazo popular, sobre todo entre quienes les votaron en 2006 debido precisamente a la corrupción desbocada de los cabecillas de Al Fatah.

Lo que dudan pocos de los analistas independientes es que la gran mayoría de los disturbios que han sacudido Gaza en los últimos meses son provocados por el partido del presidente en su intento de derrocar al Gobierno del primer ministro Ismail Haniya. En las últimas semanas, sus cuerpos de seguridad han recibido cargamentos de armas procedentes de Egipto, y los islamistas no parecen dispuestos a permitir ese rearme. El detonante de las batallas que comenzaron anteanoche fue precisamente el ataque a un convoy estrechamente custodiado que, según Hamás, transportaba armas y material militar para la Guardia Presidencial.

El Cuarteto se activa

En Ramala, en la ocupada Cisjordania, el Ejército israelí mató ayer a dos agentes de la Seguridad Preventiva, que creyeron que eran perseguidos por milicianos de Hamás y se negaron a entregar las armas.

Mientras, el Cuarteto para Oriente Próximo, formado por EE UU, Rusia, la UE y la ONU, mantuvo ayer las exigencias establecidas para que la Autoridad Nacional Palestina recupere la ayuda económica internacional. Según el Cuarteto, el Gobierno de Hamás debe reconocer el Estado de Israel, cumplir los acuerdos previos y renunciar a la violencia. El Cuarteto se comprometió a acelerar el proceso de paz, pese a la violencia que, según la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, no debe impedir la reanudación de las negociaciones.

Un palestino discute con un soldado israelí ayer en la localidad cisjordana de Ramala.
Un palestino discute con un soldado israelí ayer en la localidad cisjordana de Ramala.ASSOCIATED PRESS

Nueva oportunidad en La Meca

El presidente palestino, Mahmud Abbas, anunció ayer que se reunirá el martes en La Meca con el líder de Hamás, Jaled Meshal, en un renovado esfuerzo para terminar con las batallas que han sumido Gaza en la anarquía absoluta. Las probabilidades de que alcancen un acuerdo sobre el Gobierno de unidad nacional son mínimas, al menos a corto plazo. Pero hay un matiz. A diferencia de la entrevista que sostuvieron en Damasco el 21 de enero, y que concluyó sin acuerdo, la que previsiblemente se celebrará en La Meca será auspiciada por un país que pretende erigirse en potencia regional y que cuenta con una baza de la que no disponen otros Estados (Egipto y Jordania) que median sin descanso con magros resultados: el dinero.

Tal vez un chorro de dólares y la amenaza de cortar el grifo pueda poner coto a la contienda que enfrenta a Al Fatah con Hamás. Sin embargo, será mucho más complicado que puedan suscribir un acuerdo sobre el Gobierno de unidad nacional que ponga fin al bloqueo económico impuesto desde hace 11 meses al Ejecutivo islamista de Ismail Haniya.

Lo han dicho abiertamente la ministra de Exteriores de Israel, Tzipi Livni, y su homóloga estadounidense, Condoleezza Rice: si hay acuerdo con Hamás, no será posible que el proceso de paz se reanude.

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