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Expertos en Rusiñol piden que el Cau Ferrat sea Patrimonio de la Humanidad

Sitges acogió el pasado fin de semana un congreso sobre el artista

El escritor e historiador del arte holandés Gijs van Hensbergen ha hecho un llamamiento público para que el Cau Ferrat, la casa-museo de Santiago Rusiñol en Sitges, sea declarada Patrimonio de la Humanidad. "Es el único sitio donde aún se respira la bohemia que caracterizó un periodo clave de la evolución de la historia del arte. Más que un edificio es una autobiografía; visitarlo es como pasar por un escáner el cerebro de Rusiñol", afirma Hensbergen, quien reivindicó la importancia del Cau Ferrat en el marco del congreso Santiago Rusiñol, arquetipo de artista moderno, dirigido por Daniel Giralt-Miracle y organizado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, que se clausuró el domingo en Sitges.

Durante tres intensos días, una quincena de ponentes diseccionaron la prolífica trayectoria de Rusiñol, tanto en clave local como internacional, a partir de sus relaciones con los diversos entornos artísticos y culturales de la época. "Pintor, escritor, dramaturgo, periodista, teorizador del arte, promotor cultural, gran impulsor del Modernismo, coleccionista y viajero incansable, Rusiñol representa mejor que nadie un nuevo tipo de artista intelectual en permanente estado de alerta", indicó Giralt-Miracle, quien abrió el encuentro con la proyección de un documental prácticamente inédito, de mediados de los años veinte, donde se ve a Rusiñol pintando en los jardines de Aranjuez.

Son las únicas imágenes en movimiento que se conservan de un artista que en vida no paró de moverse, tanto en sentido literal como figurado. "Catalanista atípico, Rusiñol nunca fue un hombre casero. Amaba la calle y las tertulias y, a pesar de su profundo escepticismo, le rezaba a todo: a los grandes artistas del pasado, a las pirámides, a la Alhambra y al Partenón", señaló el padre Josep Laplana, director del Museo de Montserrat, en un retrato espiritual del artista, que el catedrático Antoni Serra Ramoneda, ex presidente de Caixa Catalunya, amplió recordando cómo Rusiñol dio un giro a su destino dejando su acaudalada familia de empresarios textiles y dando "rienda suelta a su vocación artística abandonando mujer e hija y desplazándose a París".

"Francia fue su segunda patria espiritual y, a pesar de que era un apolítico convencido, cuando estalló la Primera Guerra Mundial se identificó con la causa francesa, convirtiéndose en uno de los francófilos más activos de Cataluña, por lo que recibió la Légion d'Honneur, la máxima condecoración del Estado francés", explicó el catedrático de la Universidad de Reims, Eliseu Trenc Ballester, quien recorrió su etapa parisina.

El escritor Baltasar Porcel y la biógrafa de Rusiñol Vinyet Panyella se encargaron de glosar los vínculos del artista con Mallorca y Sitges, los otros dos lugares donde vivió, antes de cambiar de rumbo, dejar la vida bohemia, desintoxicarse de la morfina y buscar algo de paz familiar en Aranjuez, donde murió en 1931. "De todos modos, jamás fue un hombre de familia", subrayó Panyella.

Isabel Coll, profesora de Historia del Arte, y Margarida Casacuberta, coordinadora del Año Rusiñol, abordaron de forma global su faceta plástica y literaria, mientras que otras intervenciones se centraron en aspectos más específicos, como la relación de mutua admiración con Juan Ramón Jiménez, de la que habló el ex director del Museo Reina Sofía de Madrid, Juan Manuel Bonet, y la alianza con la escena creativa del país vasco, que ilustró Javier González de Durana, director del Museo Artium de Vitoria.

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