El desafío energético

Parece que por fin la energía y el cambio climático están en las agendas de nuestros políticos. Una política energética común, limpia y orientada al largo plazo es uno de los pilares sobre los que, junto con el aumento de la productividad y la apuesta por la innovación, debería sustentarse y asegurarse el futuro de la Unión Europea.

Esta política energética europea giraría en torno a tres puntos esenciales:

- Fomento del consumo responsable de energía de familias, empresas y todo tipo de instituciones, popularizando pautas de consumo eficiente y ahorro energético. La industria automovilística debería preparar el cambio a combustibles menos contaminantes.

- Inversión y apuesta a largo por plazo por las fuentes de energía limpia, renovable y sostenible. Merece la pena comentar la tendencia que se observa ahora apoyando la energía nuclear. Ciertamente esta fuente de energía es mucho más limpia que el gas o el petróleo, pero no podemos olvidar el problema que plantea la gestión de sus residuos y el hecho de que las reservas de uranio no son inagotables, tienen un límite en el tiempo. Es necesario invertir e investigar en energías alternativas.

- Asegurar la independencia energética europea. Este punto es crucial para Europa y para el papel que la Unión quiera jugar en el mundo. Las fuentes de energía no están aseguradas y a menudo están en control de países y gobiernos autoritarios que utilizan la energía para ejercer presión y justificar sus políticas. La independencia energética nos dará poder y margen de control para elegir nuestras alianzas en el mundo.

Todas estas acciones sólo tienen sentido si se orientan al largo plazo y se adoptan por todos los gobiernos de la Unión, por eso sería interesante que, ahora que el debate constitucional se está retomando por la presidencia alemana, se hiciera mención expresa en la Constitución Europea (o como quiera que acabe llamándose), a la política energética y los desafíos del cambio climático.