Cine contra la ola de cemento
Un documental de Olaia Sendón denuncia la destrucción del paisaje y de la forma de vida tradicional en la Costa da Morte
La fuerza que sigue teniendo un género como el documental para denunciar los desmanes que ocurren en nuestros días se hace patente en A casa de Lola de Andrés, una película que en media hora intenta concienciar sobre las consecuencias que está teniendo para el paisaje y también para la vida de las personas el fenómeno de la proliferación de desastres urbanísticos en la costa gallega.
Olaia Sendón, autora del documental, se planteó inicialmente este trabajo como un tema para su tesis doctoral tras estudiar Comunicación Audiovisual en Barcelona, pero cuando se puso a investigar se dio cuenta de la fuerza emotiva que tienen las historias que escuchaba en el pueblo de Sardiñeiro, en Fisterra, donde pasa los veranos con su familia desde que era una niña. "Enseguida pude ver que lo que estaba sucediendo en el pueblo pedía un formato audiovisual. Al principio el problema inmobiliario iba a ser una cuestión tangencial, pero al final acabó por comerse todo el documental", señala.
Los vecinos no se declaran contentos pese a los beneficios por la venta de terrenos
El alcalde de Fisterra admite que nadie sabe a donde puede llevar el crecimiento urbanístico
La joven cineasta, hija del fotógrafo Manuel Sendón, trata de denunciar lo que está sucediendo en muchos puntos de la costa y, al mismo tiempo, transmitir la idea de que la memoria es un elemento "sutil" pero que está siempre presente "para quien la quiera escuchar". Es lo que sucede con la casa que da nombre al documental, que sigue viva en la memoria de los habitantes de Sardiñeiro pese a que ya ha dejado de existir físicamente.
En la cinta los vecinos del pueblo, algunos de edad avanzada, explican como el avance imparable de las constructoras ha acabado con el aspecto idílico de la que era una de las zonas más salvajes de la costa gallega y que amenaza con dejar de serlo si no se toman medidas inmediatas. Los habitantes de Sardiñeiro señalan que la proliferación de casas de veraneo ha cambiado la vida del pueblo, que ahora apenas cuenta con servicios, ya que todo el mundo tiene coche y cuando necesitan algo se va a Fisterra o Cee a comprarlo.
El documental comienza con la impactante imagen de una excavadora destruyendo la antigua casa de Lola de Andrés, que hasta hace unos años era un lugar de reunión de los vecinos del pueblo que acudían allí para cantar, charlar o realizar otras actividades. La casa, situada junto a la carretera, cumplía una labor social que ha quedado abandonada. En el lugar donde se encontraba el inmueble ahora se levanta, amenazante, el esqueleto de un edificio de apartamentos. Es toda una metáfora de lo que ha ocurrido en Sardiñeiro y en otros pueblos de la costa gallega.
Las opiniones de los vecinos descubren que no están contentos con lo que está sucediendo, aunque algunos han podido obtener un beneficio económico con la venta de terrenos para construir urbanizaciones. Pero el precio de ver como su pueblo ha dejado de ser lo que era les resulta demasiado alto. El alcalde de Fisterra, Juan Traba, también interviene para justificar que el crecimiento urbanístico en el municipio no está siendo tan desorbitado, pero al final acaba confesando que "nadie" puede saber hacia donde conduce el aumento exponencial de la construcción. Hasta un peregrino alemán se da cuenta de que todo se parece mucho a lo que ocurrió hace unas décadas en la costa mediterránea.
Algunos vecinos sí que tienen claro lo que va a suceder. Varios apuntan a emigrar como la única solución, ya que la industria ha desaparecido del pueblo. Las instalaciones de una antigua conservera se han convertido ahora en un complejo hotelero. Con cierta ingenuidad, una mariscadora explica que algunas de las nuevas construcciones son "bonitas", pero sólo están habitadas durante el verano. Y algunas ni eso porque sus propietarios las han comprado con el propósito de especular.
El documental se estrenó la noche del pasado sábado en la fragua de Sardiñeiro, un lugar con historia cinematográfica, ya que era uno de los espacios a los que acudía en los años 40 el fotógrafo de Muxía Ramón Caamaño para proyectar películas sin sonido. La mayoría de los habitantes de Sardiñeiro descubrieron el cine en esas sesiones y muchos se asustaban cuando veían aparecer un caballo o un tren en la sábana que servía como pantalla. "Las mujeres se agachaban cuando aparecía un grupo de caballos corriendo para dejarles pasar por encima", explica uno de los vecinos en el documental. El propio Caamaño era el encargado de relatar a los vecinos el desarrollo de la película.
Después de 50 años, el cine volvió a la fragua de Sardiñeiro, aunque en esta ocasión hubo hasta alfombra roja para recibir a los vecinos que participaron en la realización. El final de la película también es impactante. Durante un par de minutos se hace un recorrido por las decenas de carteles que hay en el pueblo con la leyenda Se vende. La vieja casa de Lola de Andrés ya no está allí.
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