Un plan de años
El nombre de Ramona Maneiro estará para siempre vinculado a la eutanasia. La madrugada del 12 de enero de 1998 sus manos acercaron el cianuro a los labios del tetrapléjico Ramón Sampedro -la primera persona que reclamó ante la justicia el derecho a morir con dignidad- para acabar con "29 años, 4 meses y algunos días de vida en el infierno", como escribió.
La muerte voluntaria de Madeleine Z. despierta envidia sana en Ramona Maneiro. "Se durmió con placidez, según he sabido. Era lo que soñaba Ramón y lo que pensaba yo que sucedería". Pero aquella madrugada de hace nueve años, en el piso que él había alquilado unos meses antes, no ocurrió lo mismo.
Tras leer ante una cámara una carta de denuncia por la "falsedad de la sociedad" y de exculpación, Ramón Sampedro sorbió el contenido del vaso. "Ya no había marcha atrás. Nos mirábamos y yo le seguía hablando con susurros. [...] Estaba contenta pensando que cerraría los ojos y se dormiría. Hasta luego, Ramón. Pero empezaron las convulsiones. Aguanté un poco mirándolo. Creía que iba a ser cosa de un instante, pero se alargó (...) Empecé a sentirme mal. Me agaché y me fui de allí gateando para no ser grabada por la cámara que seguía funcionando", cuenta Maneiro en su libro Querido Ramón.
Ramona Maneiro fue quien acercó el cianuro a la boca del tetrapléjico
Maneiro se refugió en el cuarto de baño y se tapó los oídos para no escuchar los quejidos. Se reprochó entre hipidos lo que estaba sucediendo. Incluso valoró la posibilidad de acercarse y abrazarlo. No lo hizo por no desbaratar un plan pergeñado durante años. Cuando cesaron las convulsiones, recogió la cámara y en el quicio de la puerta se dio la vuelta para mirarlo por última vez. Ramón había cumplido su deseo.
Ramona Maneiro pasó alguna noche en el calabozo, pero no se encontraron pruebas y él delito ya ha prescrito. La historia de Sampedro, recreada en la película de Alejandro Amenábar, Mar adentro, ganó un Oscar.
"Los Gobiernos sólo se refieren a la eutanasia durante la campaña electoral. Luego les molesta afrontar el problema. Yo lo hice por amor, pero es de sentido común que se acepte", dice Maneiro.
La familia aún ve a Maneiro como una asesina, pero ella sigue recibiendo llamadas que le piden que repita lo que hizo aquella madrugada de enero. No tiene claro si volvería a hacerlo o no en un caso similar, pero afirma: "A mí me gustaría que me ayudasen llegado el momento". Sin embargo, no está a favor de que se aplicara la eutanasia a la madre de su actual pareja, a pesar de que tiene 87 años y padece demencia senil.
Tampoco va, con otros amigos, a recordar a Sampedro en la playa de As Furnas, en Porto do Son, el lugar donde Ramón se zambulló el 23 de agosto de 1968, fracturándose la séptima vértebra cervical.
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