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Reportaje:

Australia vive la mayor pesadilla del cambio climático

Los ciudadanos afrontan con angustia la sequía extrema tras seis años sin apenas lluvias, y temen que sea un anticipo del futuro

Anotan minuciosamente en un calendario cada gota de agua que cae. Las últimas lluvias se remontan al 16 de noviembre: 2 milímetros. El 3 de noviembre: 3 milímetros. Octubre: nada. Septiembre: 11 milímetros en total. Agosto: 4 tristes milímetros. Clem y Cheryle Hodges explotan desde hace 38 años la granja de Toongarah, a seis horas de Sidney. Nunca han conocido un desastre semejante. Y ni sus padres ni sus abuelos han visto sus tierras tan resecas.

Australia no es sólo desierto rojo, tiene un tapiz de campos de cereales, pastos, huertos de frutales y viñas, fértil hasta que desde hace cinco años se está volviendo color sepia. 2006 batió récords. Los caudales de los ríos Murray y Darling, que alimentan a toda la región, no llegan al 10% de su nivel medio.

Las moscas, ávidas de humedad, se pegan a las bocas de hombres y animales
"Es la primera vez que llevo agua en un camión a los abrevaderos", dice Kerry Morrisey

Los arroyos están secos. En las praderas la escasa hierba es paja. El trigo y la cebada no han crecido sobre la tierra cuarteada, o han crecido muy poco. Grandes esqueletos de eucaliptos estiran sus ramas desnudas hacia el cielo de un azul despiadado. Cada paso levanta una nube de polvo rojizo. Las moscas, ávidas de humedad, se pegan a los ojos y bocas de hombres y animales.

La familia Hodges acaba de recoger la cosecha. Lo hizo rápido: el rendimiento ha caído en un 90%. "Esta parcela de trigo ha producido media tonelada por hectárea, eran tres en tiempo normal", comenta Clem. "Aquélla no vale la pena recolectarla, la avena no asoma de la tierra". Mientras los hombres están en el campo, las mujeres se afanan en el jardín. En Australia cuidar el jardín es sagrado. Cheryle intenta encarnizadamente mantener con vida dos rosales de ramas mustias y algunas hortalizas plantadas en neumáticos para retener la humedad. Para beber y lavarse aun hay agua de lluvia en las cisternas, pero el verano no ha hecho más que empezar.

"Este año será el peor de nuestra historia", explica Clem. "Con nuestra carne, nuestras hortalizas, la venta de ovejas y la ayuda del Gobierno, tenemos justo para sobrevivir". Pero como la mayoría de los campesinos australianos, los Hodges prefieren callar sus desdichas y hablar de otra cosa, riéndose de todo. El viernes por la noche, todos los vecinos se reúnen en un pub de Bogan Gate, una aldehuela perdida en la línea de ferrocarril que une Sidney y Perth, con una cerveza en la mano. Aquí, "todo el mundo está en el mismo barco", afirma Kerry Morrisey.

Los embalses están completamente secos en la granja de Kerry y de Wayne, su marido. "Es la primera vez en mi vida que tengo que llevar el agua a los campos con un camión para rellenar los abrevaderos", cuenta ella. "Pero las ovejas se empeñan en ir a los embalses vacíos y mueren atrapadas en el fango". La ayuda del Gobierno "pone comida en la mesa, pero no paga las deudas". Kerry señala que hay "varias propiedades en venta en la zona".

En el pub han desaparecido algunas caras. "Aquí los hombres no manifiestan sus emociones", señala Colin McKay, un amigo de los Hodges. "Quien viene al pub y discute se mantiene en su sano juicio. Hay que preocuparse por los que no aparecen". Los rumores circulan: supuestamente, cada cuatro días se suicida un campesino. Los Asistentes para la Sequía, una nueva categoría de funcionarios del Ministerio de Agricultura, no confirman ninguna cifra, pero el asunto "es una preocupación seria", según ellos. La reverenda Vicky Cullen "ha enterrado a tres jóvenes campesinos este año. No se les llama suicidios porque parecen accidentes de coche", señala.

Deprimida, agotada y endeudada hasta el cuello, la Australia rural espera la lluvia. ¿Es esta terrible sequía consecuencia del calentamiento global? ¿Y un anticipo del clima futuro? Australia está habituada a los extremos climáticos. El episodio actual se compara con la sequía de la Federación, a finales del siglo XIX, pero la supera en gravedad. A consecuencia de la sequía y el calor acumulados, los incendios de los bosques adquieren también una magnitud sin precedentes. Atizados por el viento, han destruido alrededor de 850.000 hectáreas en tres Estados.

"Prefiero pensar que esto forma parte de un gran ciclo que se repite cada 100 años y que no veré nunca más otro igual", dice uno de los hijos de los Hodges. Todos encuentran motivos para la esperanza en la lectura de los históricos de precipitaciones, que evidencian la vuelta de las lluvias después de los períodos secos. "Ser campesino en Australia siempre ha sido una lotería", recuerda Jack Munro, agricultor de Ranking Springs. "No worries", no te preocupes, es la expresión favorita de los australianos. Pero la angustia cala. Cheryle ha sido "escéptica durante mucho tiempo respecto al cambio climático. Pero algo nuevo está ocurriendo", explica: "Llegamos a tener dos años seguidos de sequía, pero no cinco. Y no en todo el país a la vez". Muchos dicen que, desde ahora, Australia entra "en un terreno desconocido".

Los regantes son los que más deben preocuparse. Gracias a sus derechos de uso del agua de los ríos y del agua subterránea, sus granjas son como oasis en el desierto. Ellos también han intentado minimizar el impacto de la sequía. "Hemos hecho muchos progresos", se defiende Nyce Dalton, agricultor de la región de Griffith. "En los años cincuenta, producíamos cinco toneladas de arroz por hectárea y gastábamos 20.000 metros cúbicos de agua. Ahora estamos en 10 toneladas con 12.000 metros cúbicos". En viñedos y huertos se populariza el riego por goteo. Algunos viticultores controlan por ordenador el índice de humedad de sus tierras. Con sequía no se les permite bombear más que una parte de sus cuotas de agua.

"La mayor parte de los agricultores son grandes optimistas y están convencidos de que las lluvias volverán", señala Peter Cullen, profesor honorario de la Universidad de Canberra y especialista en recursos hídricos. "Pero yo creo que el país está en vías de resecarse". "La temperatura ha aumentado una media de 0,8 grados desde 1960", puntualiza Bryson Bates, director de la Unidad Climática de CSIRO (siglas en inglés de la Organización para la Investigación Científica e Industrial de la Commonwealth). "El régimen de lluvias se ha modificado y el clima es más seco. No hay grandes inundaciones. Los modelos prevén un clima más cálido y seco en el tercio meridional del país" donde se concentran la población y la producción agrícolas.Pero los interesados, pertinaces, no piensan ceder. "Somos flexibles, nos adaptaremos", replica David Sykes, cerealista y ganadero en Temora. "Utilizaremos variedades adaptadas al clima y cambiaremos nuestras técnicas de cultivo para preservar la humedad de los suelos". Su mujer, Gina, le espeta: "¡No podemos desaparecer! La gente tiene que comer ¿no?".

Traducción de News Clips.

© Le Monde.

Clem Hodges y su nieto Jeremy, en uno de sus campos agostados.
Clem Hodges y su nieto Jeremy, en uno de sus campos agostados.AGENCE VU / TAMARA DEAN / OCULI

Malos augurios

Para el ministro federal de Medio Ambiente, Ian Campbell, "se pierde credibilidad cuando se relaciona un hecho puntual como éste con el cambio climático, que es un fenómeno a largo plazo. Pero se puede afirmar que si no atacamos el problema del recalentamiento, esta clase de episodios se repetirán. Podría ser un anticipo del futuro".

El Gobierno ha concedido miles de millones de euros para los agricultores. "Es la primera vez que nos beneficiamos de una ayuda semejante", dice jovialmente Jack Munro. "El Gobierno reconoce que es necesario mantener una masa crítica de agricultores sin la cual el campo se vaciaría". El sector desempeña un papel económico nada desdeñable: el 64% de la producción se exporta. La sequía australiana ha contribuido al alza de la cotización mundial del trigo.

Algunos no ven claro el porvenir de la agricultura australiana. El economista británico Nicholas Stern estima que zonas enteras del país dejarán de producir. El geógrafo Jared Diamond, en su obra Colapso, considera que Australia es una de las zonas más vulnerables del planeta, pues ya sobreexplota su suelo y su agua.

Los australianos tienen sobre el tema unas palabras clave: "El mercado decide quién sobrevive". Todo el mundo predice que, en el futuro, algunas zonas del territorio serán viables y otras no. Falta saber dónde estará la frontera, si cerca o lejos de casa.

Grandes remedios

"Somos compradores", explica el ministro Ian Campbell. "Necesitamos excedentes de agua en los ríos para preservar el medio ambiente". Pero ni Sidney, ni Melbourne, ni Brisbane, ni Perth se nutren de los mismos ríos que los campesinos. Dependen de la lluvia y buscan soluciones con un frenesí de grandes proyectos. Como nuevos y grandes embalses, dado que los que ahora alimentan las capitales regionales alcanzan niveles peligrosamente bajos y las restricciones son generales. Esta construcción es muy controvertida. "Si no tengo dinero en mi cartera, no resolveré el problema procurándome otra cartera", bromea Raymond Nias de WWF / Adena. "Sin lluvia, un embalse no es más que un muro muy caro".

Otra solución son las plantas desalinizadoras de agua marina, la primera de las cuales se inauguró en noviembre en Perth. ?También se explora la posibilidad del reciclaje del agua y se fomenta el ahorro. Gracias a estas políticas, la Australia urbana no morirá de sed, pero pagará su agua cada vez más cara. Mientras, los urbanitas acusan de la carestía a la agricultura, que se lleva el 70% de las concesiones. "Tenemos el hábito de considerar el agua como un derecho adquirido, e incluso de derrocharla", afirma Malcom Thompson. "Entramos en una nueva época. Si las lluvias no vuelven a su nivel anterior deberemos replanteárnoslo todo, aunque el proceso sea doloroso".

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