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Bomba, negacionismo y doble moral

"Si usted no cumple sus compromisos le pondrán bombas. Y si no hay bombas es porque ha cedido". La calumnia, una vez más. El cepo sin salida posible. Ni el pan ni la sal. Con bombas y sin ellas. Frase histórica, digna de ser acuñada en bronce indestructible, para eterna vergüenza de quien la pronunció.

Todos sabíamos que el reciente intento de asentar la paz en Euskadi era endiabladamente difícil y podía fallar. Así ha sido, según evidencia el atentado de Barajas. "El Gobierno no ha hecho ni un solo gesto a lo largo del proceso. Todavía menos que Aznar", precisaba en tono quejumbroso el portavoz de Batasuna días antes del desenlace fatal. Desenlace que deja patente, al menos, un hecho que resulta obligado subrayar: ¿dónde estaban las concesiones imperdonables, las claudicaciones inadmisibles, la rendición vergonzosa que, según repetía insidiosamente la oposición, estaba perpetrando el Gobierno? A estas alturas la respuesta, que ya era evidente, se ve ratificada de forma más concluyente que nunca: aquellas entregas, concesiones, traiciones y rendiciones estaban en un sitio muy concreto y perfectamente definido: en el mismo lugar que las armas de destrucción masiva iraquíes. Es decir, en ninguna parte, salvo en la mente y la lengua de los calumniadores. Por primera vez en las tres décadas de nuestra democracia, la política del Gobierno español frente al terrorismo no se ha visto respaldada por la oposición. Contra todo pronóstico, en estos últimos nueve meses, la unidad y la eficacia de esa política se ha visto gravemente entorpecida y debilitada por un extraño fenómeno: la sistemática actitud negacionista y obstruccionista del partido de la oposición. (Negacionismo: actitud cínica e inmoral de quien niega sistemáticamente aquellas acciones que realizó tiempo atrás).

Apenas ocho años después de los hechos de 1997-1999, aquellos que legítimamente protagonizaron aquel intento, en estos últimos tiempos, con desparpajo inaudito y sorprendente deslealtad, incurren en un descarado negacionismo, negando todo lo que hicieron y dijeron, para poder así descalificar a quienes -también con absoluta legitimidad- intentaban lo mismo que ellos intentaron, incluso sin haber dado aún la serie de pasos y concesiones que ellos mismos llegaron a consumar.

Dime qué vídeo montas y te diré quién eres. Dime qué atentados cometidos bajo un determinado gobierno atribuyes falsamente al período de otro gobierno y te diré cuál es el nivel ético de tu actuación. Dime qué disturbios registrados en las calles colombianas utilizas para demostrar la gran inseguridad que reina en las calles españolas, y te diré hasta qué nivel de bajeza ha descendido tu altura moral. Chapuza, burda falsedad, soez manipulación.

La grotesca falsedad del vídeo elaborado en su momento por la oposición fue respondida por otro vídeo -imprescindible, pero imperdonablemente tardío- que se limitó a recoger, escuetamente y sin apenas adjetivos, por orden cronológico, los intentos, reuniones, comparecencias, pronunciamientos orales y escritos, promesas de generosidad (con sus textos literales, innegables, irreductibles) referentes a aquel intento de negociación con ETA, que mostraban la flagrante falsedad de su negación actual: acercamiento de 135 presos, excarcelación de 200, regreso a España de más de 300 etarras que vivían en el extranjero, contactos del Gobierno con Batasuna en Burgos y con la propia ETA en Zúrich. "Sabremos ser generosos". "Nos abrimos al perdón y a la generosidad". "No tiene por qué haber ni vencedores ni vencidos". "Quiero que los españoles sepan que he autorizado contactos con el Movimiento Vasco de Liberación". Etcétera. Legítimo esfuerzo de aquel Gobierno de 1998, y legítimo derecho que en 2006, arbitraria e injustamente, se le ha negado al Gobierno actual, en una manifestación de cínica deslealtad.

El hecho de que un par de dirigentes socialistas vascos se reunieran en su momento con miembros de Batasuna mereció valoraciones tan objetivas como éstas: "El Gobierno, de rodillas frente a ETA". "Vergonzosa rendición". "Indignidad". "Desprecio a las víctimas". "Traición a los muertos", entre otros patrióticos improperios, que ensuciaron la boca de quienes los pronunciaron. En cambio, cuando tres enviados de la máxima confianza del presidente Aznar se reunieron con los más caracterizados miembros de la cúpula etarra, nadie incurrió en la infamia de decir que aquello era rendición, ni indignidad, ni traición alguna. Porque aquel Gobierno tenía enfrente a una oposición democrática con un sentido del Estado del que patéticamente carece la oposición actual.

Inevitablemente, acude a nuestro recuerdo una vieja viñeta de Máximo. El guía del Museo Universal del Armamento muestra a un grupo de visitantes un par de enormes misiles, milimétricamente iguales: "Observen la portentosa característica de estos dos misiles, que, siendo exactamente iguales, el uno sirve para defender la paz, y el otro para atacarla". Estamos en la misma ridícula ambivalencia, pero ahora no es un chiste sino una triste desgracia. La grotesca pretensión de que aquellos actos e iniciativas gubernamentales que hace ocho años eran válidos, generosos y patrióticos han pasado a ser ahora cobardes, entreguistas y traicioneros es fruto de mentes taradas, o, peor aún, de mentes lúcidas que, conociendo la profunda falsedad de su discurso, saben también, o creen saber, la utilidad de la calumnia como arma de desgaste electoral. Baja calaña moral. Sucia jugada, con independencia del resultado final.

Sin duda, la culpa del coche bomba de Barajas la tienen aquellos criminales que lo hicieron estallar. Pero este dato innegable no puede impedir esta flagrante constatación: la doble moral, con la mezquina, negacionista y calumniosa falta de apoyo en materia antiterrorista que, sin escrúpulo alguno, ha caracterizado a la actual oposición durante la pasada tregua, que tan trágicamente ha llegado a su fin.

Prudencio García es investigador y consultor internacional del Instituto Ciencia y Sociedad.

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