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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Parada doble

La empresa Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) lleva un tiempo publicitando la parada doble en algunas líneas de autobuses de la ciudad. Antiguamente, en las paradas en las que confluían varias líneas y coincidían más de un autobús al mismo tiempo, había que calcular la distancia y dejarse llevar por una mezcla de intuición y esperanza que, casi siempre, resolvía la situación. Esto daba lugar a movimientos masivos de usuarios que corrían hacia el segundo autobús y comprobaban que el conductor les indicaba que ya abriría las puertas cuando llegara a la parada. Era una coreografía ingenua, algo absurda y, a ratos, incluso divertida. Por lo visto, esos movimientos estaban adquiriendo dimensión de tumulto ridículo y ponían en peligro el siempre vulnerable orden público. Para evitarlo, pues, TMB se ha sacado de la manga la parada doble. Según la prosa propagandística de la empresa, el invento agilizará las subidas y bajadas y favorecerá la circulación.

A partir de ahora, si estás esperando en la marquesina y llega tu autobús, deberás subir en la zona indicada como Punto Parada 1. En cambio, si cuando llega tu autobus hay otro que ocupa la zona del Punto Parada 1, deberás situarte en el Punto Parada 2. ¿A que mola? ¿Cuál es la diferencia entre esta nueva metodología y la antigua? Pues que ahora el segundo (o tercer) autobús no volverá a detenerse en la parada, ya que interpretará que tú eres lo suficientemente listo para saber que tu obligación es conocer el nuevo protocolo de TMB (y si te quedas sin subir al autobús y te pilla un cabreo de miedo, bienvenido al club de los humillados y ofendidos).

Consciente de la dificultad de esta operación, el otro día me situé en una de las paradas con doble parada y observé al personal, algo confuso y cabreado, sobre todo cuando en una misma parada coincidían no dos, sino tres autobuses. Al final, me subí al tercero en un inexistente Punto de Parada 3 y tuve la suerte de dar con uno de los últimos modelos, espaciosos y con un diseño interior que me tuvo entretenido todo el viaje. Acababa de comprarme El libro de los fracasos heroicos, de Stephen Pile, y me puse a hojearlo cómodamente sentado en un asiento cuyo respaldo y asiento están recubiertos de un terciopelo de color granate con un estampado que reproduce la geométrica cuadrícula del Ensanche y su todopoderosa y transversal Diagonal. En la página 14 leí el artículo que el autor dedica a "El peor servicio de autobuses". Pile lo sitúa en la línea que va de Hanley a Bagnall, en Staffordshire. "En 1976 se informó de que los autobuses ya no paraban a recoger a los pasajeros. La noticia salió a la luz cuando uno de estos pasajeros protestó porque los autobuses que hacían la ruta pasaban de largo con frecuencia ante colas de hasta 30 pasajeros. El concejal Arthur Cholerton entró en la historia del transporte al declarar que si los autobuses se paraban a recoger a los pasajeros retrasaban los horarios establecidos".

En efecto, a veces da la impresión de que los usuarios del transporte público molestamos y que por nuestra culpa se producen retrasos, situaciones desagradables y hasta caídas y accidentes intolerables que no se producirían si fuéramos en taxi o, mejor aún, si nuestros padres no hubieran tenido la desagradable ocurrencia de engendrarnos. El azar, sin embargo, quiso que el viaje fuera cómodo y agradable. El conductor escuchaba una radio prohibida por el código interno de la empresa, que amenizó el trayecto. "Zapatero a tus zapatos", decía un tertuliano, y más tarde todos pudimos escuchar como Santi Santamaría anunciaba sus insufribles utensilios de cocina.

El pasajero que no lleve lectura puede entretenerse con los diferentes avisos que decoran el interior del autobús: "La señal acústica indica el movimiento de la rampa" (una información valiosa para los que utilizan silla de ruedas) o "la multa por viajar sin billete es de 40 euros" (la primera vez que subí a un autobús en esta ciudad la misma multa estaba valorada en 500 pesetas).

Los nuevos modelos de autobús que circulan por la ciudad de las dobles paradas vuelven a tener tres puertas (delante, en medio, detrás), una distribución de espacio que nunca debió perderse y que, por motivos incomprensibles para el sentido común, desapareció durante décadas, condenando al viajero a abrirse paso a codazo limpio, como un aventurero inventando un camino a golpe de machete en medio de la selva. Las barras de sujeción son más curvas que antes, hay zonas de metacrilato a prueba de Rijkaard y también un aviso que promete que si envías un SMS al número 7412 te informarán sobre la hora de llegada del bus que estés esperando. La asombrosa mejoría de la tecnología, sin embargo, no parece haber afectado a las máquinas en las que los usuarios deben introducir sus tarjetas multiviajes para validar su billete. Siguen sonando como un pato al que le sometieran a una descarga eléctrica y eso, me temo, no hay doble parada que lo arregle.

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