Gran coalición en Viena
Viena ha vuelto a la fórmula de Gobierno de la gran coalición entre socialdemócratas y conservadores, casi una tradición en Austria a la que se adjudican tanto los muchos éxitos en el espectacular desarrollo y bienestar económico y social de este pequeño país alpino como muchos de los defectos del mismo. Tras un paréntesis de siete años en los que el histórico Partido Socialista (SPÖ) fue enviado a la oposición por una controvertida alianza de los conservadores del Partido Popular (ÖVP) y los derechistas del Partido Liberal (FPÖ) de Jörg Haider, los dos grandes partidos han preferido, pese a sus graves diferencias, gobernar juntos a repetir las elecciones.
El hundimiento de la opción de Haider, aquel líder populista ultraderechista cuya entrada en el Gobierno le costó a Austria la imposición de sanciones por parte de la UE, hacía muy difícil otra alternativa. Pero además, esta gran coalición contará con la mayoría de dos tercios suficiente para imponer reformas constitucionales y afrontar cambios también en el régimen de competencias en el Estado federal. Cierto es que en anteriores ediciones de grandes coaliciones roji-negras, muchos planes de reformas eran rápidamente olvidados para evitar conflictos en el reparto del poder. Pero los tiempos son otros y ahora la sociedad austriaca sí ha visto en un pasado cercano reformas con efectos inmediatos positivos sobre sus vidas.
Paradójicamente, la solución adoptada, que ha convertido al socialista Alfred Gusenbauer en canciller federal, ha sido mucho mejor valorada por la opinión pública y el presidente de la República Heinz Fischer que por la militancia y los barones socialistas, que se han lanzado a una indignada revuelta y acusado al nuevo canciller de haber acordado la coalición a sus espaldas. Gran parte de los llamados barones rojos preferían un Gobierno minoritario que plantease políticas más populistas que les beneficiaran en sus propios territorios. Pero, en general, la sociedad austriaca es consciente de que en los últimos años se han acometido, con la colaboración de la oposición, un sinnúmero de reformas liberalizadoras que han cimentado la competitividad y el éxito económico de los últimos años. No parece que las reticencias de esos barones sean capaces de sabotear esta nueva experiencia de gran coalición; pero si lo lograran tendrían seguramente que pagar los platos rotos de unas nuevas elecciones con resultados inciertos.
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