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La ofensiva terrorista
Columna
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Desaparecer

Josep Ramoneda

Con el mismo desprecio por la lógica que por la vida de las personas, ETA nos ha dicho que mantiene vigente el alto al fuego pero que se siente autorizada a seguir atentando. O sea que ha roto la tregua por los hechos -el bombazo de la T-4- y por la explícita voluntad de seguir practicando el terrorismo. Es decir, de seguir matando indiscriminadamente a ciudadanos con el objeto de atemorizar y sembrar el pánico en la población. ETA, por tanto, sigue creyendo que la violencia es el mejor instrumento del que dispone para alcanzar sus fines. Con lo cual ya no hay que dar más vueltas a sus comunicados. ETA no está dispuesta a asumir las condiciones exigibles para un final negociado.

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Al mismo tiempo, al estar esclavizada por su propia violencia -en una confusión de medios y fines muy característica de estas organizaciones- ETA rebaja muy sensiblemente sus objetivos. En realidad, tiene un único fin: sobrevivir como organización terrorista. Si mantienen la violencia, aún sabiendo perfectamente que no conseguirán ninguno de sus objetivos políticos, es porque tienen miedo a perder relevancia rápidamente si los defienden por medios pacíficos. Hay mucha gente en España, especialmente en la derecha, que piensa que es mejor una ETA de baja intensidad, como dicen los más cínicos, que el fin de la violencia, porque sin ésta nadie puede garantizar que Euskadi no se vaya algún día. El miedo que ETA tiene a la libertad debería tranquilizarles.

Dejemos por tanto a ETA con sus comunicados que sólo sirvan para contaminar un poco más el ambiente y pensemos en el futuro. El futuro significa optimizar los aspectos positivos -que como en toda crisis también los hay- de este frustrante episodio, para diseñar el camino a seguir. El primero de ellos es que la propia ETA ha puesto el listón a la máxima altura. A partir de ahora ningún Gobierno, sea del signo que sea, se meterá en la aventura de la solución negociada si ETA no anuncia previamente el abandono definitivo de las armas. Tres experiencias fracasadas con Gobiernos distintos son demasiadas para poder volver a confiar. ETA tenía una última oportunidad y no lo ha sabido entender. La próxima vez ya sabe cuáles son las reglas: ella misma, quizás sin darse cuenta, las ha definido.

La segunda novedad es la aparición de contraposiciones sensibles de intereses entre ETA y Batasuna. Para decirlo con un ejemplo claro, Otegi sabe que si ETA sigue haciendo de las suyas a él sólo le queda el exilio o la cárcel. Es proverbial la cobardía de los dirigentes de Batasuna y, como siempre, todos se han plegado a los designios del comando. Pero cuando la contradicción es tan fuerte -ETA una vez más ha demostrado que Batasuna le tiene sin cuidado- puede acabar aflorando. Y ETA lo sabe. No en vano circulan rumores que indican que ETA tiene ya su lista de potenciales desertores. El Gobierno haría bien en incentivar la deserción. Y hay medios para hacerlo sin necesidad de caer en el siempre peligroso juego a la italiana de los delatores y de los arrepentidos.

En fin, el tercer dato relevante es el giro estratégico del PNV bajo el liderazgo de Josu Jon Imaz. El PNV esta vez ha estado del lado bueno durante todo el proceso. En ningún momento ha jugado a enredar con la otra parte. Precisamente por esto al romperse la tregua lo que está sobre la mesa no es la reproducción del frentismo que siguió a la tregua anterior -por mucho que el PP e Ibarretxe parezcan empeñados en repetirlo- sino la ampliación del Pacto Antiterrorista. Es de sentido común que el Gobierno ha de hacer lo necesario para buscar un pacto incluyente que integre al PNV.

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Mucha gente sigue insistiendo en que, a pesar de todo, habrá que volver a dialogar. Se entiende las ganas de que todo esto acabe, y de que acabe con palabras y no a tiros. Pero dialogar requiere un mínimo lenguaje común que haga posible el entendimiento y una disposición de las partes a escuchar al adversario y sus razones. Con ETA no cabe. A lo sumo, por tanto, cabría negociar en términos estrictos de intercambio de intereses. Pero desde el momento en que ETA nos dice que su única razón de ser es la violencia, la negociación es imposible. Salvo que acepte desaparecer.

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