_
_
_
_
Reportaje:

A la caza del tesoro

Paseantes y chatarreros compiten por quedarse con los muebles abandonados en las calles

J. A. Aunión

Una enorme alacena es transportada a duras penas cuesta abajo por la calle del Pez, en distrito de Centro, por Julián, un técnico de sonido de 47 años, y dos amigos. La alacena, antigua, muy bonita, es también muy pesada, así que los tres tienen que hacer un descanso. No están de mudanza, explica Julián, acaban de encontrar el mueble en la calle, en la Corredera Alta de San Pablo, mientras paseaban, y no se han podido resistir.

Son las 23.30 del 3 de enero, día de recogida de muebles y trastos viejos en el barrio de Malasaña. Desde media tarde, las calles se han ido llenando de todo tipo de objetos (sillones, somieres, colchones, pantallas de ordenador, cuadros, cintas de vídeo...) que el Ayuntamiento recogerá para llevarlos al vertedero de Valdemingómez. Así lo anunciaban desde varios días antes los carteles pegados en los portales del barrio. Los empleados municipales empezarán a trabajar hacia la medianoche; eso sí, recogerán sólo lo que quede.

El Ayuntamiento recogerá a partir de este año los trastos una vez al mes en Centro

Porque desde mitad de la tarde, los transeúntes como Julián se han ido quedando lo que les gustaba. David Albeo (24 años) se ha adelantado. Una amiga le dijo que iba a dejar un somier y una silla para que lo recogiera el Ayuntamiento, y David le respondió que se lo quedaría él, cuenta entre las calles de Fuencarral y Velarde con los objetos en la mano. "Yo siempre recojo por el barrio rótulos de tiendas, puertas o espejos para después pintarlos", explica este joven artista que va a abrir una tienda para vender los artículos retocados. Pero los buscadores de curiosidades tienen duros competidores: "Nos daremos una vuelta después, a ver si nos dejan algo los chatarreros", dice un amigo de David.

Hasta una docena de pequeños camiones pasan por la zona en busca de la chatarra. Jorge, de 26 años, va acompañado de su familia: su mujer y dos niños. "Sólo me llevo lo metálico", explica mientras arranca las patas de una mesa entre las calles de Ruiz y de Carranza. Siempre se acerca a los barrios el día de la recogida. "¿Que cómo sale la cosa? Así, así", dice con un gesto de la mano. El kilo de aluminio se paga entre 60 céntimos y 1,45 euros, y por el de plomo, unos 50 céntimos, explican en la empresa Recuperaciones Sánchez.

Entre los paseantes, además de los buscadores casuales existen auténticos veteranos. El francés Jerome Gittenard (28 años) y Cedina Narchil, mexicana de 27, conocen la fecha de la recogida en cada barrio y se desplazan hasta allí. En la casa de él hay mesas, sillas y cuadros recogidos en la calle.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Junto con la opción de arramplar con los muebles viejos de familiares y amigos, reciclar estos artículos callejeros (algunos están en muy buen estado) es la otra posibilidad de llenar o completar una casa gratis, ideal para estudiantes. Lo único que hace falta es paciencia para patear y rebuscar (gran parte de las cosas están en mal estado). Así lo hacen Jerome y Cedina.

El goteo de trastos es continuo en el eventual escaparate en que se convierten las aceras desde las siete de la tarde. A esa hora, ya había un sillón de orejas en la calle de la Madera en el que descansaban y fumaban dos indigentes, mientras un vecino oriental depositaba un poco más arriba una vieja maleta. Un paseo por el barrio deja claro que muchos vecinos de Malasaña han cambiado estas navidades la cama. Los colchones no tienen éxito, los somieres sí, como demuestra una señora que protege más de media docena en la calle de San Vicente Ferrer a la espera de que llegue su marido con la furgoneta.

También se distinguen los tipos de buscadores. A los exigentes -dos mujeres de mediana edad miran durante largo rato para terminar desechando el cabecero de una cama- y a los tímidos -un hombre de unos 50 años coge dos pequeños cuadros con un movimiento ágil y rápido mientras mira hacia ambos lados, para echar a andar justo después a buen paso-. Otros no tienen problema en reconocer que buscan entre los trastos. Como Dolores, de 65 años, que espera encontrar un marco para una foto en la Corredera Alta de San Pablo. A partir de este año, el Ayuntamiento recogerá los trastos todos los meses, en la almendra central de la ciudad. En 2005, este servicio recogió 3.590 toneladas de muebles y trastos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_