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Reportaje:Los Magos de Oriente llegan a Madrid

Sueños mágicos y mestizos

Miles de niños y adultos, muchos inmigrantes, llenaron el paseo de la Castellana para recibir a los Reyes Magos

Ariel Ruiz, de 20 años, se encontró ayer por primera vez en su vida cara a cara con los tres Reyes Magos, siempre ha vivido en Bolivia y cuenta que allí no se celebra Cabalgata. Así que este boliviano, que lleva sólo tres meses asentado en Madrid, se plantó por la tarde con su mujer y su niño de un año y medio en pleno paseo de la Castellana para ver pasar la comitiva real. Se los imaginó "jóvenes, con ropa brillante, mestizos y con pantalones con muchos bolsillos". Ariel pidió a sus Majestades "un trabajo ya, ¡y de lo que sea!".

Sus Majestades pidieron "un mundo de paz y justicia, en el que los continentes se unan"

Como esta familia, 800.000 personas, muchos de ellos inmigrantes, fijaron ayer las miradas en lo alto para ver pasar en sus carrozas de luces de colores a Melchor, Gaspar y Baltasar, en su último paseo antes de pasar la noche repartiendo regalos. Fue una tarde mágica por las calles de Madrid donde los sueños volaron y las peticiones se lanzaron a gritos.

El Ayuntamiento de Madrid habilitó en el paseo de la Castellana, por donde discurrió el recorrido real, unas gradas de acceso libre hasta completar el aforo. Las obras que sufre Madrid hicieron que el tradicional recorrido de la Cabalgata -desde el parque de El Retiro hasta la Plaza Mayor- se cambiase este año a un desfile por toda la Castellana con final en la plaza de Cibeles.

El metro se llenó de gente, igual que los aparcamientos públicos de toda la zona. Un grupo de obreros comenzó a colocar a la hora de comer las vallas de protección. A 14.30, tres horas y media antes de empezar la fiesta, ya había una gran cola para coger sitio en las gradas.

Cuando se terminaron los huecos empezaron los disgustos. El centenar de encargados -chicos y chicas veinteañeros- que controlaban los accesos a las tribunas, no daban abasto para frenar a la gente que quería apelotonarse con tal de tener una visión privilegiada. "No puedo dejar pasar más gente... ¿Y si esto se hunde por sobrepeso?", explicaba una de las chicas de la organización a una señora que se empeñaba en no quitarse de las escaleras de acceso. "Pues en todas las gradas se está incumpliendo esa normativa que estás diciendo", se chivó la mujer, señalando a las gradas de enfrente, donde la gente se apelotonaba sin dejar paso a las salidas de emergencia.

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"¡Aquí no se ve nada!", era la frase más repetida entre la multitud, seguida de otras como

"pero, ¿dónde estás?" (por el teléfono móvil) o "vamos a ver si nos colamos". Muchos intentaban antes de empezar el desfile cruzar de un lado a otro; algo que se hizo imposible.

Pero sólo hubo sitio para los madrugadores. Raquel y Miguel consiguieron tres plazas en la primera fila de las casi cuatro mil sillas instaladas frente a la plaza de Cibeles: "Hemos llegado a las tres menos diez de la tarde desde nuestro pueblo, Coslada, y para entretenernos tenemos caramelos, roscón y mantas para abrigarnos". Su hija pequeña, Paula, de seis años, pidió a Melchor, su Rey Mago favorito, "La Barbie Baila Conmigo y el estudio de mechas".

Las barbies compitieron entre las preferencias de los pequeños con otras muñecas de moda, las bratzs, y con los juguetes relacionados con la película que arrasó el verano pasado: Piratas del Caribe II y con un clásico del cómic: Spiderman.

"Yo he pedido dos mascotas", contó una niña. ¿Dos perritos? "No, no, es un juego de la Nintendo", aclaró la pequeña. Y es que los camellos reales también llegaron cargados de juguetes electrónicos, como "el perrito robótico" que había pedido Saúl por carta a sus majestades y la ya conocida PlayStation. Entre los mayores, Verónica Allero, de 37 años contó que estaba satisfecha con su vida porque consigue "todo lo que desea". "Una vez tenía muchas ganas de tener un coche, lo pedí con muchas fuerzas y al día siguiente me llamó una vecina y me dijo que me regalaba el suyo. Así que ¡vivan los Reyes Magos!", aseguró.

Félix Reyero tampoco pudo coger asiento en las gradas y se quedó con sus hijos Jesús y Miguel Ángel, de cinco y dos años, junto a las vallas instaladas por el Ayuntamiento de Madrid. "El pequeño está durmiendo en el carrito, pero ya verás como se despierta en cuanto lleguen", comentó.

Ante la falta de sitio, muchos fueron previsores y decidieron cargar desde casa con escaleras.

Pepe aguardaba junto a siete de estas improvisadas butacas junto a sus hijos, sobrinos y amigos. "Menos mal que no llueve", se animó. "Parece ser que este año no nos vamos a desteñir los vaqueros", añadía mientras los chavales, expectantes, enumeraban sus respectivos deseos, en los que destacaba un regalo sobre los demás: "¡La PSP! (un modelo de consola)". Otros se encaramaron a árboles, hicieron peligrosos equilibrios sobre las barandillas y un contenedor de basura llegó a soportar el peso de hasta siete pequeños.

La gente pasó la interminable espera mirando un manojo de decenas de globos que se le escapó a un vendedor y se perdió en el cielo; y también comiendo y cantando, ante la falta de música en los preliminares del desfile. "¡Hola don Pepito!", gritaba un lado de la Castellana. "¡Hola don José!", respondían los de enfrente. "¡Aquí está todo Madrid!", gritó alguien antes de que, por fin, asomase por las calles una moto de la Policía Municipal abriendo el paso. Primera ovación de la tarde.

Detrás, una estrella gigante de helio guiaba la llegada de una veintena de carrozas de marcas de grandes almacenes, clubes de fútbol e instituciones. Cada una con su banda sonora particular: desde los tradicionales villancicos hasta los últimos éxitos musicales o la repetitiva "¡Cortylandia, Cortylandia!", que todo el mundo coreó tan a gusto.

Las carrozas del Ayuntamiento estaban inspiradas en el cuento de Juanito y las habichuelas mágicas y en las narraciones de Las mil y una noches, con un marajá perezoso y un palacio de ensueño incluidos. También hubo hueco para el Parque de Atracciones, para el Zoo de Madrid, que presentó un espectacular acuario, o para Renfe y su reproducción de un tren Ave.

Los bomberos y sus camiones que parecían de juguete fueron de los primeros en saludar a los presentes. "¡Menos saludos y más caramelos!", gritaban los niños desde la grada, a la altura del puente de Juan Bravo. "Aquí vamos a perder un ojo", se quejaba un abuelo, ante los efusivos lanzamientos de caramelos por parte de los que participaban en el desfile. El Samur-Protección Civil tuvo que atender a 24 personas, por caídas, torceduras, desmayos e impactos de caramelos. Cinco tuvieron que ser trasladados a distintos hospitales.

Entre caramelo va y viene, los que más divirtieron a la multitud fueron un grupo de ocas que llevaba cada una colgando una bola de navidad al cuello y una serpiente gigante de papel que se acercaba amenazadora ante los gritos del personal. "¡Hola!", saludaron todos a unos muñecos gigantes y a unos zancudos vestidos de color blanco, de las pocas cosas que se pudieron ver perfectamente desde cualquier punto del camino.

Y por fin, llegaron. Los últimos, pero los más esperados, en aparecer fueron sus majestades de Oriente, encarnados por tres concejales del Consistorio madrileño y subido cada uno en una espectacular carroza con su respectiva comitiva. "Con este recorrido nuevo hay menos sorpresa. Antes, cuando salían del parque del Retiro de repente los veías aparecer y los niños alucinaban. Ahora, como la Castellana es tan ancha se les ve desde lejos", se quejó Carmen Peralta, que había llegado con su hija de Móstoles.

Laura, de siete años, eligió al rey Melchor como su favorito "porque es el que manda" mientras su amiga Mónica, de ocho, prefirió a Baltasar "porque es que viene de otro país". En cambio, a Cinthia, de 14 años, le hubiese gustado que "Melchor fuese David Bisbal, Gaspar el portero de Aquí no hay quien viva y Baltasar, Shakira". Raúl, ecuatoriano de tres años, sólo imaginó a unos Reyes Magos "con barba y manos", y buscó para él entre los camellos y los sacos "un muñeco de Batman".

Jamal, marroquí que llegó hace un año a la capital, disfrutó del desfile con su esposa, Suma, y sus hijas. Jamal es el único que chapurreó algo de español: "No conocía estos tipos de fiestas, pero me está gustando mucho. Y también mi hija pequeña, que esta noche espera unos regalitos".

Ejemplos como éste de convivencia e integración cultural, se convirtieron en algo más que en una esperanza de los Reyes Magos. Porque precisamente el Rey Melchor leyó al final del camino, en la Plaza de Cibeles, un mensaje centrado en el valor del mestizaje y de la armónica convivencia entre culturas: "Un mundo de paz y justicia, en el que los continentes se unan en un abrazo. Éste es el regalo y el reto de todos para 2007".

La comitiva de los Reyes Magos desfiló ayer por el paseo de la Castellana.
La comitiva de los Reyes Magos desfiló ayer por el paseo de la Castellana.CLAUDIO ÁLVAREZ
El rey Melchor lee el discurso al término del recorrido, en la plaza de Cibeles.
El rey Melchor lee el discurso al término del recorrido, en la plaza de Cibeles.C. Á.

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