Ocho horas para llegar hasta Carlos Alonso
Los bomberos identificaron el vehículo de uno de los ecuatorianos muertos porque la matrícula se hallaba intacta
Fue en ese momento cuando los cinco días de esfuerzo merecieron la pena. Cuando Fernando Bonilla vislumbró un Renault Clio rojo en la plaza 423 de la planta baja del módulo D, en el aparcamiento de la terminal 4. Fue a las seis de la tarde, al ver a través de una grieta la matrícula E-2988-BRF, cuando los bomberos supieron que habían encontrado el vehículo en el que Carlos Alonso Palate había pasado sus últimas horas de vida; en el que había muerto a causa de la bomba que ETA hizo estallar en el aeropuerto madrileño el penúltimo día de 2006.
Para asegurarse que habían dado con uno de los dos ecuatorianos desaparecidos, un bombero serpiente se deslizó hasta el lateral del coche, desde donde metió un brazo por la ventanilla, que estaba abierta. Desde que palpó a Carlos Alonso hasta que fue trasladado al instituto anatómico forense pasaron más de ocho horas. "El cuerpo estaba reconocible", afirmó el bombero que lo encontró en el asiento del copiloto, cubierto por una manta.
"El reto era sacar el cadáver en las mejores condiciones posibles", dice un bombero
La pista para llegar hasta Carlos Alonso la dio su compañero de coche, que rectificó su primera declaración e indicó el lugar exacto donde había aparcado. Como él, la novia de Diego Armando Estacio, el otro desaparecido, modificó ayer también su primera versión.
Después de visitar el aparcamiento, la joven aseguró que el coche en el que se supone que continúa Diego Armando está en la plaza 616 de la primera planta, y no en la segunda, como había afirmado antes.
El bombero José María Pérez Soria, que estaba al frente del operativo, relata los difíciles trabajos de sus 20 compañeros para retirar las toneladas de escombros sobre el coche de Carlos Alonso.
"Las grúas retiraban cuatro de los cinco forjados que habían caído. El último hubo que quitarlo con las manos. El reto era sacar el cadáver en las mejores condiciones posibles", asegura.
A las 2.15 alcanzaron su objetivo. Cortaron el techo del coche -"lo abrimos como si fuera una lata de sardinas", explica, muy gráfico- y encontraron a la, por ahora, última víctima del terrorismo en España. La primera desde mayo de 2003.
20 minutos más tarde de retirar el vehículo, los bomberos sacaron el cuerpo sin vida del ecuatoriano. En un hospital de campaña del aeropuerto se localizó su documentación y se le tomaron las huellas dactilares para su reconocimiento.
A pesar de que el turno de los 20 hombres que participaron en la operación terminaba a las diez de la noche, desde que supieron que tenían a unos pocos metros de distancia el cuerpo que llevaban tantos días buscando, ninguno quiso abandonar su puesto hasta que rescataran a Carlos Alonso. Pérez Soria no le da demasiada importancia a las horas que él y sus compañeros han pasado retirando escombros. Exactamente, 6.400 toneladas y más de 170 vehículos llevan desde que estalló la bomba. Dice que es parte del día a día de su trabajo.
El cadáver de Carlos Alonso, que tenía 35 años, fue trasladado la tarde de ayer en un Boeing 707 de la Fuerza Aérea Española. Una vez en Ecuador, será enterrado en la localidad de Picaihua, a 230 kilómetros de Quito.
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