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¿Ganan los 'spoilers'?

Entre la declaración de alto el fuego y el coche bomba del 30 de diciembre sólo han pasado nueve meses. El brutal atentado del aeropuerto de Barajas ha tenido lugar menos de 24 horas después de que el presidente del Gobierno infundiera optimismo a la sociedad sobre el futuro del proceso de paz. ¿Qué ha pasado? ¿Cuáles son las estrategias a partir de ahora? Es muy difícil responder a estas preguntas, porque nos falta información y perspectiva. Resultan envidiables las certezas de tantos a la hora de explicar lo sucedido y de dibujar las líneas futuras de la lucha contra el terrorismo. Escribo estas líneas sabiendo que el análisis es provisional, pero, aun así, quizá no del todo inútil si ayuda a dar algo de sentido a los últimos acontecimientos.

En todos los procesos de paz hay al menos dos partes, y dentro de cada una suelen convivir moderados y radicales. Los radicales reciben el nombre de spoilers en los estudios sobre estos procesos: se caracterizan por hacer siempre cuanto esté en su mano por abortar cualquier acuerdo entre los moderados. La paz (el cese de la violencia) llega cuando los moderados de ambos bandos consiguen alcanzar un acuerdo y son capaces de controlar las reacciones de los spoilers.

A estas alturas hay base para sospechar que dentro de ETA se dan profundas divergencias entre duros y blandos, entre spoilers y moderados. Los cuarenta y tres meses sin muertos entre el 30 de mayo de 2003 y el 30 de diciembre de 2006, la declaración de Anoeta, la evolución de Batasuna y el alto el fuego del 22 de marzo de este año constituyen un sólido indicio de que los moderados en el conglomerado de ETA quieren acabar con la violencia terrorista mediante algún tipo de acuerdo con el Gobierno. Parecía que los moderados llevaban la voz cantante, pero durante el desarrollo del proceso de paz ha habido signos de que la correlación de fuerzas cambiaba en el seno de ETA, de que los spoilers ganaban posiciones frente a los moderados.

Los estudios comparados muestran que los spoilers pierden la partida cuando se crea una sólida coalición entre moderados de ambos lados que vacía de apoyo social a las facciones más extremistas. En España, esto no ha sucedido. Los más radicales dentro del mundo de ETA no sólo no han sido arrinconados, sino que han ido ganando terreno.

Las razones son muy complejas y todas ellas discutibles. Puede que Otegi, Ternera y los suyos hayan sobrevalorado su capacidad de control de la organización, o puede que no se hayan atrevido a desafiar abiertamente a los más duros cuando se aproximaba el momento de la verdad. Quizá el Gobierno pudiera haber hecho más para reforzar a los moderados frente a los spoilers ante los obstáculos judiciales con los que se ha encontrado Batasuna para dar pasos a favor de su integración en el sistema. El Gobierno parecía más preocupado por demostrar que no hacía concesiones que por consolidar la posición de los moderados dentro de ETA. Y la estrategia de enfrentamiento del PP tampoco ha ayudado mucho. Por ejemplo, resulta increíble que se montase un escándalo fenomenal por una reunión entre líderes de Batasuna y del PSE.

A partir de ahora se abren múltiples incógnitas. El hecho de que el atentado del 30 de diciembre se haya saldado con dos desaparecidos, probablemente muertos, puede que desbarate la estrategia de ETA. ETA quería introducir la máxima presión sobre el proceso, pero el haber asesinado a dos personas impide cualquier movimiento del Gobierno. Los terroristas insistirán en que su intención no era acabar con la vida de nadie y por eso avisaron con una hora de antelación de la explosión del coche bomba. Eso servirá para tranquilizar a algunos de sus seguidores, pero no va a alterar la posición del Gobierno.

Paradójicamente, el atentado deja toda la responsabilidad sobre ETA y no sobre el Gobierno. ETA se enfrenta ahora a una decisión muy difícil: o hace algo para relanzar el proceso de paz o desafía nuevamente al Estado en un combate que sabe perdido de antemano. Quizá ante un dilema así los moderados vuelvan a ganar posiciones.

Mientras se aclara el futuro, es fundamental hacer algunas aclaraciones. En primer lugar, resulta absurdo el intento del Partido Popular por oponer proceso de paz a Estado de Derecho. Se trata del mismo intento de apropiación que han practicado con la Constitución o la bandera. El proceso de paz se realiza desde del Estado de Derecho, no supone en ningún caso la violación de la legalidad. Baste recordar la declaración del Congreso de mayo de 2005 que marca los límites de la actuación del Gobierno.

En segundo lugar, no es cierto que se haya retrocedido en la lucha antiterrorista. Hasta el momento, ésta es la legislatura con menos víctimas del terrorismo de la historia de la democracia. Han continuado las detenciones de etarras y ha habido operaciones policiales de la máxima importancia (descabezamiento del frente político en octubre de 2004 con la detención de Mikel Antza y Anboto). No tiene demasiado sentido comparar número de detenciones entre distintas legislaturas, pues sabemos que esos números son una función directa de la actividad de ETA. Cuanto menos actúa ETA, menos detenciones se producen, no por negligencia policial, sino porque los etarras no dejan rastro mientras están inactivos. Es simplemente falso afirmar que el último Gobierno de Aznar derrotó a ETA y que el Gobierno de Zapatero le ha hecho revivir.

En tercer lugar, el proceso de paz no descarrila porque el Gobierno haya actuado en soledad, sin apoyos. Es verdad que el PP, por motivos electorales, se ha opuesto a la iniciativa del Gobierno, pero éste ha contado con el apoyo de todos los demás partidos del Parlamento y con una amplia mayoría de la opinión pública, según han mostrado sistemáticamente las encuestas.

En cuarto lugar, el atentado del 30 de diciembre no cambia las condiciones generales que hicieron posible el inicio del proceso de paz. Si hubiera un cambio de posición creíble en el seno de ETA, el proceso debería seguir adelante. La derrota final de una organización terrorista como ETA, que tiene un patológico grado de apoyo social en el País Vasco, sólo es posible si su brazo político se integra en el sistema. Ese paso sólo se producirá mediante un final negociado de la violencia, se pongan como se pongan los enemigos del proceso de paz.

Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología de la Universidad Complutense.

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