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Columna
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La alegría

Rosa Montero

Hay gente que de la pena hace un nido. Individuos que se enroscan en su propio dolor y permanecen para siempre dentro de él, creyendo que, por haber sufrido, el mundo entero está en deuda con ellos. Todos conocemos gente así. Pero luego están esas otras personas llenas de vida y fuerza. Aunque a veces no lo parezca, los animosos son la mayoría, porque el ser humano posee una capacidad de adaptación y de resistencia extraordinarias. Pese a todo, impera la alegría. El básico y elemental gozo de estar vivo.

He pensado en todo esto al hablar con una lectora, Carmen Santos Gallardo. Pertenece a la Asociación de Viudas de Puebla de Sancho Pérez (3.000 habitantes), en Badajoz. Carmen enviudó a los 40 años y tardó "tres años en salir". Pero luego ayudó a crear la asociación, que ahora reúne a 90 mujeres. El pasado mes de junio, una docena de ellas, entre los 50 y los 84 años, formaron un espectáculo musical. Cantan copla en play back y hacen cuadro flamenco. Interpretan a Concha Piquer, a Marifé de Triana, y también a hombres, porque se disfrazan: Antonio Molina, Valderrama, incluso Joselito, personificado por "una que es muy chiquitita". Se hacen sus ropas, se maquillan, llevan equipo de sonido y de luces. Como si fuera un espectáculo en play back de travestis, pero en viudas y auténticas. Deben de ser la bomba. Han tenido un éxito enorme y no paran de actuar por la región, siempre con el fin de recaudar dinero para alguna causa: para la Cruz Roja, para Unicef... Su último show fue el pasado día 22 en el Pabellón Central de la Feria de Zafra, a favor de la Asociación del Síndrome de Down. Tuvieron un llenazo de cientos de personas.

Sólo en Extremadura hay otras 34 asociaciones de viudas, aunque por ahora ninguna de ellas ha montado todavía, que se sepa, un show musical. Pero seguro que también son guerreras. No hay que rendirse, no hay que desconfiar nunca de nuestra increíble capacidad para regenerarnos y para ser felices. Esta historia de las viudas es una pequeñez, pero la vida es, justamente, una suma de menudencias. Y siempre conviene recordar, a modo de regalo o cuento navideño, que ahí fuera el mundo palpita, lleno de buena gente y de energía.

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