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Reportaje:NUESTROS NUEVOS SOCIOS

Sofía se sube al vértigo

La euforia por la inminente entrada en la Unión se aprecia hasta en el último rincón de Bulgaria

Hace semanas que las radios locales convocan a los habitantes de Sofía a una macrofiesta esta tarde en la plaza de Battenberg, en el corazón de la capital búlgara, para celebrar el ingreso del país en la UE. Se espera una asistencia masiva; no en vano, más del 70% de los casi ocho millones de búlgaros, especialmente los jóvenes, apoyan lo que ven como reafirmación de la europeidad de su país.

La satisfacción se aprecia hasta en el último rincón de Bulgaria. En Kírkovo, un pueblo de 500 habitantes cerca del cual se construye con fondos de la UE un paso fronterizo con Grecia, Svetla Radomírova, de 44 años, no puede reprimir su alegría cuando escucha hablar en español. Su marido trabajó un año en Canarias y tres en Enguera (Valencia). Volvió a Kírkovo en 2003 porque sus ancianos padres le necesitaban. "Yo pasaba allí los veranos con mis hijos. Fuimos muy felices. En Enguera hay unas veinte familias de Kírkovo y la entrada en la UE facilitará aún más los contactos", cuenta Radomírova en la farmacia del pueblo, donde el propietario, Bizer Chilingirov, señala que "al menos un varón de cada una de las familias de Kírkovo" trabaja en un país de la Unión.

Para ver el abismo entre ricos y pobres no hace falta salir de Sofía. Basta con asomarse al Mercado de las Mujeres y ver a Jorkanka Basileva
Cientos de alemanes, españoles, británicos e italianos viajan a Bulgaria con maletas repletas de euros para comprar casas y tierras
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"Para nosotros, ser miembro de la UE no es sólo una cuestión económica. Se trata sobre todo de voluntad y sentimiento: queremos ser europeos", afirma Boriana Dimitrova, directora de Alpha Research, un prestigioso instituto de opinión. Después de 500 años de dominación otomana y medio siglo de influencia soviética, los búlgaros ven su ingreso en la UE como la "oportunidad única" que les asentará definitivamente en el mapa europeo.

La sensación de vértigo que da subirse a un tren que sólo pasa una vez hace que todos traten de espantar lo antes posible los miedos que desata el salto: la inflación, la bancarrota de pequeñas industrias agrícolas y el desempleo entre los obreros no cualificados.

"Bulgaria es un país pequeño [algo más de la quinta parte de España] y necesitamos alianzas. Las alternativas a la entrada en la Unión Europea serían los Balcanes, el Cáucaso, Rusia o Turquía; todas ellas resultan inaceptables", añade Dimitrova.

Muchos búlgaros también ven en la UE la esperanza de un Estado de derecho que ponga coto a las mafias, la corrupción y el crimen organizado que se instalaron en el país con la desintegración de la dictadura comunista y la crisis económica.

El más reciente informe de Transparencia Internacional -organización civil con sede en Alemania-, publicado a principios de mes, señala que en Bulgaria la corrupción tiene su principal impacto en el sistema legal y judicial. Precisamente el Consejo General del Poder Judicial de España participa desde hace más de un año, por mandato de la UE, en cuatro importantes proyectos de reforma del sistema judicial búlgaro heredado de la dictadura. El juez Manuel Mazuelos sostiene que aunque hay una "honda preocupación" por cómo se administra justicia en Bulgaria, también hay que destacar los "avances logrados" para establecer un sistema judicial sólido, eficaz y moderno, "en el que confíen sus ciudadanos y sus instituciones".

En medios de la UE también preocupa el impacto que tiene en muchos búlgaros empobrecidos por la descomposición del Estado la aparición en el país de la corrupción europea y cómo esta corrupción frena los esfuerzos tanto nacionales como de la UE por luchar contra las mafias. Desde hace dos años y sobre todo últimamente, cientos de alemanes, españoles, británicos e italianos, entre otros, viajan a Bulgaria con maletas repletas de euros para comprar casas y tierras. El precio de la vivienda sube por días en Sofía.

Los señores del ladrillo

En el minúsculo aeropuerto de Sofía, el ladrillo es el tema de conversación entre los grupos de europeos. "Las parcelas están muy divididas y es muy difícil convencer a los distintos propietarios de que vendan, porque es lo único que tienen y el dinero que se les da no les saca de pobres", dice un empresario que pretende hacerse con terrenos para caza.

Muchos jubilados, cuya pensión media -50 euros- apenas les alcanza para pagar la calefacción, temen que la entrada en la UE reduzca aún más sus magros ingresos y les fuerce a dejar sus casas en manos de "los buitres inmobiliarios europeos". Pero lo que entre ellos levanta más quejas es el compromiso adquirido por el Gobierno de cerrar los dos últimos reactores de la central nuclear de Kozloduy, que la UE exige por motivos de seguridad, ya que son del tipo que explotó en Chernóbil. "Es absurdo y hará que el precio de la electricidad aumente un 18%", afirma Mijaíl Belovski, un jurista de 77 años que acusa al Gobierno de "rendirse a los intereses de la Unión" y de no informar con precisión a la población del estado de la planta.

El partido que aglutina el miedo y el descontento es el ultranacionalista y xenófobo Ataka (Ataque), que obtuvo para su líder Volen Siderov el 21,5% de los votos en la segunda vuelta de las presidenciales, de octubre pasado. Pero la mayoría de los búlgaros se escandalizó al saber que Siderov llegaba a disputar la segunda vuelta.

Para ver el abismo entre ricos y pobres que se abrió con el fin del régimen de Todor Zhivkov (1962-1989) no hace falta salir de Sofía. Basta con asomarse al Mercado de las Mujeres. Allí, Jordanka Vasileva, de 43 años, cobra 250 levas mensuales (125 euros) como dependienta de una tienda de ropa. Tiene tres hijos de entre 22 y 26 años, de los que dos ya están empleados y ganan "poco más o menos". El marido está en paro y con los tres sueldos se las arreglan a duras penas.

A poco más de 15 minutos a pie del Mercado de las Mujeres se abrió a principios de este año el centro comercial más lujoso de Sofía. Los precios son casi europeos. Por sus amplios pasillos de sugerentes escaparates pasean multitud de curiosos, pero las tiendas están vacías. Sólo el restaurante Café-Café tiene clientes, algunos de ellos famosos, como la cantante Nina Nikolina o el futbolista del CSKA Stoiko Marínov, de 27 años.

Marínov confiesa que espera que el ingreso en la UE "disminuya, por la puesta en vigor de leyes más rígidas, la delincuencia y la corrupción existentes en Bulgaria". Pero, como muchos búlgaros, el futbolista quiere que Turquía entre en la UE, "para que Bulgaria no sea la frontera oriental de la Unión, sino que se integre en el centro de ésta".

Luis Algar, de 55 años, consejero de Interior de la Embajada de España en Sofía, sostiene que la influencia de la UE ya se ha dejado sentir en el país, donde se aprecia una disminución del poder de las mafias. "Hay ya establecida una muy buena cooperación entre los servicios de información y las policías de los distintos países", afirma. En el caso de España, esa colaboración, según Algar, ha permitido realizar 25 operaciones contra el crimen organizado con 187 detenciones.

Una mujer musulmana camina con un burro en la aldea búlgara de Lazhnitsa.
Una mujer musulmana camina con un burro en la aldea búlgara de Lazhnitsa.REUTERS

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