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Bandas de 'narcos' incendian autobuses y atacan comisarías en Río de Janeiro

Un grupo de 30 delincuentes rocía con gasolina un vehículo y quema vivos a siete pasajeros

Juan Arias

El balance provisional de la madrugada de terror protagonizada ayer en Río de Janeiro por la guerra entre narcotraficantes y fuerzas policiales fue de 18 muertos y más de 30 heridos, muchos de ellos graves. La ciudad de Río, que se prepara para los ya tradicionales fuegos artificiales de la Nochevieja, ha sufrido un duro golpe con ataques a autobuses y a numerosas comisarías perpetrados por decenas de delincuentes procedentes de las favelas. La policía se incautó de una granada, dos fusiles y dos pistolas. La violencia recordó la que experimentó en mayo pasado São Paulo.

En São Paulo, la batalla que puso de rodillas varios días a la capital industrial y financiera del país, fue organizada por el llamado Primer Comando de la Capital (PCC), un grupo de presos de las cárceles de máxima seguridad organizados políticamente. En Río fue obra del grupo Comando Rojo, que es el hermano gemelo del PCC y actúa también dentro de las cárceles y está íntimamente ligado a los narcotraficantes de las favelas.

De entre las víctimas mortales, 11 lo fueron a causa del incendio de ocho autobuses por los narcos, que también dispararon contra comisarías de policía y sucursales bancarias. Las fuerzas de seguridad mataron a siete de los atacantes. El mayor número de muertos tuvo lugar cuando un autobús de línea con 30 pasajeros a bordo, que iba del Estado de Espíritu Santo a São Paulo por la vía de circunvalación de Río, fue detenido por una treintena de narcotraficantes. Tras robarles todo lo que llevaban encima rociaron el vehículo con gasolina y le prendieron fuego. Se produjeron escenas de pánico. Murieron siete y se salvaron los que lograron romper los cristales de las ventanillas y salir del infierno como pudieron.

"La intención de los bandidos [como en Brasil se llama a los narcotraficantes] era la de hacernos morir a todos", contó uno de los supervivientes. Dada la tensión creada en torno al autobús en llamas, con los narcos disparando por todas partes, muchos de los heridos tuvieron que esperar hasta dos horas tendidos en la carretera sin poder ser socorridos.

Ayer por la mañana llegó orden de las favelas para que todas las tiendas del popular barrio de Jacarepaguá, donde está ubicada la famosa favela Ciudad de Dios, cerraran sus puertas. La mayoría lo hicieron bajo el signo del miedo.

Las autoridades locales discutían ayer sobre la verdadera causa del ataque de los narcos. Según el secretario de Seguridad Pública de Río, Roberto Precioso, el recrudecimiento de los ataques se debe a la victoria de Sergio Cabral como nuevo gobernador del Estado de Río, quien parece dispuesto a endurecer las medidas contra la violencia. Los narcotraficantes habrían querido anticiparse para demostrar su potencia de fuego. Precioso dijo que el ataque a la ciudad no tuvo mayores consecuencias ni produjo más víctimas mortales porque la policía se adueñó de la ciudad en pocas horas. Cabral, por su parte, dijo que no se dejará "intimidar" por la violencia de los narcos.

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Otro de los posibles motivos que se barajan sería, según los analistas y declaraciones de los propios narcos, la respuesta a las cuadrillas de milicias paramilitares que se están instalando en las favelas bajo el pretexto de defender a la población. Dichas milicias llevan ya ocupadas 80 de las favelas de Río de Janeiro. El alcalde de la ciudad, César Maia, aseguró a la población que el ataque a la ciudad no alterará el programa de festejos organizado para la Nochevieja en las famosas playas de Copacabana, Ipanema y Leblón, a las que cada año cientos de miles de turistas de todo el mundo se unen al millón de cariocas para asistir a uno de los más espectaculares fuegos artificiales del mundo. Según el alcalde, 14.000 policías -370 motorizados-, 1.037 vehículos blindados y dos helicópteros se encargarán de patrullar la ciudad.

Dos personas inspeccionan uno de los autobuses incendiados.
Dos personas inspeccionan uno de los autobuses incendiados.AP

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