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El proceso para el fin del terrorismo
Columna
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El presidente ensimismado

Soledad Gallego-Díaz

Uno de los principales problemas con ETA (inmediatamente detrás del daño físico, moral y material que ha causado, y que causa) es su capacidad para obligar al resto de los mortales a interpretar la realidad a través del prisma de su existencia, como si todo, absolutamente todo, quedara tiznado por esa presencia. ETA es una desgracia, no sólo porque mata y extorsiona, sino también porque consigue a veces "contaminar" el raciocinio de los demócratas, absorbiendo las energías y los recursos de la vida política española e impidiendo que se dediquen a otras cosas, igualmente importantes y necesarias para los ciudadanos.

La realidad es que los españoles no eligen a su presidente del Gobierno pensando en quién será más adecuado para dar una solución definitiva al problema de ETA. Por supuesto, esperan que la combata con todos los medios legales a su alcance y, por supuesto, la inmensa mayoría de los españoles piensa que, si existe la oportunidad de encontrar esa solución concluyente, debe aprovecharla. Seguro que un buen porcentaje de españoles cree que es bueno mantener abierta una vía para detectar cuándo ETA decida dejar la violencia y para facilitarles ese camino. Todo eso es verdad. Pero la mayoría de los españoles ha elegido un presidente del Gobierno fundamentalmente pensando en otras cosas y no comprende bien la imagen que se está transmitiendo de un Rodríguez Zapatero completamente ensimismado en esa tarea. No se comprende que lo que el Gobierno llama "proceso de paz" se pueda convertir, o se haya convertido ya, en el centro de esta legislatura. Hay otras muchas cosas que hacer en el tiempo que resta, y deprisa.

Esta legislatura requiere muchas energías, y desde luego las del propio presidente del Gobierno, para poner en marcha planes de integración de inmigrantes, antes de que su presencia coincida con una ralentización de la economía y ya sea demasiado tarde para apagar el incendio. (¿Qué pasará con los centenares de miles que trabajan en la construcción si toca finalmente techo el modelo de crecimiento basado en el ladrillo?). Muchas energías de todos, presidente incluido, para frenar las vergonzosas tasas de fracaso escolar que seguimos padeciendo. Un empujón decidido del presidente del Gobierno para sacar a España de ese deplorable último lugar en la que la situaba una reciente encuesta de The Economist respecto al número de patentes registradas (ver cuadro).

Frente a todo esto, el propio presidente del Gobierno parece empeñado en alimentar la impresión de que está dedicado personalmente, en cuerpo y alma, a la sola tarea de lograr la paz del País Vasco. Eso es algo que no puede haberle recomendado su admirado Tony Blair, quien dejó todo el proceso de negociación con el IRA y los unionistas en manos de la ministra Mo Mowland. Blair se limitó a tomar las dos o tres decisiones importantes, cuando tuvo que tomarlas, y se mantuvo bastante alejado de todo el enredo y confusión inicial, dedicado, al menos en apariencia, a otras muchas tareas y proyectos. El IRA no fue realmente la principal tarea de Tony Blair y ETA tampoco puede ser la tarea exclusiva de Rodríguez Zapatero.

Si existe la posibilidad razonable de acabar con la violencia en el País Vasco, los negociadores deben aplicarse a ello. Pero quizás sería más adecuado que el presidente del Gobierno, una vez fijadas sus normas y sus objetivos, se mantuviera al margen del recorrido, dedicado a todas esas otras cosas en las que pensaban los ciudadanos cuando acudieron a las urnas. Rodríguez Zapatero dijo el otro día que no responsabilizará al PP, si el proceso fracasa. Bien. Lo realmente extraño es que crea que los ciudadanos le pueden exigir alguna responsabilidad a él mismo si se produce esa hipotética crisis. Las encuestas demuestran que los ciudadanos siguen creyendo que la responsabilidad por la violencia en el País Vasco es exclusivamente de ETA. Es en los otros temas en los que creen que el Gobierno se juega su propia responsabilidad. solg@elpais.es

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