Tiempo de valores
Para la persona humana occidental y cristiana, ésta es una semana crucial. A estas alturas hay que tener prestos los regalos, apalabradas las cenas y reservado el marisco. A mayores, para la persona que además es padre o madre, ésta es época de reflexión sobre la validez de nuestro papel en la transmisión de valores. Es decir, a ver, chaval, las notas. Aunque no sólo las notas. Aquel mundo escolar de antaño en blanco y negro, de monotonía de lluvia tras los cristales, de profesores sádicos o entrañables, es ahora una enmarañada jungla multicolor, repleta de contradicciones, de amenazas de bullying para los alumnos y de mobbing o de burn out para los profesores.
La escuela es hoy un magma tal que hay incluso jerarquías de sectores del profesorado (los obispos) que llaman a la objeción de conciencia en asignaturas concretas como Educación para la Ciudadanía. Y aquí algunos enseñantes de Lengua Castellana claman ante la intolerable presión que ejerce sobre ellos el idioma gallego.
Lo de los obispos, ya se sabe, pero lo de los profesores de castellano es raro. Por un lado, porque deberían estar orgullosos, ahora que los infantes hablan español con tiempos compuestos y dicen "he dicho" y todo. Por otro, porque de ser cierto, ya se habría montado un considerable escándalo, con la demanda que aquí hay de franquiciar fenómenos escandalosos que triunfan en la capital. Pero como un analista no se debe conformar con meras impresiones, consulté a mi experto en secundaria.
-Neno, ¿qué tal el profe de español?
-Profesora. Bien -contestó de oficio.
-Pero, ¿la notas preocupada, como atosigada por algo?
Él sí que me miró preocupado. Probablemente dedujo que era un torpe intento de aproximación paterno-filial y se apiadó:
-Ayúdame en Ética, anda. Aquí: "¿Qué opinas de la Teoría del Desarrollo Humano, opuesta al modelo neoliberalcapitalista?".
-Ehh... estamos a favor.
-¿Por qué?
La siguiente media hora me recordó una memorable conferencia de prensa con uno de los desarrolladores de la Teoría de los Juegos, creo recordar que Premio Nobel de Economía (y creo que autor de la frase: "Si pudiese explicar mi teoría en diez minutos, no me habrían dado el Nobel"). Así que estoy de acuerdo con los obispos. Nada de Éticas ni Educaciones para las Ciudadanías. Como tampoco puedo estar de acuerdo con que se imparta catequesis en horario escolar, aguardo con impaciencia que se implante la anunciada materia de Historia de las Religiones.
Ahí sí que voy a poder echar el resto como padre-wikipedia. Hacer conjeturas sobre los dioses oscuros y difusos de nuestros antepasados ídem. Relatar las aventuras de las divinidades profundamente humanas de los bárbaros, de los griegos y de los romanos. Criticar la irrupción de las divinidades orientales, apocalípticas, exclusivistas, y con un carácter ciertamente endiablado, con perdón. Describir la profusión de herejías del cristianismo medieval, con más variantes que la actual música electrónica y con efectos todavía más perniciosos. Intentar desentrañar los posteriores debates religiosos que, como señaló P. J. O'Rourke en Una breve historia de la humanidad, provocaron la muerte de cualquiera que tuviese un coeficiente intelectual superior a 50.
Mencionar ejemplos como los raskolniki, los "antiguos creyentes" rusos, que, por discrepancias teológicas como si usar dos o tres dedos para santiguarse, se encerraban en sus templos de madera y después les prendían fuego, con los niños y los tibios de convicciones con la ropa clavada a los bancos para evitar dudas de última hora. O comentar las más recientes muestras de fe musulmana como sacar a las mujeres de las escuelas a punta de pistola en las sociedades atrasadas y editar textos didácticos de cómo arrearles sin dejar pruebas incriminatorias en las más adelantadas.
No hay mejor Educación para la Ciudadanía que una Historia de las Religiones como Dios manda.
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