"Aquí, las empresas esperan que la universidad trabaje gratis"
Carolina Cruz, de 41 años, tiene una de esas trayectorias personales y profesionales que se salen de lo normal. Hija de un matrimonio dedicado exportar moda de alta costura europea a Suramérica, Cruz nació en Caracas, se crió en Alicante y volvió a Venezuela para estudiar algo que apenas se conocía en España; ingeniería informática de sistemas. Fue elegida mejor universitaria del país, becada para estudiar en Estados Unidos y comenzó en Chicago una vertiginosa carrera en el campo de la realidad virtual.
En 1992 creó Cave, una habitación formada por pantallas de proyección en tres dimensiones. Desde entonces ha desarrollado proyectos que hacen ahorrar mucho dinero y algo más a compañías e instituciones: Simulaciones de pozos petrolíferos; diseños virtuales para la industria del automóvil; estudios del comportamiento de los consumidores para cadenas de la talla de Wal-Mart o análisis de la reacción de los soldados del ejército estadounidense en una acción de combate en Irak. Los proyectos que maneja el grupo que dirige en la Iowa State University suman, de promedio, "unos 10 o 15 millones de dólares".
Cruz crea simulaciones de pozos petrolíferos, diseños de automóviles y analiza la reacción de los soldados en una situación de combate en Irak
"Mi grupo de Estados Unidos maneja 10 o 15 millones en proyectos de investigación. Si me ofrecen lo que se da aquí, no me interesa"
Cruz cerró ayer en Valencia el ciclo Mujeres construyendo el mundo, organizado por la Obra Social de la CAM.
Pregunta. ¿Cómo definiría la realidad virtual?
Respuesta. Es un poco como la ciencia ficción. Se usan los ordenadores para crear ambientes y también para crear la ilusión de que estás y de que participas de ellos.
P. ¿Por qué comienza su carrera en Caracas?
R. Porque cuando tuve que empezar la universidad, en España apenas comenzaba a haber algo relacionado con la informática. Mi universidad de Caracas, la Metropolitana, que es privada, tenía unos 10 años, estaba hermanada con centros como el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) y se fundó con vistas a tener las carreras más innovadoras a finales de los setenta y principios de los ochenta. Aquí, en España, a las universidades, como tienen cientos de años, les cuesta más digamos dar la vuelta. Son como un barco enorme que necesita siete horas para dar una vuelta.
P. ¿Siempre fue una loca por la informática?
R. La verdad es que no. Me convenció mi padre, que decía que eso era el futuro. Pero no aprendí a programar hasta que no empecé la carrera, aunque fui una de las primeras personas que tuvo un Macintosh. Todavía lo tengo. Su número de serie es el 82 o el 84, así que es de los 100 primeros que se hicieron.
P. ¿Cuál es la realidad más impactante que ha creado?
R. Pues hicimos uno de los proyectos de pozos petrolíferos, para la Shell. Esto permite a las compañías petroleras planificarlos y determinar si lo ponen o no. Hacerlos les puede costar alrededor de 150 millones de dólares. Así que para ellos invertir en realidad virtual, montar un laboratorio completo no llega a un millón de dólares, es calderilla. Al acabar el proyecto con la Shell, te decía, decidimos crear un viaje al centro de la Tierra para el público en general. Trabajamos con geólogos y con los datos que ya teníamos de todo lo que hay en el subsuelo, y creamos una realidad que te permitía bajar y bajar, ir viendo los diferentes estratos, las fallas, entrar por un volcán y ver los ríos de lava...
P. Usted mantiene contacto con profesores de Valencia. ¿Son muy distintas las universidades?
R. Donde más distancia hay es en la investigación. A los profesores españoles con los que trato se les hace muy difícil investigar porque no hay muchos programas gubernamentales y las cantidades de dinero no son muy grandes. El Gobierno norteamericano da miles de millones para la investigación. Si miras a nuestro grupo, en todo momento tenemos entre 10 ó 15 millones para proyectos. Sin embargo, los grupos españoles en mi campo, oigo que hacen proyectos de 10.000 euros, de 20.000 euros, de 100.000 euros. A mí, si me proponen un proyecto de menos de 100.000 o 200.000 dólares, les digo que no. Que no me interesa.
P. La inversión privada también es mucho mayor.
R. Sí, también es diferente. Yo puedo tener un contrato anual con una empresa por valor de un millón de dólares, y eso es raro encontrarlo aquí. En España las empresas casi esperan que las universidades trabajen gratis, o con muy poco. Y es la diferencia principal que veo, porque en el ámbito académico son más parecidas.
P. Acaba de empezar a trabajar en un centro del Gobierno.
R. En el Lite (Louisiana Inmmersive Technologies Enterprise), un centro experimental en el que han invertido mucho dinero que busca ofrecer la investigación a las empresas.
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