Miedos
Viajé con Air Madrid cuando la aerolínea llevaba apenas un par de meses de operaciones. Parecía que por fin había una forma barata, directa y cómoda de emprender los siempre fastidiosos viajes transatlánticos -muchos de más de diez horas de vuelo- en amplios aviones nuevos. Daba gusto. Antes un vuelo de los más baratos implicaba transbordos y esperas de varias horas de madrugada en aeropuertos inhóspitos y otras incomodidades. Y aunque en Air Madrid el precio del billete no incluía las comidas, resultaba hasta mejor llevar la propia merienda preparada en casa. Todo eso acabó, pero no el viernes pasado. El deterioro empezó hace muchos meses a vista de todos y a pesar de las reiteradas protestas de los usuarios perjudicados por demoras y otros atropellos.
Durante el pasado fin de semana hemos visto de forma continua en televisión el drama de los miles de pasajeros abandonados en tierra, sin explicaciones, sin que nadie en la compañía asumiera ninguna responsabilidad. Casi todos eran inmigrantes de escasos recursos. Los hemos visto durmiendo durante días en los aeropuertos de Madrid y Barcelona. Familias enteras con niños pequeños y con ancianos. Protestaban, lloraban, se indignaban e intentaban organizarse para reclamar sus derechos. Finalmente, ayer empezó a ponerse un parche al problema con aviones fletados. Se habla mucho del miedo al extranjero, de la inseguridad ciudadana, de la peligrosidad que representan los inmigrantes. Pero nadie habla del miedo que sienten ellos, de su inseguridad en un país en el que no saben hacer valer sus derechos. Un país donde se sienten minimizados, mal vistos. Algunos se han aprovechado de eso. No les daban ni agua. Podían haber enfurecido, y con razón. Podían haber atacado las oficinas. El aeropuerto. Esperaron.
José Antonio Marina habló ayer sobre su libro La anatomía del miedo con Susanna Griso en Espejo público (Antena 3). Y Risto atemorizó una vez más a los triunfitos de Operación Triunfo (Tele 5) el domingo. Pero no hay nada peor que el miedo a perderlo todo de nuevo. A las manos vacías.
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