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Columna
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Inversión con futuro: en cárceles privadas

Andrés Ortega

Estados Unidos acaba de batir un nuevo récord: el de su población carcelaria, que a finales de noviembre superó los 2,2 millones (un 2,7% más que el año anterior), y que llega hasta siete millones si se cuentan los que están en libertad condicional o vigilada. En 1971 eran 200.000 personas. El crecimiento es un efecto de la emergencia en EE UU desde los años setenta, de lo que los sociólogos han llamado el Estado penal (que en otra dimensión significa también que los reclusos proporcionan mano de obra barata y, en todo caso, no entran en las estadísticas de paro). A ello ha contribuido la mayor dureza de las condenas por delitos relacionados con drogas (49% del total entre 1995 y 2003).

También Inglaterra y Gales (las estadísticas para Reino Unido van desglosadas; Escocia anda próxima, pero Irlanda del Norte, muy por detrás) han superado en estas fechas el nivel de 80.000 personas encarceladas. Las tendencias británicas se habían americanizado hace tiempo, y se han visto agravadas por el fracaso de las nuevas sentencias suspendidas, un sistema que introdujo el Gobierno de Tony Blair en 2005 por el cual a la vez que se endurecían con penas de cárcel condenas por delitos menores que antes conllevaban sólo trabajo social, podían quedar en suspenso. Pero en caso de reincidencia se cumplen plenamente, y es lo que ha ocurrido. Se han dado 3.000 de estas condenas al mes, y han acabado en la cárcel 800 personas en los primeros ocho meses de 2006, frente a 132 en todo el año anterior. Esto ha provocado una sobrepoblación en los centros penitenciarios. El Home Office (Ministerio del Interior) calcula que necesita 8.000 nuevas plazas de reclusos, pero Hacienda no está dispuesta a sufragarlas y se sopesan otras alternativas. Entre ellas, según el diario The Guardian (aunque Interior lo desmintió), está no ya la de cárceles privadas, que existen, sino inversiones privadas de accionistas en terrenos y edificios que luego se alquilen como prisiones.

En EE UU la privatización carcelaria está muy avanzada. La empresa más importante del sector, la Corrections Corporation of America (CCA), fundada en 1983 y que cotiza en la Bolsa de Nueva York desde 1994, es, en volumen de presos, el quinto conglomerado penitenciario del país, tras el Gobierno federal y tres de los 50 Estados. La CCA ofrece 72.500 camas repartidas en 65 centros que emplean a 16.000 personas. Como indica su página web, "la industria de las prisiones no se ve significativamente impactada por los ciclos económicos", ni por las variaciones en el precio de la energía, lo cual es verdad pues la población carcelaria en Estados Unidos ha ido aumentando constantemente desde los años setenta.

La tendencia carcelaria al alza ha sido general en Europa, aunque en algunos países, como España, más marcada. Según los últimos datos comparativos disponibles del Consejo de Europa, de 2004, la horquilla va de los 406 presos por cada 100.000 habitantes de Ucrania (488 en el caso de Estados Unidos) a los 40 de Islandia. En cabeza, países de la antigua Unión Soviética, incluidos los Bálticos (Estonia con 338, Letonia con 333), más Polonia (207) y alguno más de la otrora Europa del Este, seguidos, entre los occidentales, de Reino Unido y de España. Si entre 1983 y 2004, la población carcelaria pasó de 73 a 90 por cada 100.000 habitantes en Francia; de 73 a 96 en Italia; de 87 a 140 en Inglaterra; de 28 a 123 en Holanda; y, el mayor salto, de 37 a 140, lo dio España. Además, hay un grave factor de extranjería en algunas cárceles europeas. La media de extranjeros en las cárceles europeas es del 15,2%. Los que proporcionalmente más tienen son Luxemburgo (74%) y Suiza (70%) seguidos de Chipre (48%), Estonia (32%) España (31% en Cataluña, 27% en el resto) e Italia (31%). En algunos países, las cárceles empiezan a estar superpobladas: 160 por cada 100 plazas en Chipre, seguidos en densidad de Hungría y España (132). ¿En qué acabará? aortega@elpais.es

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