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ARGENTINA | Conflicto en el sector aéreo

"Compré el último billete que quedaba"

Jorge Marirrodriga

Rompiendo la costumbre que ha hecho célebre a la compañía aérea en Argentina, el último vuelo de Air Madrid de Buenos Aires a Madrid salió puntual. Concretamente a las 14.00, hora local, del viernes. Apenas una hora más tarde la empresa anunciaba la suspensión de sus vuelos y cientos de personas comenzaban a movilizarse, algunas en el aeropuerto bonaerense de Ezeiza, y la mayoría en la oficina de Air Madrid en la capital con emociones que iban desde la incredulidad a la desesperación pasando por el enojo y la impotencia.

"Tengo que estar el martes en Mallorca, queremos irnos pero para hacerlo en otra compañía tendríamos que pagar 1.200 dólares", explicaba Victoria, quien junto a Diego se había acercado al principal aeropuerto argentino casi inmediatamente. Tienen billetes para hoy, pero en Ezeiza nadie podía asegurarles lo que va a ocurrir.

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La noticia corrió como la pólvora en Buenos Aires. Quienes viven en Argentina se enteraron a través de las noticias y muchos turistas españoles por Internet. Casi de inmediato decenas de personas se congregaron en las oficinas de Air Madrid situadas en un céntrico edificio de la capital. Unas 50 pudieron acceder al interior. Luego, varios policías impidieron a otros clientes que pasaran de la entrada del inmueble. "Estamos indignados y muy tristes, por la desilusión de haber confiado en esta empresa, y ahora que pase esto", señalaba Josefina Sinclair, argentina, quien junto a su marido vive en Canarias y quiere llegar a Madrid a pasar las fiestas con una hija que también reside en España. "Yo mañana me voy a Ezeiza. A algún avión me van a tener que subir", subrayaba su marido.

Escaleras arriba medio centenar de personas trataban de obtener explicaciones de varios empleados que con semblante serio empaquetaban documentación. "Tengo a cinco clientes varados en Fortaleza, nadie dice nada", indicaba Marcela Montoni, trabajadora de una agencia de viajes. Los teléfonos sonaban insistentemente sin ser atendidos. Varios clientes los utilizaron para avisar a sus familiares de que no podrían viajar.

A pesar de las continuas demoras -alguna ha llegado a 120 horas-, muchos pasajeros argentinos elegían Air Madrid porque sus billetes costaban entre un 20% y un 30% menos. En un país donde el sueldo mínimo es de unos 200 euros, una parte importante pagaba a plazos los boletos. Es el caso de Gladys Esperanza, una docente que en julio había comprado un billete -"el último que quedaba"- por unos 890 euros. Este mes acababa de pagar la última mensualidad. "Yo sabía que había problemas y quejas, pero en la compañía me dijeron que no me preocupara", comentaba desolada ante la perspectiva de no viajar a España este fin de año. Su vuelo estaba programado para el 30 de diciembre.

En la madrugada de hoy (hora española) llegó a la capital argentina un avión fletado por el Ministerio de Fomento para embarcar a los pasajeros con billete de vuelta que han quedado atrapados.

La suspensión de Air Madrid ha tenido gran repercusión en Argentina. El Ministerio de Exteriores convocó al embajador de España en Buenos Aires a quien expresó la "preocupación" por los graves perjuicios a los viajeros. Horas antes se había formado un gabinete de crisis en la Embajada española, que adoptó poner en marcha la asistencia consular para los ciudadanos españoles.

"Es increíble la desinformación que hay", se quejaban Jesús, Albert, Alberto y Silvia, españoles residentes en Argentina que supieron de la crisis de Air Madrid por la página web de EL PAÍS. Antes de acercarse a la sede de la compañía en Buenos Aires llamaron al teléfono habilitado por Fomento, pero no obtuvieron respuesta. En la oficina de Air Madrid, un guardia de seguridad reparte hojas de reclamaciones por las que todo el mundo pugna. Cuando las están rellenando alguien da la voz de alarma. No hay donde entregarlas.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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