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Columna
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La montaña

Manuel Rivas

En Villablino, provincia de León, ha desaparecido una montaña. El ayuntamiento le ha impuesto una multa ejemplar a esta empresa especializada en realismo mágico. Vivimos tiempos de una grandiosa prestidigitación en el paisaje. El capitalismo ilusionista ya no se inspira en Milton Friedman sino en el célebre escapista Harry Houdini, pero utilizando la maquinaria pesada para la llamada teletransportación, a la manera del neomago David Copperfield, que anunció la era Bush el día en que hizo desaparecer la Estatua de la Libertad. El ilusionista clásico hacía aparecer una rosa y desaparecer un conejo. Ahora, de repente, aparece una urbanización con veinte mil retretes y veinte mil cisternas rellenas con agua mineral embotellada. La gran performance ilusionista, la llamada Apoteosis del Pocero, consiste en activar la ley de la causalidad, es decir, tirar de todas las cisternas a la vez y contribuir así, desde el secano del ruedo ibérico, al suave desplazamiento de las góndolas por los canales de Venecia. Por otra parte, ya no se lleva la desaparición del conejo sino de toda una gran montaña con todos los puñeteros conejos a la vez. Donde estaba la montaña, está el gran cráter del vacío. Y es a esa creación de vacío a lo que algunos llaman, con fino eufemismo, creación de riqueza. El capitalismo mágico.

Además, hacer desaparecer una montaña, una gran montaña, no es tan fácil como la gente cree. Hay que practicar mucho. Hay que hacer mucha magia de cerca, con monedas y naipes, hay que desvanecer muchas palomas, antes de pasar al ocultismo de alta montaña.

En este marco de ilusionismo, me temo que la empresa prestidigitadora no se resignará al pago de la multa de 170 millones de euros. Cuando se descubre la realidad, y el truco se desmonta, la prestidigitación histórica suele conducir al llamado negacionismo. O a esa forma de negacionismo que es la voluntaria desmemoria. Lo vemos ahora, en la política. ¿Dictadura? ¿Qué dictadura? Hay gente que no vio una dictadura durante cuarenta años a un palmo de narices y la fue a descubrir en Irak o en Cuba. Otro caso curioso de levitación y teletransportación. Así que un día de éstos saldrá un portavoz del capitalismo mágico con inmaculados guantes blancos y preguntará con aire ingenuo: "¿Montaña? ¿Qué montaña?".

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