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Alta participación en las elecciones municipales en Irán

Los resultados servirán para comprobar el grado de aprobación del presidente Ahmadineyad

Ángeles Espinosa

Muchos teheraníes desafiaron ayer el frío para ir a votar. Con todo, no se vieron las enormes colas de la etapa reformista, y numerosos colegios electorales permanecieron semivacíos durante buena parte de la jornada. Aunque ni la elección de los consejos municipales ni la de la Asamblea de Expertos afectan directamente a la política nacional, los analistas opinan que el resultado indicará el grado de desgaste del presidente, Mahmud Ahmadineyad.

A falta de encuestas de opinión fiables, nadie se atrevía a avanzar un pronóstico y no habrá resultados antes del domingo.

"Afortunadamente, los iraníes están muy alerta y a lo largo de la historia nunca se han comportado como sus enemigos esperaban", declaró Ahmadineyad en aparente referencia a esa incógnita. Acorde con su estilo populista, el presidente no votó en uno de los colegios electorales habilitados para los dirigentes, sino en una mezquita cercana a su domicilio privado, al este de Teherán, donde hizo cola durante media hora.

Muchos simpatizantes aprovecharon para acercarse a él y entregarle cartas con peticiones. Aunque algunos críticos le acusan de gastar más energías en enfrentarse a Occidente que en mejorar los problemas económicos del país, Ahmadineyad sigue contando con un fuerte respaldo entre las clases populares y el funcionariado, uno de los sectores más beneficiados por sus medidas.

Aunque sin valor estadístico, numerosas entrevistas en una decena de colegios electorales de la capital convencieron a esta corresponsal de que la mayoría de los votantes respaldaba las políticas del presidente.

"Este Gobierno es el resultado de nuestros esfuerzos y de los mártires de la guerra", aseguraba Razieh Ibrahim Shemirani, una energética anciana de 72 años, tras votar en el colegio móvil situado a la salida de la plegaria en la Universidad de Teherán. Otros entrevistados hablaban de "responsabilidad como iraníes", "deber revolucionario", "deseo de construir el destino del país", una terminología habitualmente utilizada por los conservadores.

El resultado final va a depender del grado de participación de los 46,5 millones de potenciales votantes (2,4 millones más que en las anteriores elecciones), si bien para las municipales el censo es algo menor porque las aldeas con menos de 10 familias no eligen consejo.

"Si la gente no participa, una minoría puede hacerse con el poder, en tanto que una participación entusiasta satisfará los deseos de la mayoría", declaró el ex presidente Mohamed Jatamí. Tal era también la convicción de los reformistas que, tras el varapalo de las municipales de 2003, tratan de volver a la arena política.

La agencia oficial de noticias iraní, IRNA, predijo que el 64% de los electores acudiría a las urnas. Pero, a falta de sondeos homologables, era difícil evaluar si la afluencia ante algunos colegios electorales de Teherán se debía al entusiasmo popular o a la mera complejidad del escrutinio, con tres papeletas distintas en las que los electores tenían que escribir los nombres y códigos de hasta 33 candidatos.

Los iraníes optaban entre 233.000 candidatos, 5.000 de ellos mujeres, para ocupar 113.000 puestos de concejales en ayuntamientos rurales y urbanos. También renovaban la Asamblea de Expertos, una poderosa institución de 86 miembros que supervisa la labor del líder supremo. Además, en algunas circunscripciones, como en la capital, se cubrían los escaños parlamentarios vacantes.

"Hay colas porque vienen las cámaras de la televisión", desestimaba Abulfazel Nikusohan a las puertas de An Nabi, en la plaza de Haft Hoz. "No tendrían por qué estar pasando frío porque justo aquí a la vuelta hay otro colegio que está vacío", insistía este hombre que no pensaba votar y se mostraba extremadamente crítico del Gobierno.

El voto no es secreto

En la deliciosa película iraní El voto es secreto, de Babak Payami, una proba funcionaria se esforzaba por garantizar la debida reserva de los escrutinios en una remota isla del golfo Pérsico. La realidad no es tan escrupulosa. Desprovistos de cabina de votación, los iraníes eligen a sus candidatos a la vista de todo el mundo.

Tras entregar su documento de identidad, los votantes reciben las papeletas. En el caso de Teherán, ayer fueron tres: una azul para el consejo municipal, una caqui para la Asamblea de Expertos y una rosa para cubrir dos vacantes del Parlamento. Un funcionario sella su tarjeta y otro se asegura de marcarles el dedo índice de la mano derecha con tinta indeleble.

Los nombres de los candidatos a cada escrutinio están expuestos en sendos carteles del mismo color que las correspondientes papeletas en las paredes de los colegios. Quienes no se han traído una chuleta de casa repasan las listas en busca de nombres familiares. En la capital, los aspirantes al Ayuntamiento eran 1.170, al Parlamento 31 y a la Asamblea 96, por lo que el proceso llevaba un buen rato.

Una vez tomada la decisión disponen de pupitres o mesas, donde a la vista de todo el mundo y a veces tras intercambiar parecer con sus acompañantes, tienen que escribir los nombres y el código de sus elegidos. En este caso, hasta 15 concejales, 16 expertos y 2 diputados.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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