Vivir en 30 metros
Una cama, un baño y una cocina. Y todo en menos de 30 metros cuadrados, como muestran las cinco historias de este reportaje. Cada vez más jóvenes viven en estos minipisos en España, el país europeo donde más se construye y más difícil resulta el acceso a una vivienda digna
Camine seis zancadas de frente, dibuje un ángulo recto y después avance otras cinco. Termine con su imaginación el perímetro de este rectángulo ficticio y aquí los tiene: 30 metros cuadrados, los causantes de la polémica. No hay medio de comunicación que no se hiciera eco de la propuesta en la que la ministra de la Vivienda, María Antonia Trujillo, barajaba incluir "soluciones habitacionales" de 30 metros cuadrados para "situaciones transitorias" en el Plan de Vivienda 2005-2008. Hoy, los llamados minipisos de protección oficial son, teóricamente, una realidad. ¿Los beneficiados? Quienes acceden por primera vez a la propiedad, jóvenes, personas con discapacidad, mayores de 65 años, familias monoparentales, víctimas de violencia de género y del terrorismo, divorciados "y otros colectivos en situación de riesgo o exclusión social". La filosofía del plan: el acceso a una vivienda no implica necesariamente la propiedad de la misma (176.000 viviendas serán en alquiler de un total de 720.000). A pesar de que los 30 metros cuadrados no tienen asignada ninguna partida especial -el total del plan destina 6.822 millones de euros-, fue justo este punto el que provocó un fuerte debate en la opinión pública a varias bandas: ¿es posible vivir en viviendas tan pequeñas? ¿Abaratará la medida los precios? La consultora Cushman & Wakefield revelaba un dato comprometedor: un oficinista alemán tiene de media 30 metros cuadrados sólo para trabajar. Todo esto sin olvidar que la actual normativa técnica de vivienda de protección oficial (VPO), que data de 1979, fija en un mínimo de 40 metros cuadrados la vivienda de estas características. Y ojo, cada comunidad autónoma tiene potestad para hacer caso a la ministra y rebajar los metros a sus inmuebles protegidos. Los parabienes del modelo nórdico saltaron a la palestra y el parche de la infravivienda se destapó hasta en los mejores barrios. Muchos ciudadanos anónimos dejaron que los objetivos de los fotógrafos retratasen trasteros habilitados ilegalmente, ilustres casas parceladas sin licencia en apartamentos de 20 metros cuadrados, angostas porterías donde unos que ya eran abuelos habían criado a su prole. Y para no perder ocasión de negocio, "la casa más barata de Madrid es una vivienda de segunda mano en el distrito de Vallecas. Tiene 14 metros cuadrados y cuesta 96.000 euros", anuncia la inmobiliaria Habitat24. Detrás de un sinfín de soluciones imaginativas para distribuir el espacio, estaban unas caras, normalmente jóvenes, que habían encontrado los metros adecuados a sus salarios mileuristas, en los mejores casos, aliñados con la guinda de la especulación.
El Instituto Nacional de Estadística (INE), que establece el tamaño común de vivienda en España entre los 76 y los 90 metros cuadrados, aireó también sus datos: "Madrid es la comunidad autónoma que cuenta con más hogares cuya superficie no llega a 30 metros cuadrados: 14.575, el 0,78% del total. En toda España son 55.797, el 0,39%. Por comunidades, a la capital le siguen en vivienda mínima Cádiz, Ceuta, Melilla, Las Palmas, Santa Cruz de Tenerife, Almería, Málaga y Ávila. Esos inmuebles subsisten gracias a que "el único control sobre la infravivienda en España es la licencia de reforma, que no siempre se pide", aseguran en los colegios de arquitectos. Luego están los inmuebles históricos anteriores a los planes de ordenación urbana. Sólo una llamada de denuncia, que la mayoría de las veces no se produce, podría delatar estos minipisos, que muchas veces son la única opción a un hogar. Y al hilo de esto: uno de cada cinco españoles, según datos del INE, se encuentra por debajo del umbral de la pobreza, fijado en 523 euros de media al mes.
La sociedad se encrespa, los constructores se echan las manos a la cabeza: "¿Es que se mide la dignidad en metros cuadrados?", reclaman. "Todo lo contrario", asegura la ministra. ¿Está alentando el Ejecutivo la construcción de infravivienda con la excusa de solventar así el problema de la vivienda en uno de los países europeos donde más se construye, donde el pago de hipoteca amenaza al 41% de la renta total de los ciudadanos y miles de jóvenes de la Plataforma por una Vivienda Digna se echan periódicamente a la calle para reclamar el fomento del alquiler, acciones fiscales contra las viviendas vacías, medidas legales para limitar la duración de las hipotecas, el control del fraude hipotecario y la especulación? El Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos de Madrid, tomando como fuente los precios de mercado, ha elaborado un informe que concluye: "Construir un edificio de cuatro plantas, de 200 metros cuadrados cada una, con viviendas de 30 metros cuadrados asciende a 707.267 euros, un 36,6% más que pisos tres veces más grandes". El vicepresidente de la Asociación de Promotores Constructores de España (APCE), Rafael Santamaría, cree que "la gente quiere comprar una casa para que le dure, pero en 30 metros no se puede tener familia". "Madrigueras" es el calificativo que utilizan en la Organización de Consumidores y Usuarios para calificar los pisos de 30 metros. "Nos parece peligroso reformar la normativa sobre vivienda protegida", afirman. El plan Trujillo es defendido por Carlos Hernández Pezzi, presidente del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE): "No sería la solución, pero puede funcionar y atender la demanda de un sector que además tiene problemas financieros para acceder a una vivienda". La discusión no paraliza las grúas. "Casi un tercio de las viviendas nuevas acabadas en 2005 en Europa (un 28,4%) correspondieron a España, país que supone sólo un 9,7% de la población europea", comenta el responsable de Euroconstruct en España y miembro del Instituto de Tecnología de la Construcción de Catalunya (ITEC), Josep Ramón Fontana. Sin poner fecha al enfriamiento de precios, un estudio de Planner Asprima argumenta que Andalucía, Comunidad Valenciana, Cataluña y Madrid son un motor de la construcción en España.
Mientras, ciudadanos como los protagonistas de este reportaje continúan, con más o menos éxito, su día a día en muy poco espacio; los 30 metros cuadrados levantan ampollas tanto en la vivienda libre como en la de protección oficial. Casi un año después del polémico anuncio de la ministra, ¿dónde están los famosos minipisos? ¿Se ha construido o proyectado en los últimos años vivienda libre de 30 metros cuadrados? Según el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, existir, existen: "Es lógico que se apueste por nuevas tipologías de vivienda. Hay un fuerte cambio en la familia tradicional española, y a una nueva sociedad le corresponde un nuevo tipo de vivienda".
Abril de 2005. Fira de Barcelona. Salón Internacional de la Construcción: Construmat. La ministra de la Vivienda pasea entre los 2.134 expositores de 53 países. Entre ellos, el proyecto APT (apartamento), una iniciativa -liderada por el arquitecto barcelonés Josep Bohigas- que propone viviendas de bajo coste construidas bajo criterios de sostenibilidad, con materiales de calidad y en un espacio mínimo. El objetivo es investigar otro tipo de inmuebles que respondan a las nuevas necesidades de los ciudadanos. APT propone seis prototipos que intentan "dignificar la vivienda mínima. Ninguna de esas casas se podría construir porque no cumplen la superficie mínima permitida. Tampoco decimos que el apartamento sea una solución universal, pero sí lo es para muchos", señala Bohigas. Los prototipos de Miquel Suau, Gustavo Gili, Ábalos & Herreros, Anne Lacaron & Jean Philippe Vassal, entre otros, son de momento ideas experimentales. Ante tanta ebullición, la ministra aprovechó para lanzar la idea de construir VPO en tipología mínima. Un sector de los asistentes piensa que se precipitó. "El mensaje de los 30 metros se desvirtuó y se desató una polémica que nos sobrepasó a todos", aseguran. ¿Ha saltado alguno de los proyectos de APT del papel al ladrillo? Francesc Plá, del estudio de arquitectura Bopbaa, dice: "De momento tenemos una rehabilitación en un inmueble centenario de Barcelona". Bopbaa se ha propuesto potenciar los metros cúbicos: un aumento en la altura estándar de entreplanta (de 2,5 a 3,8 metros), las zonas comunes del edificio (como trasteros, lavaderos o puntos de reciclaje), y se intenta que todos los metros sirvan para todo. "Por supuesto, las mínimas dimensiones son operativas porque el inmueble está en un barrio céntrico y bien comunicado de Barcelona. En una zona de nuevo cuño a las afueras y sin servicios son menos viables", recalca Plá.
Esta filosofía converge con la del ar-
quitecto Andrés Jaque. "Tenemos el primer proyecto hecho realidad en el centro de Madrid. Los inquilinos son dos adolescentes. Sus padres se marcharon a vivir fuera de Madrid y querían que sus hijos tuvieran un apartamento económico en la ciudad para continuar estudiando. Lo llamamos casa tuperware. Intentamos ahorrar metros y dar soluciones tecnológicas. ¿Por qué? Creemos que los precios del suelo, los costes de proyecto, licencia, obra, financiación, gestión y comercialización de viviendas apenas han tenido movimientos en los últimos años. Sin embargo, los beneficios netos derivados de las labores de promoción se han multiplicado por siete y representan la tercera parte del coste total del precio de mercado. El incremento del precio del suelo ha tenido el efecto directo en el alza del precio final de las viviendas y en los beneficios derivados de su promoción, pero no ha contribuido a aumentar la calidad de la construcción ni a fomentar innovaciones en los protocolos de diseño. Así nacen nuestras casas, pequeñas, de precio asequible con un alto grado tecnológico. Es el momento de ensayar alternativas a las políticas de promoción de viviendas sociales. Con nuestras casas de plástico intentamos responder a una creciente demanda: la de los jóvenes con movilidad laboral. Inventamos casas que generen ciudadanos más libres y no estén atados de por vida a unas altas hipotecas".
Otros, como el arquitecto y activista sevillano Santiago Cirugeda, autor del diseño de viviendas temporales para jóvenes en Basauri (Vizcaya), dan una vuelta de tuerca y confían en "la tecnología reversible, que no sea depredadora con el suelo y que ocupe, sólo temporalmente, el espacio de implantación" con iniciativas que bordean la ilegalidad para "demostrar las limitaciones de la normativa". En el Foro Civitas Nova 2006, la arquitecta Izaskun Chinchilla apostó por la movilidad de la tipología de la vivienda tradicional. "Por inmuebles que pudieran comprarse a medida (por metros cuadrados, a la carta) y que fueran gestionados por cooperativas de, al menos, 60 propietarios, permitiendo la compraventa parcial de estancias, según variaran las necesidades".
¿Tienen acceso a estas novedosas
tipologías los jóvenes, estudiantes, inmigrantes, familias monoparentales, divorciados o ancianos? De momento, no. "Esperamos poder satisfacer esta demanda en un futuro", dicen en Bopbaa. Un apunte. En junio de 2006, el arquitecto inglés Richard Horden hacía realidad la "casa-cubo" de seis metros cuadrados destinada a estudiantes. La idea, no apta para claustrofóbicos, es realidad en la Universidad Técnica de Múnich (Alemania). A partir del próximo semestre, varios estudiantes vivirán en ellas. El precio rondará los 25.000 euros. Según Horden, "el sistema modular permitirá confeccionar auténticas ciudades a medida en un futuro". Conclusión: en términos de vivienda libre, las de pocos metros no gozan de buena salud. En la práctica, muchas rozan la infravivienda. Eso sí, hay esperanzadoras y no siempre económicas excepciones.
"La vivienda es un bien social, no un bien de mercado", reza una pancarta de la Plataforma por una Vivienda Digna. Pero ¿se ha construido vivienda protegida de 30 metros después del anuncio de Trujillo? Desde el ministerio afirman que estas viviendas existen, y añaden que "menos en el País Vasco y en Navarra, todas las comunidades han firmado el Plan de Vivienda 2005-2008, que las contempla". De las comunidades consultadas, sólo tres, y con particularidades, proyectan viviendas con tipología mínima. El resto se mantiene en el rasero de los 40 metros cuadrados. Hablamos de Andalucía, Extremadura y Aragón. En Andalucía aclaran que no son minipisos, sino que se está construyendo vivienda pública adaptada a las necesidades concretas de determinados colectivos. "Es el caso de unas viviendas para estudiantes desplazados en Sevilla, que se están ideando con servicios comunitarios. Otro tipo son los alquileres destinados a familiares de enfermos crónicos que se han de desplazar por temporadas a los hospitales de la ciudad. También está en proyecto la vivienda para temporeros negociando soluciones habitacionales con Ayuntamientos y los propietarios de las fincas", dicen. Aragón, que ha desarrollado con éxito la aplicación del primer registro de demandantes de viviendas protegidas, el llamado "Toc-Toc", e incluso ha cedido la aplicación informática al Ministerio de Vivienda para su implantación en otras comunidades autónomas, planea, con motivo de Expo Zaragoza 2008, construir 400 viviendas de tipología mínima en la nueva ciudad de Valdespartera. "En alquiler y sólo para los trabajadores de la Expo", aclaran. En tierra de la ministra, Extremadura, por fin, aparecen las viviendas protegidas en régimen de alquiler, vía Sociedad Pública de Alquiler. Son tres pisos de 30 a 35 metros cuadrados dentro del proyecto de rehabilitación de 22 viviendas de las llamadas Casas Coloradas, en Badajoz. Sus propietarios pagan 180 euros. Joffre López, sociólogo y autor del Observatorio de la Vivienda Joven en España, cree que la solución al problema de la vivienda, más que achicar metros, apunta a "nuevas fórmulas de alojamiento, como programas de viviendas compartidas, casas intergeneracionales u otras alternativas fuera del mercado convencional". Para esto también hay iniciativas en marcha. En Asturias está el Programa de Viviendas Compartidas del Ayuntamiento de Gijón. El Gobierno de Canarias, a través del Instituto Canario de la Vivienda, quiere construir "alojamientos colectivos" para grupos en riesgo de exclusión social. Las viviendas intergeneracionales, para jóvenes y mayores, del Ayuntamiento de Alicante son otro ejemplo.
Y dentro de tanto proyecto aún
sin entregar, la realidad que no espera. "Más que quedarse en la anécdota de los 30 metros cuadrados, quizá el debate podía haberse encaminado a solucionar con diligencia las situaciones de infravivienda de los colectivos más indefensos", denuncia el trabajador social Juanjo Peris, de Cáritas Huelva, encargado del colectivo de los sin techo en una provincia con un alto índice de mano de obra temporera inmigrante, que subsiste ajena a la polémica de los metros cuadrados. No son los únicos. ¿Se puede vivir en un minipiso? "Pues mire usted, depende de qué treinta metros y la necesidad que uno tenga", dice Carlos Merchán, ecuatoriano, que vive con su mujer, su bebé y una cuñada en un inmueble madrileño de estas características. Pagan 580 euros al mes. Pero él prefiere que no lo fotografíen "para no airar al dueño".
"Este tipo de pisos no permite tener hijos"
Ana Escolar, 33 años. Administrativa. Carlos Molero, 32 años. Educador ambiental. Diego, 16 meses. Viven en 33 metros cuadrados, en Toledo.
En 2000, con el aval de su padre, Ana consiguió una hipoteca para comprar y rehabilitar un antiguo palomar de 1800 en el casco histórico de Toledo. El precio: ocho millones de las antiguas pesetas, por un tercero sin ascensor con unas vistas excepcionales. Tenía un contrato temporal y quería independizarse. "Nunca ha sido un espacio agobiante, pero según ha ido cambiando mi situación personal, se ha ido haciendo incómodo. De hecho, los anteriores dueños se fueron porque tuvieron una niña", comenta. Tanto ella como su pareja tienen unos segundos armarios en casa de sus padres. "Carlos no ha podido mudarse del todo y sólo tiene aquí las cosas que realmente usa. Y, claro, la mayoría de nuestros libros están en cajas en trasteros ajenos. Al vivir en un espacio pequeño, aprendes a economizar metros. Compramos al día para no acumular, el ordenador es portátil para utilizarlo desde el sillón-cama del salón. Estudiamos en la biblioteca (Carlos está terminando su carrera y yo preparo una oposición), porque no hay espacio para una mesa de trabajo. Diego [su hijo] comparte habitación con nosotros. Hasta las mantas las cambiamos por un edredón, que ocupa menos. Todos los muebles tienen cajones. Hemos optado por no poner librerías altas para no agobiarnos sacrificando capacidad de almacenamiento", afirma. "Con el bebé, la casa se ha reestructurado más aún. Hay enseres que hemos tenido que devolver porque ocupan mucho espacio. Otro problema es el cuarto de baño. Le lavamos sentadito en la ducha, y tan feliz. Lo más incómodo es compartir la habitación con el niño, a los seis meses el pediatra me recomendó que tuviera su espacio y ya tiene 16 semanas", cuenta Ana. Se han puesto a buscar vivienda protegida en Toledo, pero "apenas se construye. Estamos esperando que se apruebe de una vez el nuevo Plan de Ordenación Municipal. Te apuntas a varias cooperativas, tu niño crece y nadie te llama. Nuestras aspiraciones no son descabelladas: una vivienda de 90 metros cuadrados con dos habitaciones. Si lo logramos, tal vez podamos ampliar la familia".
"Tenemos dinero, pero nadie nos alquila una casa"
Adama Keita, 32 años. Modibo Kulibari, 27 años. Son de Mali y trabajan en España como temporeros desde hace cuatro años.
Tienen papeles y dinero, pero nadie les alquila una casa. Viven en chabolas ilegales, de seis metros cuadrados, sin agua ni luz. Adama y Modibo, de Mali, agotan sin éxito todas las posibilidades para encontrar un techo antes de que empiece la recogida de la naranja en Lepe (Huelva). La negativa es la constante. En este rico pueblo onubense se prefiere tener una propiedad cerrada antes que alquilarla a un subsahariano. El Ayuntamiento, sin embargo, fomenta los contratos en origen con países como Polonia (convenios en los que se incluye vivienda) y se desentiende de la situación de los jóvenes africanos, que acaban en chabolos en las afueras del pueblo. Eso sí, siempre cerca de una explanada para que pueda entrar el camión del patrón a recogerlos. Juanjo Peris, trabajador social de Cáritas Huelva, lo explica: "Pensábamos que la gente no les alquilaba porque eran clandestinos. Sorprendentemente, un 80% son legales. En 2005 contabilizamos 500 chabolas en Huelva", asegura mientras pregunta a Adama y Modibo si necesitan algo, después de una intensa semana de lluvias. "Un techo seco", responden. "Nos pagan entre 30 y 35 euros el día. En Tarragona [donde recogen la pera], La Rioja [la uva] o en Jaén [la aceituna] te dan vivienda; éste es el peor lugar, pero hay que comer", explican, mientras enseñan el que será su hogar durante dos meses. En pocas horas, con plásticos y estructuras metálicas de los invernaderos, la chabola está edificada. Fuera construyen una ducha con un palé en el suelo. La cocina es una parrilla o el resto de un somier oxidado. Dentro: una cama, maletas, maquinillas de afeitar y una radio para escuchar los partidos de su particular dios: Samuel Eto'o. "Por la diversificación de la agricultura, un cultivo engancha con otro y las infraviviendas se convierten en asentamientos estables. La Guardia Civil acaba derribándolos", denuncian Cáritas y la ONG Huelva Acoge. Ante una Administración impasible, estos lugares son para muchos africanos el final de un viaje migratorio de entre tres y cuatro años en busca del sueño europeo.
"Una casa portátil es más rentable que un alquiler"
María del Mar Fernández, 33 años. Comercial. César, 11 años. Viven en una 'mobil home' en un cámping del Mar Menor (Murcia).
Compraron la parcela y la mobil home. Pagan al trimestre 226 euros en concepto de manutención de zonas comunes. "En Estados Unidos es habitual vivir así. Yo hice cuentas y, después de separarme, comprar una parcela en un cámping (unos 30.000 euros) y una casa portátil (otros 30.000), me salía más rentable que alquilar cerca de Murcia (en la zona se pagan 350 euros por un piso de dos habitaciones). No es tan sencillo encontrar un piso de hoy para mañana, y una amiga me comentó que, como solución temporal, vivía en este cámping", comenta María del Mar. "El vivir aquí me permite ahorrar para comprar una vivienda, ya que enfrentarte a una compra sola y sin ahorro previo es un mundo en una zona tan residencial como Murcia. Le he sacado la parte buena, el cámping es grande (unas 6.000 plazas) y está bien equipado. El niño tiene la playa al lado y disfruta de la piscina y la pista de tenis. Tengo que llevarle en coche al colegio, que está a quince minutos, pero el año que viene vendrá un autobús a recogerle. Mi parcela es de 100 metros y tiene agua potable, desagüe y electricidad. Hay un supermercado, un restaurante, teléfono público, Internet, llega el correo, hay vigilantes y, en verano, viene un ATS. He conseguido un trabajo como comercial en un complejo turístico en la zona, y que todo me pille tan a mano me permite ahorrar para nuestra futura vivienda". Pero no todo fueron ventajas. "Me engañaron cuando compré la mobil home. Me dijeron que tenía siete meses y tiene dos años. Por suerte, mi denuncia prosperó. Estamos cómodos y, ante la falta de espacio, siempre me queda guardar cosas debajo de la mobil home. Entre unas cosas y otras, estoy hecha una experta en bricolaje. Una casa de madera lo exige, y eso que en esta zona llueve poco. ¿Cuánto tiempo estaré aquí? Lo determinará mi capacidad para ahorrar". En el cámping donde vive María del Mar hay otras 30 familias que viven todo el año. Cerca de 50 los fines de semana. En Murcia, la legislación restringe al 40% las parcelas en propiedad dentro de los cámpings.
"Mis amigos me llaman el 'chico Trujillo"
Pedro Vega, 31 años. Alfabetizador tecnológico de la Junta de Extremadura. Por 169 euros al mes ha alquilado uno de los primeros minipisos de protección oficial del Plan de Vivienda 2005-2008. Vive en Badajoz y su casa tiene 33,80 metros cuadrados.
"Mis amigos me llaman el chico Trujillo porque vivo en uno de los famosos pisos de 30 metros cuadrados", bromea Pedro, que estrenó la sorna hace apenas un mes, cuando la Sociedad Pública de Alquiler (SPA) le llamó para comunicarle que una de las 22 viviendas de las llamadas Casas Coloradas, un edificio del siglo XII en el corazón de Badajoz, era suya. Casualmente, su abuela había regentado una panadería en los años cincuenta en los soportales de la plaza donde se ubica ahora su casa, "con lo que el piso tiene además un valor sentimental". Con su sueldo de mileurista, "estaba abocado a compartir piso si quería independencia. En esta misma zona, un apartamento de estas características podría alcanzar los 400 euros al mes, y ahora pago 169. Más que un chollo, es justicia. Al trabajar a 50 kilómetros de Badajoz, en Barcarrota, paso gran parte del día fuera de casa, por lo que el espacio no es ningún problema. Además tengo seis balcones a la plaza y ascensor". ¿Problemas de almacenamiento? "Tengo espacio para hacer dos estupendos armarios empotrados. Gracias a que es un rectángulo perfecto, la casa se optimiza al cien por cien, y lo que no me quepa, a casa de mi madre", enfatiza este joven informático. "También podría vivir en pareja porque el dormitorio es independiente, pero es realmente imposible crear una familia". Pedro comenta que no es casualidad que los pisos se hayan rehabilitado en esta zona. "El centro de Badajoz es una parte de la ciudad muy degradada y han querido meter a gente joven para darle savia nueva. Esta iniciativa servirá para devolver el interés por la parte monumental. La Administración necesita repoblar la zona, y nosotros, una vivienda. El trueque es perfecto", opina. Pedro está convencido de que los minipisos no solucionan el problema global del acceso a la vivienda, pero son un magnífico parche temporal. "Realmente, me siento muy afortunado", añade.
"Ésta es una solución para un soltero"
Marcos Rubiño, 38 años. Soltero. Estilista. Vive en una corrala de 22 metros cuadrados en Madrid. Paga 500 euros al mes.
Nunca se ha planteado comprar casa en Madrid y vive de alquiler desde que llegó de Motril (Granada) hace 14 años. "Ésta es la primera vez que no comparto piso", dice abriendo la puerta de su tercero sin ascensor, situado en una de las 500 corralas de la capital. Unos inmuebles que casualmente fueron la solución urbanística a la falta de espacio del Madrid de los siglos XVIII y XIX, ocasionado por un masivo éxodo rural. Un 67% de estas construcciones, diseñadas alrededor de un gran patio con pasillos distribuidores, tienen síntomas de infravivienda, según un estudio del Colegio de Aparejadores de Madrid. Marcos asegura que ése no es su caso. Su corrala -en el corazón de Chamberí- está recién rehabilitada y la propietaria hizo una reforma integral del piso antes de alquilárselo. Marcos paga 500 euros al mes por 22 metros cuadrados amueblados, un 30% de su sueldo, ya que su empresa le financia 200 euros del alquiler. "No quiero un piso con una gran hipoteca que me ate, ya que mi trabajo me exige mucha movilidad. Pero he invertido cinco millones de las antiguas pesetas en hacerme una casa en mi tierra". Para organizarse en esta casa, su clave es "el orden extremo". Marcos echa de menos un espacio donde guardar una bicicleta, ventanas más amplias para macetas y una mesa de comedor. Las ventajas: "No hay ruido a pesar de vivir en el centro, todos los transportes y servicios están a mano, la tipología de la casa hace que mantenga una buena relación vecinal y en verano tengo las puertas abiertas. Aunque soy consciente de que en estos metros, si quisiera tener pareja, no podría pasar de una aventura de una semana. Sería imposible por mero descanso visual".
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