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Entrevista:Juan Navarro Baldeweg | ARQUITECTURA

"El libro de las grandes ciudades está escrito"

Anatxu Zabalbeascoa

Sus últimos trabajos, el Teatro del Canal, que construye desde hace años en Madrid, la ampliación del Museo de Arte Abstracto ganado al suelo de Cuenca o el Auditorio de Vitoria, en el que se fundirá su trabajo como pintor con la arquitectura, dibujan a un arquitecto con vocación de construir edificios cercanos, reales, palpables y, como él apunta, humanizados. Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939) responde a la entrevista en su estudio, una casita racionalista en la colonia madrileña de El Viso.

PREGUNTA. Ha ganado el concurso para ampliar el Museo de Arte Abstracto de Cuenca. ¿Qué pesa más en ese trabajo la abstracción o la concreción de las casas colgantes?

RESPUESTA. Indudablemente la concreción. Todo el museo es una sucesión de pequeñas ampliaciones. Ésta está ganada a una caída del terreno, casi semienterrada. Es prácticamente una geología artificial en un lugar como Cuenca en el que el mayor espectáculo es su propia topografía. Así, la naturaleza del lugar es la protagonista. Yo procuraré trabajar con afecto para que tenga un brillo grande. El brillo, si se logra, sería lo más importante.

"Tratar de convertir en iconos nuevos edificios es una actitud antigua, provinciana y conservadora"
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P. ¿Que brille?

R. Que brille como una joya, como algo que sin ser grande ni distinto enriquece lo demás.

P. ¿Cómo se puede brillar en arquitectura sin deslumbrar?

R. El concepto de protagonismo en arquitectura es muy complicado de explicar. Yo recuerdo como un edificio deslumbrante la casa de Barragán en México. Visitarla me dejó un recuerdo brillante en el sentido íntimo de la palabra: imborrable.

P. ¿Por qué?

R. Porque se oponía a todo lo demás: al ruido, a la confusión, a la exhuberancia. El brillo para mí no es protagonismo visual. Debemos superar la concepción de la arquitectura como objeto y concebirla como un amplificador de algo que tiene valor.

P. ¿Qué opina de lo que hoy llamamos iconos? ¿Son tan nefastos o tan positivos como parecen creer críticos y políticos?

R. Hoy se habla de los iconos de una manera provinciana, que confunde. Para mucha gente un icono es una obra grande, destacada, emergente. Y no es así. Un icono es siempre un trabajo que reorienta. Así se puede entender por qué el Guggenheim de Bilbao es un icono: porque reorienta toda la ciudad, trabaja más allá del edificio. Esa manera de complementar es para mí relevante. Por eso los iconos no son siempre grandes, ni altos, ni llamativos. Pero siempre brillan. En Nueva York, por ejemplo, el icono es Central Park. Porque es precisamente lo que rompe la sucesión de la ciudad.

P. ¿Qué son los edificios que buscan ser iconos y no reorientan la ciudad?

R. Fallos. Además creo que los iconos no se buscan, se encuentran. Lo que nace para dejar una huella es muy difícil de prever. Cualquier persona que trabaja en el arte sabe muy bien que la obra maestra acontece, llega a un autor. Aunque el autor deba estar preparado.

P. ¿No se puede diseñar un icono?

R. El arte es esquivo. Y por eso la arquitectura, para serlo, tiene que buscar algo más que a ella misma.

P. ¿Qué hace el icono el edificio o el contexto?

R. Toda la arquitectura es una casa dentro de otra. Una casa dentro de la naturaleza. O una casa en la ciudad. Hoy cada vez se trabaja más reconstruyendo lo que ya está hecho. El ejemplo paradigmático es Gordon Matta-Clark, que hacía obras dentro de las obras en los años setenta. Él tenía una actitud en la que ya aceptaba que el mundo es hoy muy artificial. Está todo muy construido.

P. ¿Qué se puede aportar?

R. Nada desde las sustancias primarias, como piensan los modernos. Se puede aportar tomando como dato lo ya construido. Hoy se trabaja en el lado de la metamorfosis.

P. Y eso ¿cómo se traduce en arquitectura?

R. En Madrid tendría mucha más fuerza icónica reutilizar edificios ya construidos que construir torres altas. Unir un rascacielos y una vivienda con una pradera, establecer nuevas relaciones me parece más osado que construir nuevos edificios. Tratar de convertir en iconos nuevos edificios es una actitud antigua, provinciana y conservadora.

P. ¿La innovación es una actitud?

R. El libro de las grandes ciudades está escrito. Lo que queda por hacer son nuevas lecturas a través de la metamorfosis de lo que existe. Además, el brillo no tiene por qué ser espectacular. La arquitectura puede proporcionar una experiencia brillante haciéndose incluso invisible. Una red de plazas públicas en las que pudiéramos volver a contemplar el paso del día sería algo extraordinario en una ciudad tan intensa como Madrid.

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