"EE UU nos pide consejo sobre América Latina"
Bernardino León, 42 años, secretario de Estado de Asuntos Exteriores, es el número dos de la cancillería española. Una gran parte de su tiempo se reúne con los altos cargos del Departamento de Estado de Estados Unidos. El pasado día 1, León cenó en la residencia madrileña del embajador norteamericano, Eduardo Aguirre, con Thomas Shannon, secretario de Estado adjunto para el Hemisferio Occidental, el principal responsable de la política latinoamericana de la Administración de Bush. A lo largo del primer año de la gestión de Shannon, éste solicitó los buenos oficios de León en América Latina para contactos y gestiones. El pasado martes, León se reunió en Bruselas con otros dos pesos pesados de la diplomacia estadounidense, Nicholas Burns y Daniel Fried, para comenzar a prepara el viaje de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice a Madrid, una visita aplazada este otoño para el primer trimestre de 2007. Antes de Navidades, León viajará a Washington para confeccionar la agenda. "Comenzamos con el desencuentro en Irak. Pero hemos acordado que Irak quedara encapsulado. Y así es", explica León.
"Hemos empezado a preparar la visita de Condoleezza Rice a Madrid en el primer trimestre de 2007"
"Lo que hay en Iberoamérica es un gran déficit de cohesión social. EE UU lo entiende tan bien como nosotros"
"Venezuela quiere una buena relación con España. El convenio sobre los etarras habría afectado a eso"
"Comenzamos con el desencuentro en Irak, pero acordamos que el asunto quedara encapsulado. Y así ha sido"
Pregunta. Ha cenado en Madrid con Thomas Shannon, secretario de Estado adjunto responsable de América Latina en el Departamento de Estado el pasado día 1. ¿Hay un flechazo entre ustedes?
Respuesta. La relación con Shannon ha sido determinante en el impulso de las relaciones entre nuestros dos países. Nuestros Gobiernos empezaron con el desencuentro de Irak. Ambos Gobiernos acordamos que ese desencuentro debía quedar encapsulado. Irak ha quedado, pues, encapsulado. Y hemos coincidido en que los desafíos en América Latina son enormes. Estados Unidos y España son dos actores muy determinantes en la región, con grandes inversiones y relaciones políticas profundas que deben implicarse más en un momento difícil, uno de los más complicados de los últimos 50 años. Esta cooperación tiene un fuerte valor añadido.
P. Los neoconservadores están en retirada. ¿Es un fracaso definitivo?
R. Hemos vivido años difíciles en la política internacional. En América Latina, las políticas duras de lo tomas o lo dejas, por así resumir, no han funcionado. Se necesita una política de gran respeto, de equilibrio. La palabra clave es diálogo, saber escuchar para entender lo que está ocurriendo. Si algo puede aportar España es este equilibrio, esa capacidad de diálogo con todos los interlocutores, algunos fáciles y otros no tanto. Y Thomas Shannon lo ha visto. Él ha demostrado durante su primer año de gestión que EE UU debe dialogar y escuchar. Sintonía total.
P. ¿Cuáles son las coincidencias?
R. Coincidimos en un enfoque preliminar: no es posible simplificar los problemas. El llamado populismo que algunos parecen descubrir ahora no es un fenómeno nuevo, ni de izquierdas. Algunos ejemplos: el Gobierno peruano de Alberto Fujimori o el argentino de Carlos Menem. Eran populismos neoliberales. Los críticos acérrimos a los que el llamado populismo parece quitar el sueño no tenían en esos casos reparos serios. Shannon decía hace pocos días que no son necesarias cruzadas contra el populismo. Lo suscribo. Y añadiría: tampoco necesitamos cruzados contra el populismo. No simplifiquemos, por favor. Lo que hay en América Latina es un gran déficit de cohesión social. "Es la pobreza, estúpido", sería el lema, aplicando el eslogan de Clinton en la campaña de las presidenciales de 1992. Y nuestros colegas norteamericanos lo entienden tan bien como nosotros. Este diagnóstico compartido nos permite comprender la crisis de los partidos políticos tradicionales y de instituciones que no son capaces de responder a las necesidades reales de sus sociedades. Diré que existe alguna simetría de ese tipo de cruzadas con algunos planteamientos que en América Latina pretenden explicarlo todo promoviendo una política antiamericana. Podemos entender que nazcan de una insatisfacción, pero caen en la simplificación.
P. La gente del PP afirma que en la época del Gobierno de Aznar, los secretarios adjuntos Otto Reich y Roger Noriega se les ponían al teléfono y que ahora...
R. Nuestras reuniones bilaterales, entre Shannon y yo, entre nuestros respectivos equipos, que han sido muy interesantes, y los contactos telefónicos, de una o dos veces por semana, según la temperatura política de América Latina, han ido perfilando una relación muy intensa. Hay, en efecto, diferencias con nuestros antecesores. Pero me gustaría ser preciso en ellas. La diferencia no es que antes se ponían al teléfono y ahora no. Antes atendían las llamadas para dar instrucciones que eran aceptadas como órdenes, y ahora en cambio nos piden consejo, preguntan qué haríamos. Y, ¿sabe una cosa?: aceptan nuestras recomendaciones y nos lo agradecen mucho. Aunque yo soy responsable de las relaciones con EE UU, también anticipo que la relación entre la secretaria de Estado para América Latina, Trinidad Jiménez, y Thomas Shannon, va a ser muy fluida. Añadiría que tenemos relaciones excelentes con otras personas clave en el Departamento de Estado: Nicholas Burns, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos; Daniel Fried, secretario de Estado adjunto para Europa y Eurasia, y David Welch, secretario de Estado adjunto para Próximo Oriente. Me acabo de reunir con Burns y Fried en Bruselas, el pasado martes, para analizar las relaciones de Europa con EE UU, la situación de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y el estado de cosas en Oriente Próximo. Y hemos comenzado a preparar el viaje de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, a Madrid, que tendrá lugar finalmente a mediados del primer trimestre de 2007. Trabajaremos sobre la agenda de esa visita en Washington, donde celebraremos una reunión antes de Navidades. Burns, que ocupa el tercer puesto en rango de importancia, actúa en estos momentos como el número dos del Departamento de Estado.
P. Shannon representa el abandono de la mano dura que promovía EE UU y que se conoció como la política del cambio de régimen. Ya está claro que Chávez sobrevivirá a Bush. ¿No está la oposición del PP desfasada?
R. En la batalla política interna se simplifican los mensajes hasta el punto de caricaturizar la realidad. La política de cortar la interlocución con actores muy relevantes en América Latina, como pregonó en su última etapa el Gobierno de José María Aznar y aquellos que dirigían entonces la política del Departamento de Estado en Washington, no produjo ningún efecto. Hacer demagogia con que España se entiende, o se sienta a hablar, o no se sienta a hablar, con tal o cual presidente corresponde a una fase infantil de las relaciones internacionales. Si nuestra política exterior es aquella que el PP dice que es, sería del todo imposible un trabajo responsable con EE UU. En el caso de Venezuela, por ejemplo, el presidente Chávez ha obtenido una nueva victoria en elecciones democráticas. Que haya adoptado decisiones durante sus mandatos anteriores que podrían contradecir la realidad democrática venezolana es algo que hemos señalado. Pero no disminuye nuestra voluntad de diálogo. Chávez no es sólo el presidente elegido democráticamente en un país amigo. Es una personalidad enormemente influyente en América Latina.
P. El convenio firmado por el Gobierno de Chávez y la defensa de los etarras en el marco de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ¿es papel mojado?
R. Lo que acaba de ocurrir en el asunto de los terroristas de ETA ilustra mejor que ningún otro aspecto lo acertado de nuestra política exterior. Dos etarras fueron entregados por Chávez con gran celeridad en 2002 a España para ser juzgados en Madrid. Otros cuatro residen en Venezuela y pretenden obtener la nacionalidad venezolana, quizá con el objetivo de eludir la acción de la justicia. El ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Nicolás Maduro, le informó a nuestro embajador en Caracas, Raúl Morodo, el pasado martes que el convenio firmado por el cual Venezuela compensaría con una indemnización a los dos etarras ya condenados en España y la posible concesión de la nacionalidad a otros cuatro se hizo al margen de las más altas instancias del Gobierno de Chávez. Y ha desautorizado el acuerdo.
P. Pero el convenio admitía violaciones legales en la entrega de dos terroristas etarras a España, en 2002, al no someterles a un proceso de extradición. ¿Está usted seguro de que no se cumplirá?
R. El Gobierno de Venezuela quiere tener una buena relación con España y sabe que ese convenio hubiese afectado a esa relación. Los que vociferan, como el PP, a favor de la confrontación han podido ver los resultados de la política contraria, la que practica el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Es decir, Venezuela no seguirá adelante con ese convenio.
P. Shannon ha declarado a este periódico que la transición de Cuba, después de Fidel Castro, es objeto de un seguimiento sistemático por España y EE UU. ¿Cuál es la política a seguir?
R. Es un tema sobre el que hemos hablado y seguimos intercambiando opiniones. Hemos tenido diferencias. España ha sido favorable al diálogo, tanto con el Gobierno como con la disidencia. Si miramos al futuro, ambos países tenemos consciencia de que nuestros respectivos papeles, tanto en la economía como en la política, serán relevantes.
P. El Gobierno socialista está embarcado en una iniciativa de paz para Oriente Próximo. Washington, ¿torpedea la propuesta?
R. No. Hemos hablado frecuentemente con David Welch, secretario de Estado adjunto para Oriente Próximo, sobre la situación en la zona. La última reunión entre el ministro Moratinos y la secretaria de Estado Rice en Washington tuvo como tema estrella Oriente Próximo. Hemos respondido el verano pasado a la comunidad internacional con nuestras tropas en el sur del Líbano. Ahora queremos que la comunidad internacional se involucre al máximo en un horizonte de paz. EE UU defiende la hoja de ruta del llamado cuarteto. España también. Nuestra iniciativa no es una alternativa, sino una propuesta complementaria, con algunas diferencias. EE UU es el actor de mayor peso en Oriente Próximo. Nunca se podría plasmar una iniciativa sin contar con su apoyo. La iniciativa española parte de los tres países -Francia, Italia y España- que más tropas han enviado al sur del Líbano y que viven con mayor angustia esta crisis.
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