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Reportaje:

El arte del videojuego

Caixa Sabadell dedica una exposición a recuperar los mejores juegos virtuales

Limpiar tuberías de enemigos de aspecto no muy agradable; ser un alcalde y desarrollar un plan urbanístico, o un héroe con la misión de salvar a la princesa Peach; pilotar un avión y retar a la mismísima "amenaza oscura"; tener un tórrido romance o no ir más allá de una simple amistad; infiltrarse en el Tercer Reich y cargarse a Hitler; acariciar, alimentar y lavar una mascota; bailar o ponerse en la piel de Britney Spears: son tan sólo algunas de las posibilidades que ofrece la exposición Tres mestres del videojoc: Shigeru Miyamoto, John D. Carmack y Will Wright, que puede verse en el Salón Modernista de la Caixa Sabadell (www.obrasocialcaixadesabadell.org) hasta el próximo 4 de marzo.

En esta ocasión, son los niños los que arrastran a sus padres a visitar el museo
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Seguramente se trata de una de las pocas ocasiones en que son los niños los que arrastran a los padres al museo, y no al revés. Otra diferencia con el resto de exposiciones: los que dan lecciones son los niños, los padres observan. Aunque, como en todo, hay excepciones y ocurre algo similar a lo que sucedía con los Scalextric de hace 20 años: algún que otro padre, enganchado al Super Mario Bros, no deja jugar a su hijo.

"Es la primera exposición dedicada a los videojuegos que se realiza en España", asegura su comisario, el especialista en arte Ricard Mas. El videojuego ya ha cumplido los 30 y, a juicio de Mas, es un buen momento para contar algo de su historia y lanzar un mensaje: "el videojuego es una forma de arte". Mas explica que "en este país todavía hay muchas reticencias, en lugares como Estados Unidos ya se han hecho muchas tesis doctorales sobre el tema".

Los que están en su salsa son los niños. A Neus, de ocho años, la tiene entusiasmada un simulador deportivo de baloncesto. Con su padre al lado, va comentando las jugadas y celebra las canastas alzando los brazos. Es uno de sus juegos preferidos, aunque afirma que prefiere jugar en la cancha de su colegio. Eso sí, con el videojuego ha logrado algo difícil de conseguir en el mundo real, "¡una canasta triple desde media pista!". Otro de sus videojuegos preferidos es The Sims, en el que "puedes hacer películas, vas creando los personajes y haciendo el guión". The Sims es un simulador de vida. El jugador controla la vida cotidiana de unos personajes, les crea una casa, y les consigue trabajo y amigos

El que engancha más a los padres es todo un clásico, Donkey Kong, ideado por Shigeru Miyamoto en 1981. Fue el primer videojuego en el que se tenían que saltar objetos. La publicidad de la época retaba al jugador a llegar lo más arriba posible. El problema era que el videojuego estaba programado para que el jugador nunca pudiera finalizarlo.

A Marc, de 28 años, lo que le gusta es disparar. John D. Carmack popularizó en 1992 los primeros shooter (disparadores) de la historia. El enemigo al que hay que abatir es Hitler. Otro de los juegos de Carmack consiste en matar a todo ser, en su mayoría demonios mutantes, que a uno se le pone por delante

A Francesc, de 11 años, le "flipa" ponerse en la piel de un guitarrista. Él estudia música, pero con el simulador "es mucho más fácil". Se coge la guitarra "y los botones, cada uno de un color distinto, son las notas". Ante una gigantesca pantalla, se trata de ir tocando al ritmo "de canciones rockeras que te van poniendo, cada vez son más difíciles", explica.

Rubén, de 20 años, asegura que él prefiere los juegos en los que "hay más interacción, que puedes jugar de forma colectiva y en los que no estás tu solo ante la pantalla". De la exposición le gusta uno en el que en la pantalla van apareciendo símbolos y se trata de ir dando palmadas y de tocar el jembee. Su compañera, Núria, de la misma edad, admite no ser muy aficionada a los videojuegos y prefiere el de bailar. En este juego, el jugador se tiene que descalzar y poner los pies sobre un tablero. La pantalla va juzgando su ritmo: "fatal", "perfecto", "muy bien"... Núria, que estudia para ser dietista, se convence: "es un buen método para combatir la obesidad infantil".

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