Valentín Fuster lanza una 'hoja de ruta' para tratar las enfermedades coronarias
El infarto de miocardio o el cerebral son enfermedades coronarias que suelen desarrollarse en silencio, sin alertas. La prevención es clave para reducir las tasas de mortalidad que provocan. Una afirmación que es fácil de decir, pero que está fracasando, como reconoce el cardiólogo Valentín Fuster, que lidera en EE UU un ambicioso proyecto para cambiar radicalmente la forma en que se afrontan las enfermedades cardíacas.
La estrategia es sencilla: detectar la enfermedad cuando se está formando, no esperar al golpe para tratarla. Para ello, un consorcio de varias compañías farmacéuticas (AstraZeneca y Merck) y firmas especializadas en el desarrollo de imágenes (Royal Philips) y pruebas sanguíneas (BG-Medicine) se unen por primera vez para combinar sus conocimientos y crear un modelo para predecir quién tendrá la enfermedad. "Se trata de diseñar un ciclo de salud que incorpore los tres elementos", explica Pieter Muntendam, de BG-Medicine.
El proyecto se conoce como High-Risk Plaque Iniciative y se presenta en dos semanas. En el centro del estudio habrá 6.000 individuos identificados por la aseguradora Humana, que serán sometidas a varias pruebas para ver si están desarrollando la enfermedad y cómo. "No hay nada con lo que se pueda tratar la arterioesclerosis silenciosa, a no ser que podamos diagnosticarla, y no podemos diagnosticarla si no se detecta", dice Muntendam, que habla de crear una hoja de ruta sobre la práctica clínica en estas enfermedades.
El estudio tiene dos pilares. De un lado, están las pruebas de imagen, que se realizarán utilizando cinco de las tecnologías más avanzadas, y que ayudarán a conocer el estado de las arterias, como si se tratase de una radiografía de tórax. Los individuos serán sometidos además a pruebas genéticas, para discernir el proceso de formación de las placas que se forman en las paredes de las arterias y poder separar a las poblaciones que están en mayor riesgo de infarto.
Las dos pruebas se realizarán en unidades móviles que se desplazarán por los EE UU hasta las casas de los pacientes. Desde allí se enviarán los datos por vía electrónica hasta un centro de análisis, que se pretende instalar en el hospital Monte Sinai en Nueva York, donde Fuster dirige el Instituto Cardiovascular. El estado de los pacientes se seguirá durante tres años, para ver si desarrollan algún tipo de evento cardíaco y detectar si la ruptura de placas se corresponde con un tipo de combinación de sangre e imagen determinada.
De esta manera, se pretende identificar a la población de riesgo que no se sabe que tiene la enfermedad, e intentar que cambien sus hábitos, además de desarrollar tratamientos adecuados. Fuster destaca el papel que tendrán también los médicos, más activos frente a los enfermos. "El paciente, cuando se estabiliza, piensa que todo está resuelto y deja la medicación. Si ven el estado de sus arterias, quizás cambien de conducta", augura el cardiólogo.
El proyecto arrancará la próxima primavera y está dotado con 30 millones de dólares (22,5 millones de euros), financiados por el sector privado. En este momento participan tres empresas del sector de la salud, a la que se espera se sumen cuatro más y en el que podrían participar también entidades públicas estadounidenses y europeas. En total, trabajarán unas 200 personas, entre investigadores y personal médico. Los primeros resultados se esperan pasados dos años, momento en el que se sabrá si el concepto desarrollado por Fuster es válido y se puede exportar.
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