"Es falso que la mayoría de los conflictos tengan su origen fuera de la escuela"
El catedrático de Sociología Mariano Fernández Enguita niega la mayor, para empezar: no cree que las estadísticas que se han estado difundiendo sobre los profesores quemados sean fiables en absoluto. "El sector, es decir, los sindicatos de enseñantes, no pueden hacer estas encuestas; todos los sociólogos sabemos que eso no tiene valor; pero es que las últimas que están saliendo ni siquiera lo tienen metodológicamente. Es lo mismo que si se pregunta a la gente si es racista, dirán que no, claro. Así que, científicamente, no tienen validez alguna", zanja.
Enguita reconoce que todo el mundo tiene problemas en el trabajo, pero la razón suele ser que se tiene un proyecto preconcebido y no sale bien; por ejemplo, que los alumnos suspendan, "pero siempre han suspendido y antes no se hablaba de profesores quemados". "Es lógico", explica, "que la relación profesor-alumno, que pasan mucho tiempo juntos, actuando unos sobre otros, sea intensa y cree frustración, pero hay que aprender a vivir con eso. También con la familia del alumno, aunque sea difícil encontrar el equilibrio. Pero no se puede decir por un lado que la familia se entromete en el trabajo del docente, y, por otro, que no se implican en la educación, y se están escuchando los dos mensajes permanentemente", añade.
El sociólogo es rotundo: "Los problemas que provienen de la familia sólo afectan a unos pocos, pero la disciplina, la falta de respeto institucional son problemas que se deben enseñar en la escuela, no en la familia; no son problemas que nacen fuera y entran en la escuela, eso es falso. La sociedad no es una selva, las familias no enseñan acoso escolar. No se pueden echar balones fuera siempre. Lo que falla en la escuela son cosas que sólo se pueden aprender en la escuela. En la familia aprendemos a querer a los nuestros, pero es la escuela quien debe enseñar a querer al que no es nada nuestro, enseñar ciudadanía", dice.
Problemas en los pasillos
Enguita coincide con algunos profesores en que el tránsito de la educación primaria a la secundaria no está del todo resuelto. "En secundaria ningún profesor se ocupa del alumno en su conjunto y los grandes problemas no surgen en el aula, sino en el pasillo, en el recreo, en el comedor, espacios de los que nadie quiere ocuparse". Cree Enguita que esa ruptura de los adolescentes con el mundo del adulto, que en parte es consustancial con el adolescente, se da en los institutos como un menosprecio mutuo: ni el alumno quiere ser tutelado como si fuera un crío, ni el profesor quiere tutelar porque, quizá, considera que esa no es su función. "Es una tutela que se ha perdido sobre todo en la educación pública".
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