El Papa en Turquía
La visita de Benedicto XVI a Turquía, la primera de un Papa desde Pablo VI, vino precedida por la polémica de sus declaraciones en la Universidad de Ratisbona, en las que actuó como teólogo más que como jefe de Estado. La habilidad de la diplomacia vaticana ha conseguido desactivar, en gran medida, los preocupantes augurios que precedieron a este viaje, contestado por algunos sectores de la sociedad turca y del mundo musulmán. En esta ocasión, Benedicto XVI sí ha sabido emplear con habilidad su doble condición como máximo representante del Estado vaticano y como cabeza de la Iglesia católica, midiendo con milimétrica precisión cada uno de sus gestos durante su estancia en Estambul.
La entrevista con el primer ministro turco, el islamista Erdogan, le ha servido para tomar posición en uno de los asuntos más controvertidos en el proceso de construcción europea. Al apoyar el ingreso de Turquía en la UE, un anuncio político que cedió al primer ministro, acertó a enviar un mensaje en múltiples direcciones. Por un lado, el Papa aceptó proteger a Erdogan frente a las críticas procedentes de sus propias filas, al darle ocasión de presentar el resultado de la entrevista como un éxito político que refuerza la aspiración turca de integrarse en Europa. Por otro, desautorizó a quienes, desde la Unión (o él mismo antes de ser Papa), se han opuesto al ingreso de Turquía en razón de que el islam es la religión mayoritaria del país. En la parte que corresponde al César, Benedicto XVI ha dado a entender, así, que la Iglesia no tiene inconveniente en que Turquía forme parte de Europa; en la que corresponde a Dios, parece considerar, en cambio, que el islam puede y debe ser un aliado contra el laicismo, una vieja obsesión de Ratzinger, sin que ello ponga en entredicho la reivindicación de las raíces cristianas del Viejo Continente, sostenida con firmeza por el Vaticano. Para esta segunda tarea, el Papa ha tratado de estrechar lazos con la Iglesia ortodoxa, como ya hiciera Pablo VI.
Más allá del intento de recomponer las relaciones del Vaticano con el islam, un objetivo en el que, por el momento, se han observado avances, Benedicto XVI parece haber aprovechado su visita a Turquía para manifestar de manera más o menos explícita sus ideas acerca de la Europa unida. Frente a quienes, desde posiciones católicas en su mayor parte, piensan que las diferencias de credo son decisivas para fijar las fronteras de la Unión, el papa Ratzinger ha defendido en Turquía que la frontera decisiva es la que separa a los partidarios de que la fe, sea cual sea, impregne el espacio público y los partidarios de que Europa avance en el camino de la laicidad y el secularismo.
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