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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Para quién sirven las leyes?

La magistrada Inmaculada Montalbán Huertas, experta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, formuló esta pregunta en el título de un artículo publicado el 21 de noviembre. Tras leer su contenido, mi sentido de la responsabilidad ciudadana me insta a prestarle ayuda. Seré breve. Las leyes sirven para establecer un orden. Si son justas, y sólo si son justas, establecen un orden justo, o sea, dan a cada uno lo que le corresponde: hacen justicia.

La señora Montalbán confiesa que la Ley Integral contra la Violencia de Género tiene como base que existe un "factor cultural como causa última de esa violencia", ejercida por "quienes se acostumbraron a dominar y controlar el espacio familiar". Por eso, añade es "decisiva y determinante la formación en perspectiva de género de todos los profesionales que intervienen en esa materia, desde funcionarios de policía a jueces y fiscales". Pues bien, definida así la violencia de género, ello justificaría una ley que persiguiera a los agresores machistas en el ámbito doméstico. Sin embargo, la Ley Integral contra la Violencia de Género castiga con penas de cárcel y alejamiento a cualquier hombre que insulte, golpee o amenace (siquiera levemente) a quien ha sido su pareja femenina con total independencia de los motivos por los que lo ha hecho. Es absolutamente irrelevante que se trate de un machista o de todo lo contrario. Sus motivos o su ideología son intrascendentes. Lo único pertinente para aplicarle la mencionada Ley es que tiene sexo masculino. Por tanto, la Ley de que hablamos carece en realidad de fundamento en su base. Salvo que establezcamos algo a priori: si un hombre y su pareja femenina se insultan y empujan durante una riña, puede que ella haya perdido los nervios, o incluso que sea una mala persona, pero sin duda él evidencia sus instintos machistas... Lo cual es, lisa y llanamente, una estupidez. Es innegable que esta ley establece un orden, pero no es un orden justo, sino arbitrario y lleno de prejuicios.

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