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Los 'escudos humanos' de Hamás evitan otro bombardeo en Gaza

La táctica de los palestinos desorienta al Gobierno israelí, que admite no tener respuesta

Sucedió ayer de nuevo. Wael Rajab, miliciano de Hamás, recibió la llamada telefónica del Ejército israelí en su casa de Beit Lahia, en el norte de Gaza. Tenía minutos para abandonarla antes de ser destruida, pero siguió el ejemplo de Mohamed Barud, quien la víspera llamó a decenas de vecinos que rodearon su edificio y frenaron el bombardeo de la aviación. No es que los grupos islamistas hayan adoptado una estrategia pacífica, que tiene desorientado al Gobierno israelí, sino el último recurso ante la demolición de viviendas.

La demolición de viviendas es una práctica que viola flagrantemente la legislación humanitaria internacional. Louise Arbour, alta comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, visitó ayer Beit Hanun, en el norte de la franja, cuyas infraestructuras fueron arrasadas tras una semana de brutal invasión israelí a comienzos de mes y donde murieron 20 civiles en el bombardeo de una casa el pasado día 8. Constató lo que denuncian desde hace meses todos los organismos independientes que visitan este territorio ocupado. "Creo que las violaciones a los derechos humanos en Gaza son masivas", declaró Arbour.

Mientras, los vecinos, amigos y familiares de Rajab y Barud, residente del campo de refugiados de Yabalia, hacen turnos día y noche para proteger las viviendas. Dirigentes de Hamás y Yihad Islámica también se acercan a los edificios amenazados. Están satisfechos con una iniciativa que hasta el momento rinde frutos y que, además, genera simpatías. En el balcón de la casa amenazada ayer, ondeaban decenas de banderas verdes de Hamás. Como si quisieran lanzar el mensaje de que no se puede luchar contra los grupos armados sin causar la muerte de inocentes.

Pero esta nueva táctica para impedir la destrucción de más viviendas -más de 400 han sido reducidas a escombros en los últimos cinco meses- nada tiene que ver con un cambio de orientación de los partidos-milicia palestinos. Los mismos movimientos islamistas que organizan la afluencia de los civiles a las casas son los que reivindicaron ayer el lanzamiento de siete cohetes de fabricación casera contra ciudades del sur de Israel; los mismos que anunciaron que han conseguido mejorar la precisión de los misiles anti-tanque ante otra previsible invasión del Ejército judío; los mismos que amenazan con atentados suicidas, y los mismos que continúan rearmándose a través de los túneles excavados en la frontera con Egipto.

El Gobierno israelí admite carecer de respuesta para esta nueva situación, sobre todo después de que la masacre de civiles en Beit Hanun desatara una oleada de críticas que culminó con una resolución condenatoria de la Asamblea General de la ONU. Como tampoco hay remedio al lanzamiento diario de cohetes artesanales. Las propuestas llueven en las reuniones del Gabinete de Ehud Olmert: declaración de un alto el fuego unilateral para comprobar la actitud de las milicias palestinas; invasión en toda regla de la franja; fortificación de las casas de Sderot y del Negev o la instalación de un sistema de alerta en Ashkelon. Pero no han dado aún con la adecuada.

La confusión también impera en la Autoridad Nacional Palestina. Un asesor del presidente, Mahmud Abbas, aseguró que las negociaciones con Hamás para formar el Gobierno de unidad se han suspendido. Los mediadores y el movimiento fundamentalista lo niegan, pero es evidente que el acuerdo está en la cuerda floja. La disputa se centra en la distribución de los ministerios. Hamás, que exige que la caída de su Gobierno suponga al menos el levantamiento del bloqueo internacional, insiste en dirigir los departamentos que gestionan los asuntos sociales y Hacienda e Interior, reparto que rechazan Abbas y su partido, Fatah.

[Por otra parte, un misil israelí mató ayer a dos milicianos de Hamás al alcanzar su coche en Gaza. En Jericó (Cisjordania), soldados israelíes mataron a un palestino de 17 años que se acercó blandiendo una pistola que resultó ser falsa].

Cuatro jóvenes palestinas observan la llegada de los <i>escudos humanos</i> a la casa de Wael Rajab.
Cuatro jóvenes palestinas observan la llegada de los escudos humanos a la casa de Wael Rajab.AP

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