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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Blair y el terrorismo

Tony Blair quiere endurecer las leyes antiterroristas británicas antes de abandonar Downing Street el próximo verano. Algunas de las medidas, como la de ampliar el periodo de detención de sospechosos, formaría parte del paquete del arsenal legislativo antes de su retirada como primer ministro. El Parlamento rechazó hace un año su proyecto de extenderlo de 14 a 90 días y lo fijó en 28. Así puede desprenderse del llamado Discurso de la Corona, leído ayer con el tradicional rito pomposo por la reina Isabel II. Era el último como jefe del Gobierno del líder laborista y en él, además de la seguridad pública y un mayor control de la inmigración, Blair hizo hincapié en la necesidad de una nueva estrategia para Oriente Próximo y nuevas metas sobre el cambio climático.

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No está garantizado que la Cámara de los Comunes dé el visto bueno a un mayor rigor contra los detenidos por terrorismo. El premier tal vez piense que los diputados cambiarán de postura, sobre todo tras el reciente informe de la jefa del servicio de inteligencia (MI5), según el cual se han desarticulado cinco grandes planes de atentado desde las bombas que causaron 52 muertos en el metro londinense el año pasado y que 1.600 sospechosos están siendo investigados por 30 tramas terroristas. Entre las medidas se incluirían también más poderes policiales para la vigilancia e ingreso en domicilios de sospechosos, así como el reconocimiento como prueba legal de la transcripción de escuchas telefónicas.

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El tramo final del mandato de Blair se caracteriza por una gran obsesión por la seguridad y el incivismo creciente en la sociedad británica. Este fenómeno es una de las píldoras amargas que el primer ministro debe digerir desde la soledad del poder. Apenas han dado fruto las medidas del Gobierno para frenar el vandalismo juvenil, y las que pueda poner en práctica antes de la marcha de Blair tardarán en surtir efecto. Este último discurso incrementa la preocupación que suscitan las restricciones de las libertades civiles entre los grupos de defensores de los derechos humanos. A las numerosas detenciones les siguen pocos procesos judiciales y muy pocas condenas. Y una sensación de que los británicos se ven obligados a soportar una permanente subasta del miedo.

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