El Clínico reconstruirá el rostro desfigurado de una joven afgana que se hizo pasar por hombre
La joven ocultó su identidad femenina para poder trabajar en la época de los talibanes
Nadia Ghulan, una joven afgana de 21 años, está harta de fingir. Hace una década que borró de su apariencia todo asomo de feminidad. El ascenso al poder de los talibanes en 1996 forzó su cambio de identidad porque los radicales convirtieron Afganistán en una tierra yerma para las mujeres. Nadia residirá cinco meses en Barcelona para someterse a varias operaciones de cirugía plástica en el hospital Clínico y ocultar así las cicatrices que el estallido de una bomba le dejó en el rostro y el cuerpo. Confía en que gracias al bisturí recupere su imagen femenina sin peligro de ser reconocida.
Nadia viste como un hombre y oculta los pechos con una venda bien ceñida. En la época de los talibanes, se necesitaba tirar de picaresca para no morir de hambre: las mujeres tenían vetado trabajar fuera de casa. Sin embargo, Nadia no podía quedarse con los brazos cruzados. Era una niña, pero su familia dependía de ella. Con las agallas que acompañan a la desesperación, desterró los vestidos de chica y decidió convertirse en un hombre. Su nueva personalidad no le era ajena: se hizo pasar por su hermano mayor, Zamary, asesinado por los militares durante la guerra civil. "Nos quedaban unas monedas en casa y mi hermano salió a buscar comida. No regresó nunca más", explica Nadia en una entrevista con este diario. El padre de la joven, funcionario del Ministerio de Salud, ocultó a los suyos la muerte de Zamary, una pérdida que pronto le hizo enloquecer.
Meses después, la desgracia volvió a ensañarse con esta familia afgana: un obús destruyó la casa de los Ghulan y arrasó buena parte del vecindario. Nadia salvó la vida de milagro, aunque sufrió quemaduras muy graves que, entre otras lesiones, le desfiguraron la cara. Fue durante su convalecencia en diferentes hospitales, cuando su padre le confesó la verdad sobre Zamary. Con el alta médica -al ser la mayor de tres hermanas- se tuvo que hacer cargo de todo porque la madre padece una enfermedad de corazón. Con sólo 11 años, se levantaba todos los días a las cuatro de la madrugada para hacer chapuzas en Kabul, capital y centro económico del país. "Trabajé en una granja, en la construcción, cavando pozos...", recuerda Nadia. Para no ser descubierta, imitaba los andares y la forma de hablar de los varones. Cambió el yihab, el pañuelo islámico, por un turbante. Como tenía el rostro quemado, nadie echó en falta la barba impuesta por los talibanes, símbolo para ellos de honor masculino y ortodoxia religiosa. "En aquella época pasé mucho miedo. Todos mis amigos eran hombres porque la sociedad estaba segregada. Iba a la mezquita con ellos, escuchaba sus comentarios machistas... Fue muy humillante. Las mujeres, claro, no pueden ser hombres", sostiene Nadia, que cubre su cuerpo menudo con una pesada cazadora negra de cuero.
Pese a tanta penuria, la esperanza regresó a su hogar con la derrota de los talibanes en 2001. Con el apoyo de la Asociación para los Derechos Humanos en Afganistán (Asdha), la joven se pudo matricular en la Universidad de Kabul, donde cursa la carrera de Gestión y Dirección de Empresas. Desde el pasado domingo está en Barcelona, ciudad en la que se le realizarán varias operaciones quirúrgicas para reconstruirle el rostro. De las intervenciones -gestionadas por la Fundación Cirujanos Plásticos Mundi- se ocupará gratuitamente el equipo de cirugía estética del hospital Clínico, encabezado por el doctor Josep Maria Serra, quien ayer resaltó la complejidad de un proceso que abarcará también partes dañadas del cuerpo. Nadia residirá en la capital catalana cinco meses. Para financiar su estancia se abrió una cuenta en La Caixa para donaciones (2100 3207 02 220029605 9). La joven se someterá a la primera operación el próximo miércoles con el cobijo asistencial de Barnaclínic, entidad privada del mismo centro hospitalario que se ocupa de pacientes sin cobertura de la Seguridad Social.
La lucha contra el machismo
Con la derrota de los talibanes no cesaron los problemas de las mujeres afganas, subyugadas todavía en una sociedad patriarcal y machista. Así lo han reiterado Shinkai Karokhail, diputada en el Parlamento de Afganistán, y las activistas Suraya Pakzad y Najia Haneefi, ponentes de unas jornadas sobre violencia machista en su país que se clausuraron ayer. Entre las prácticas que lamentaron se hallan los matrimonios concertados por las familias entre niñas y hombres adultos, los excesos de la justicia tribal, la permanencia de señores de la guerra en el Gobierno y el maltrato que reciben las mujeres en zonas rurales, una tortura que ha disparado el número de suicidios.Barcelona
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