La guerra de Líbano desata una grave crisis en el Ejército israelí
Un informe constata que hubo negligencia militar y poca preparación
Las Fuerzas Armadas israelíes sufren, tras la guerra contra Líbano y Hezbolá en verano, una profunda crisis, la más grave desde la guerra de Yom Kipur, en 1973. Y los esfuerzos por apagar las críticas se revelan inútiles. Ya durante la contienda, entre julio y agosto, afloraron discrepancias, pero entonces, como es norma en Israel cuando afronta una escalada bélica, pocos se atrevieron a zarandear el avispero. Ahora es inevitable. El revuelo es producto del informe del general Doron Almog, designado por el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz, para investigar los errores cometidos en Líbano. No deja títere con cabeza. Y el rechazo de Halutz a aceptar las conclusiones ha llevado a varios generales a alzar la voz contra el jefe del Estado Mayor. Piden su dimisión.
El informe de Almog critica amargamente a varios altos oficiales con mando sobre el terreno, entre ellos al general Gal Hirsch, comandante de la división a la que pertenecían los dos soldados capturados por la milicia chií el 12 de julio, que ha presentado su dimisión. Pero también arremete contra la cúpula castrense. El panorama que dibuja el investigador es desolador: los uniformados patrullaban la frontera con Líbano "como si fueran de pic-nic", las alertas sobre el riesgo de captura de soldados eran ignoradas, los uniformados no realizaban simulacros de secuestro pese a las amenazas evidentes, el entrenamiento de las unidades de combate y de los reservistas ha sido en los últimos seis años más que precario, el Estado Mayor y el Gobierno han sido negligentes en el frente norte desde la retirada de Líbano en mayo de 2000... La reunión en la que Almog explicó su informe, el domingo, acabó a berridos.
Era plena guerra en Avivim, uno de los principales accesos de los soldados israelíes a Líbano, a pocos metros de la frontera. Los militares impedían el paso a los periodistas al camino de arena que bordea el mismo límite entre ambos países. Pero dando un ligero rodeo se alcanzaba fácilmente el camino y de vuelta se saludaba a los soldados que habían prohibido seguir adelante. El 14 de julio, un buque de la Armada hebrea fue alcanzado por un misil frente a las costas de Beirut. Pues bien, los sistemas electrónicos para detectar un ataque con misiles estaban apagados. Son dos ejemplos de la desidia arraigada en un Ejército excesivamente confiado en su potencia.
Ante el cúmulo de evidencias, brotan las críticas y muchos se resisten a que sólo sean salpicados los mandos que dirigieron la guerra desde los barracones. "Soy escéptico sobre la capacidad del actual liderazgo para rehabilitar el Ejército", afirmó ayer el general Uri Segui, ex jefe del espionaje militar. Avigdor Ben Gal, antiguo jefe del Comando Norte, fue más duro: "Halutz actúa como el presidente de una junta directiva. No posee la calidad de un líder militar, ni la profesionalidad. Debería haber abandonado".
El prestigio del Ejército, una institución vital en el Estado judío, ha sufrido un varapalo y el temor a la desafección a las unidades de combate aparece novedoso. "De repente las madres me llaman para que su hijo sea alistado en una unidad cerca de casa. Si no cambia el sistema perderemos la confianza de más gente", dijo un alto oficial al diario Yediot Ajoronot.
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