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Los soldados regresan de Líbano tras realizar 540 patrullas en 45 días

Los mandos reconocen la escasez de recursos en la misión del primer contingente enviado

Lo primero que hizo Fuensanta Fernández, soldado almeriense de 28 años, nada más romper filas, fue correr a abrazar a su hija Laura, que acababa de cumplir siete años. "Han sido días muy duros, pero merece la pena como experiencia porque te enriquece como persona", responde cuando le preguntan cómo ha transcurrido la misión. Ella formaba parte del primer contingente español desplazado al Líbano, que ayer regresó a la base de Rota (Cádiz), de donde había partido el pasado 8 de septiembre. Los responsables de la operación aseguraron ha sido un éxito por la rapidez del despliegue, la consecución de los objetivos previstos y el regreso sin incidentes.

Según detalló ayer la Armada, en el mes y medio que las fuerzas de la Infantería de Marina estuvieron en la zona de operaciones recorrieron más de 120.000 kilómetros, con más de 540 patrullas diurnas y nocturnas. Los militares españoles han controlado un área de 170 kilómetros cuadrados al sur del país. "No es una zona en guerra. Lo que hay es una resolución de Naciones Unidas que nos indica que allí no debe existir ningún elemento armado que no sea el ejército libanés", relató el coronel segundo jefe de la brigada de Infantería de Marina, Luis Meléndez.

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Centenares de familiares de los militares se habían concentrado desde muy temprano en los alrededores del muelle. María del Mar González esperaba a su hermano, José Antonio, entre reproches. "Lo que han pasado allí ha sido infrahumano. No se han podido duchar durante días, apenas tenían comida y han tenido que dormir en el fango", se quejó. El coronel segundo Meléndez reconoció la "austeridad" de la misión pero recordó que ésa es una característica inherente a la Infantería de Marina española. "Nuestras misiones tienen poca carga logística detrás y ésa es la razón por la que nos han llamado a nosotros, ya que otras fuerzas necesitan una mayor preparación. Nosotros retornamos pronto porque esas condiciones austeras no nos permiten estar más tiempo sin perjudicar el bienestar de la tropa", explicó.

Como compensación, algunas familias anunciaban a los militares recién llegados el menú. "Tengo el frigorífico lleno. Hay tortilla, jamón y puchero", le dijo Pepi Alfaro a su hijo José Antonio en una llamada previa desde el muelle. Fue pocos minutos antes de que desembarcaran los 523 efectivos en la base de Rota y se sucedieran los abrazos y las lágrimas. La mayoría de soldados comentaba a sus familiares y, después a los medios de comunicación, que no ha sentido una elevada sensación de peligro. "No nos hemos metido en nada. Hemos dado seguridad a la zona y hemos ayudado a los civiles", repasó Fuensanta Fernández, con su hija Laura en el regazo. Para los mandos, el que la tropa no haya detectado peligros no reduce los riesgos de la misión aunque sí evidencia la ausencia de incidentes y el haber podido regresar si novedad a casa.

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