Un gasoducto para salvar a Europa
La Corriente del Norte, que unirá Rusia con Alemania a partir de 2012, será vital para el abastecimiento de la UE
Europa no podrá abastecerse del gas que necesita sin la Corriente del Norte, según Matthias Warnig, el director ejecutivo del consorcio fundado para construir el gasoducto de 1.200 kilómetros, que unirá a Rusia con Alemania por el fondo del Báltico, entre Vyborg y Greifswald. Recientemente, el funcionario subrayaba a Védomosti que la UE dio el rango de "red energética transeuropea" al plan y lo valoró así como uno de los "proyectos energéticos prioritarios para los intereses de toda Europa". En el pasado, el alemán Warnig fue oficial de la STASI (los servicios de seguridad de la República Democrática Alemana) y en 1991 inauguró la oficina del Dresdner Bank en San Petersburgo, donde conoció a Vladímir Putin, hoy presidente de Rusia.
La UE necesitará importar el 75% del gas que consume en menos de diez años
Polonia es hostil a los planes, pese a que Merkel ha garantizado el acceso al gas
En 2005, Putin y el entonces canciller alemán Gerhard Schröder apadrinaron la conexión directa entre Gazprom, el consorcio controlado por el Estado ruso, y su principal cliente europeo. Schröder encabeza ahora el Consejo de Administración de la Corriente del Norte, la empresa constituida por Gazprom (51%), Wintershall (24,5%) y EON Ruhrgas (24,5%).
La Corriente del Norte, que a la larga podría canalizar la producción del campo de Shtokman, en el Ártico, transportará 55.000 millones de metros cúbicos anuales de gas a partir de 2012 y comenzará a funcionar en 2010 a la mitad de su capacidad. En territorio ruso se está construyendo una conducción suplementaria de 920 kilómetros para acoplarla al gasoducto submarino, que requiere un mínimo de 5.000 millones de euros, además de estudios ecológicos (iniciados a fines de agosto) y negociaciones con Finlandia, Suecia y Dinamarca, los Estados ribereños del Báltico, por cuyas zonas económicas pasará el tendido, que evita la zona polaca. Warnig confía en que todo el gas transportado se venderá, ya que, según él, en 2015 la UE necesitará importar el 75% del gas que consume. De momento, hay 14.000 millones de metros cúbicos anuales contratados.
Polonia es hostil a estos planes, pese a que la canciller alemana, Angela Merkel, dio garantías a su homólogo polaco, Yaroslav Kachinski, sobre el acceso al mercado del gas europeo. Los polacos seguirán recibiendo gas de Rusia cuando se inaugure la Corriente del Norte, pero, desde la perspectiva de Varsovia, el Kremlin podrá utilizar entonces los actuales gasoductos como instrumento de presión política. "Hoy Rusia no puede cortar los suministros a Polonia porque sufrirían los países de Europa occidental", dijo el jefe del Senado polaco, Bogdan Borusevich, en Moscú. Varsovia no tiene interés en sumarse a la Corriente del Norte, sino en conservar el privilegio del tránsito. Su lógica, en este caso, se parece a la de Moscú y otros jugadores de la geoestrategia energética, empeñados en diversificar las opciones propias y reducir las opciones de los demás. Funcionarios del Departamento de Estado norteamericano apoyaron a Polonia y aconsejaron a los europeos apoyar más las rutas de transporte desde el Caspio, vía Azerbaiyán, es decir, las alternativas a Rusia.
La ruta directa entre Rusia y Alemania devalúa a Polonia, Bielorrusia o Ucrania como territorios de tránsito, pero no las invalida. Alexandr Medvédev, vicedirector ejecutivo de Gazprom, calculaba que un 60% de las exportaciones de gas a Europa seguirán pasando por Ucrania, en lugar del 80% actual, cuando esté construida la Corriente del Norte. La estrategia actual de sentarse en los gasoductos y oleoductos y "retorcerles el brazo a todos" está condenada a fracasar, porque los otros países encontrarán siempre una salida, afirma el presidente del Instituto de Política Energética, Vladímir Mílov. "No existe una dependencia fatal en ninguna parte", señala el especialista, según el cual "si la energía es un arma, se trata de un bumerán".
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