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Análisis:AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una bonanza desigual

Joaquín Estefanía

LA DINASTÍA BUSH no ha tenido suerte con la economía. El padre perdió contra todo pronóstico las elecciones contra Clinton porque una corta recesión se interpuso entre la victoria en la primera guerra del Golfo y la Casa Blanca, a principio de los noventa. Y el hijo, el actual presidente, vio cómo otra recesión -agravada por los efectos de los atentados terroristas del 11-S- aplazaba las bondades de la nueva economía y convertía en monumental déficit el superávit que le había dejado el verdugo político de su antecesor biológico.

Ahora, con motivo de las elecciones legislativas de la mitad de su último mandato, podría haber ocurrido lo contrario: que una buena coyuntura se hubiera interpuesto al deterioro motivado por el desastre de la invasión de Irak y los continuos escándalos de corrupción económica que han afectado a algunos notables republicanos, y los sexuales de varios de los apoyos religiosos que Bush tenía en la sociedad civil. No ha sido así: la economía no ha impedido la victoria demócrata.

Los buenos datos de la economía se veían como un apoyo republicano para las elecciones. No ha sido así. La realidad es tan desigual que los ciudadanos han preferido las genéricas promesas de los demócratas

Pocos días antes de estas elecciones, la Bolsa de Nueva York superaba los 12.000 puntos por primera vez en sus 110 años de existencia. Ello se sustentaba en los buenos resultados empresariales y en una inflación contenida (2,1%), en buena parte por la baja del precio del petróleo. El paro se instalaba en el 4,4% de la población activa (el nivel más bajo en el último lustro), y el crecimiento del PIB, pese al avance del tercer trimestre (un escuálido 1,6%), venía de porcentajes bastante más altos (superior al 5% en el primer trimestre, el 2,6% en el segundo).

Cierto que las cifras macroeconómicas siempre tienen contraposición en otros datos, o en la vida real: los críticos dicen que el desempleo es tan bajo porque muchas personas se borran de las listas por desánimo; la renta disponible de las familias medias no ha crecido en los seis años republicanos (en realidad, ésta es una tendencia que dura ya un cuarto de siglo); el mercado de la vivienda se ha detenido (en un momento en que las hipotecas han multiplicado el endeudamiento por las 18 subidas seguidas de los tipos de interés en los últimos dos años: del 1% al 5,25%); al déficit público se le suma el déficit exterior (Joseph Stiglitz ha declarado la semana pasada en Madrid que EE UU ha de pedir todos los días prestados al exterior 3.000 millones de dólares para seguir funcionando), y más de 46 millones de ciudadanos (de 300 millones de población total) carecen de cobertura médica.

No es que los demócratas hayan detallado de modo exhaustivo sus fórmulas para corregir los efectos negativos de esta bonanza desigual (según algunos expertos, los beneficiarios geográficos de lo mejor de la coyuntura estarían en las costas de EE UU, y los más perjudicados, en el centro), pero han avanzado dos aspectos: subirán inmediatamente el salario mínimo (de 5,15 a 7,25 dólares la hora, sin moverse desde el año 1997) y cambiarán la política fiscal. No aumentarán los impuestos, de lo que les había acusado Bush toda la campaña, sino que cuando venzan las rebajas de los años 2001 y 2003 (que disminuían espectacularmente la carga fiscal a los más ricos y a las empresas con el pretexto de que ellos son los que invierten), no las renovarán. Mantendrán las que se refieren a las clases medias y bajas y rectificarán al alza las que atañen a los dividendos bursátiles y a las plusvalías empresariales.

Una de las principales incógnitas que se abren en esta nueva etapa de mayor equilibrio de poderes en Estados Unidos es qué sucederá con el comercio internacional. Tradicionalmente, los demócratas son más proteccionistas, pero la práctica de Bush y los neocons en este terreno ha sido el ejemplo de la hipocresía: mientras se declaraban paladines del libre comercio, obturaban el éxito de la Ronda del Desarrollo de Doha con los subsidios agrarios, multiplicados casi por dos.

El semanario satírico The Onion, que se autodescribe como "la mejor fuente de noticias de EE UU", titulaba hace tiempo una historia humorística poniendo en boca de Bush esta frase: "Ha terminado nuestra larga pesadilla nacional de paz y prosperidad". Pues eso.

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