Seres vivos, no cosas
El Gobierno anunció ayer su intención de elaborar una ley marco contra el maltrato animal que unifique la dispersa legislación existente sobre la materia. Al mismo tiempo, la ministra Cristina Narbona mostró su apoyo a la propuesta del fiscal especial de Medio Ambiente, Antonio Vercher, para endurecer las penas previstas en el Código Penal (artículo 337) para el delito de maltrato de animales. Esa unificación de las normas es una reclamación de los grupos de protección de los animales, que consideran insuficientes las leyes autonómicas, de muy diferente alcance, actualmente existentes. De todas formas, ya existe un anteproyecto de ley sobre Protección de Animales de Producción y Experimentación, que traspone una norma europea de 2004 y aborda parte de las cuestiones planteadas por esos grupos.
Nuestra cultura tiene una relación ambivalente con los animales y por eso conviven situaciones extremas. Mientras algunos animales de compañía son objeto de cuidados exagerados, que sus propietarios negarían a algunas personas, otros son objeto de torturas y sufrimientos innecesarios, a veces con el único propósito de satisfacer un deseo malsano y cruel de espectáculo. No vamos a poder prescindir de los animales como fuente de alimentación y tampoco, de momento, como cobayas para la investigación biomédica. Pero podemos hacerlo en condiciones que eviten su sufrimiento. Los animales no son cosas inertes; son seres vivos, sensibles al dolor, de modo que el sufrimiento innecesario degrada al sistema que lo permite.
El anteproyecto regula las condiciones de transporte de esos seres vivos y, entre otras medidas, establece la obligación de utilizar métodos indoloros en el sacrificio y prohíbe que los animales de laboratorio padezcan sufrimientos innecesarios. En España se utilizan más de 600.000 animales cada año para experimentación médica, de los cuales la mitad son ratones.
El texto permite excepciones en principio poco justificables o al menos en contradicción con el espíritu que anima la norma, probablemente porque se trata de cuestiones polémicas que no se quieren remover. Por ejemplo, la ley obliga a los mataderos a utilizar métodos de sacrificio que no ocasionen "agitación, dolor o sufrimientos evitables" en los animales, pero hace una excepción: las muertes realizadas según "ritos propios de iglesias o religiones". También sanciona el maltrato de animales en peleas, espectáculos públicos no autorizados y películas, lo que incide indirectamente en la polémica sobre el sufrimiento de los animales en otros autorizados y tan arraigados como las corridas de toros.
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