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Reportaje:

La dificultad de abrocharse un botón

La artritis reumatoide se ceba en las mujeres y levanta un muro de dolor en torno a los pacientes

Abrocharse un botón, remover un terrón de azúcar en el café, escribir con una tiza en la pizarra, bajar un peldaño más de la escalera... Algo tan fácil puede convertirse en un imposible; en un muro entre el mundo y el paciente, en una fuente de soledad e impotencia. Así lo vive Ana Muñiz, de 58 años, jefa de estudios en un colegio madrileño y enferma de artritis. Lo que un día fue una molestia, puede ser la antesala de la inmovilidad, de la dependencia, quizás de la muerte si la dolencia no se trata. Ana Muñiz ha pasado por crisis invalidantes en las que se ha sentido inmóvil como una estatua silente y dolorida. Lo ha superado y después de estar de baja, ahora vuelve a dar clase.

Cualquier cosa que roce la piel, aunque sea una sábana, se convierte en algo punzante

Rosario García de Vicuña, reumatóloga del hospital de la Princesa de Madrid y presidenta de la Sociedad Española de Reumatología, atiende a Ana Muñiz. Hasta que encontró a esta médica que puso nombre a su afección, Muñiz soportó un baile de tratamientos y diagnósticos. Ahora, paciente y doctora intercambian puntos de vista: ¿quién sabe más de esta impostora que deforma articulaciones y paraliza al enfermo? García de Vicuña tiene la precisión teórica; Muñiz sabe bien de lo que habla.

La artritis reumatoide afecta a 200.000 personas, 7 de cada 10, mujeres. Muchas de ellas han sido sufridoras en silencio de un sinnúmero de achaques de diversa entidad, que no consultaron y por eso la enfermedad evolucionó hacia una dolencia inflamatoria crónica. Empieza por las manos, y se extiende a otras articulaciones, hasta desembocar en poliartritis crónica. El enfermo queda agarrotado e incapacitado para las tareas diarias. Ahora, una campaña de la Sociedad Española de Reumatología y la Fundación Abbot, que cuenta con madrinas como la directora de orquesta Inma Shara, invita a los pacientes a plantar cara a la enfermedad en sus inicios.

Ana Muñiz, Rosario García de Vicuña e Inma Shara estuvieron presentes en la entrevista para elaborar esta información. "Empecé en 2001: tenía la muñeca derecha inflamada, me diagnosticaron una tendinitis y me enviaron a rehabilitación", relata Muñiz. "Fueron los fisioterapeutas los que me advirtieron de que podía ser algo más serio". Después de tener que ir a urgencias en una ocasión, consiguió por fin el diagnóstico de la doctora García Vicuña. Para entonces la dolencia se le había extendido a la mano izquierda y a los pies. "Pero pensé: nunca he estado enferma, tengo un diagnóstico y voy a luchar. ¿O me iba a quedar paralítica?", recuerda. "No respondí al primer tratamiento, y estuve paralizada mañana y tarde. No podía subir a un autobús y en 2004 pedí la baja durante 15 días", relata. La doctora le cambió el tratamiento. "Poco a poco vi que podía hacer cosas que quería y podía hacer. ¿Por qué no? Ser positivo ayuda a curarse", opina.

A veces se confunde con la artrosis, pero ésta es una enfermedad inflamatoria degenerativa producida por el desgaste de las articulaciones, y el dolor que produce es mecánico. En la artritis el dolor es independiente del movimiento y puede ser notable incluso en reposo. Cualquier objeto que roce las manos o la parte del cuerpo afectada, aunque sea una sábana, o el mero contacto físico puede convertirse en algo punzante.

"No es una enfermedad geriátrica y no siempre es fácil de diagnosticar. Hay una gran incidencia en adultos que se hallan en la tercera o cuarta década", afirma García de Vicuña. En España la padece en torno al 0,5% de la población. Cuando aparece en un niño, el diagnóstico es crucial. O bien se trata y se frena, o puede evolucionar hacia una artritis reumatoide de adultos.

Todo un cóctel de causas influye en que la padezcan más mujeres que hombres: factores genéticos y hormonales ayudan, pero no hay una sola causa que desencadene la enfermedad. "No es hereditaria", matiza Muñiz, "pero sí se observa cierta predisposición familiar". No siempre es la misma enfermedad, pero sí otras dolencias que pueden tener la misma raíz. "Está relacionada con el sistema autoinmune y son varios los agentes que pueden desencadenarla", aclara García de Vicuña. "Intervienen factores ambientales e inmunológicos, y algunas poliartritis están producidas por virus", añade. "El tabaco es un factor de riesgo, y también se vincula con algún acontecimiento emocional grave, pero no es algo automático. No sabemos en qué momento de esa crisis emocional se genera", agrega la reumatóloga.

"No recuerdo ningún acontecimiento emocional especial. Me ocurrió y punto", interviene Muñiz. "Hay un patrón que sí se repite: empieza en las muñecas, en ocasiones en los pies, y el dolor más intenso se sufre en reposo, al inicio del día. Algunos pacientes tardan horas en poder mover los pies", explica García de Vicuña.

El tratamiento tiene dos pilares: el farmacológico y el ejercicio físico y rehabilitador. Dentro de los medicamentos hay distintos grupos: los que modifican los síntomas, los que frenan el curso de la enfermedad, como el metotrexate, y los de última generación (fármacos contra el TNF) que atacan las causas de la dolencia. "El más eficaz es el biológico asociado con

metotrexate", afirma García de Vicuña. "Lógicamente, este tratamiento produce efectos secundarios y el paciente tiene que estar controlado", advierte.

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