Una visita aprovechada
Ha finalizado la estancia de la Dama en Elche y quizá sea el momento adecuado para hacer balance de lo que la visita ha supuesto en la ciudad. Viajé a Elche el sábado pasado y la impresión que me produjo fue magnífica. Se ha aprovechado la presencia de la Dama para modernizar el centro histórico, actuando con acierto y sin exageraciones. Pasear por los alrededores del Palacio de Altamira, contemplar el Museo de Historia o tomar un café en la plaza del nuevo palacio de congresos son experiencias muy agradables. En un momento donde todo el mundo insiste en contratar arquitectos estrella que proyecten edificios rimbombantes, sorprende encontrarnos ante cosas hechas con discreción y sentido común. Es lo que nos sucede en Elche, donde las obras se han realizado con un indudable buen gusto y, seguramente, con economía.
Elche es una población más dinámica y moderna cada día, como salta a la vista del paseante. Lo cierto es que dinamismo lo ha tenido siempre pues se ha tratado de una cuestión de supervivencia para el ilicitano. Pero la imagen de modernidad que empieza a ofrecer es más reciente, de apenas unos años. En esta transformación ha desempeñado un papel importante el alcalde, Diego Macià. Pese a cuanto argumentan sus críticos, Macià ha sido un alcalde que ha gobernado Elche con inteligencia y con una cierta altura de miras. Sobre esto caben pocas discusiones. Ha gobernado, además, sin ruido y -lo que es más de agradecer- sin gimoteos ante los repetidos desplantes de la Generalitat.
Que Macià es un hombre inteligente, pude comprobarlo días atrás, leyendo la extensa entrevista que publicó el diario Información. La impresión que obtuve es la de una persona con las ideas claras sobre su ciudad, que demuestra conocer a fondo: debe de haberle dedicado muchas horas al asunto. Sin embargo, cuando aborda problemas regionales o de un carácter más general, Macià atrae menos, las respuestas pierden intensidad y aparecen los tics propios de cualquier político. Se advierte que el alcalde de Elche es un hombre que pretende hacer carrera. No estoy en contra de quienes pretenden hacer carrera en la política, pero cuando someten su pensamiento a la doctrina oficial de su partido, sus respuestas dejan de interesarme.
Las ideas de Diego Macià sobre el papel que Elche puede desempeñar en el Bajo Vinalopó y la Vega Baja en el futuro son agudas. Más allá del eufemismo, el término centralidad -que es el que el político maneja-, tiene la ventaja de evitar las suspicacias que afloran en cuanto uno escucha hablar de capitales. Macià es muy cauto al referirse a la influencia de Elche sobre su entorno, pisa un terreno resbaladizo donde los sentimientos locales afloran con facilidad. Pero sabe que la economía es una realidad superior a la poesía del corazón, y cuenta con ella para alcanzar sus objetivos. Además, la desidia que, desde hace unos años, se ha adueñado de Alicante tiene la ventaja de afirmar la posición de Elche sin exigir contraprestaciones.
Convendría aclarar que la economía de la que habla Diego Macià tiene poco que ver con el turismo residencial, que ha sido el objetivo -el único objetivo- del Gobierno regional durante estos años. Su insistencia sobre la necesidad de una buena administración del territorio, no deja lugar a dudas. Es reconfortante, en los tiempos que corren, con tanto alcalde, promotor e, incluso, consejeros, dedicados a esquilmar el territorio, encontrar a un político que piense de otro modo. "Yo siempre he dicho que es más importante, a la hora de generar puestos de trabajo, un hotel que una urbanización de bungalós", afirma Macià. No le falta razón.
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